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Cuestiones de toda índole: religiosa, política, deportiva, académica, pueden conducir al individuo al fanatismo. ¿Pero es en realidad así, o existe en el ser humano cierta tendencia al apasionamiento exagerado, a la intolerancia, la necedad y negación de la razón y del razonamiento?
Nadie en la tierra puede decir yo soy Jesucristo, empero algunos dicen, el que me escucha a mí escucha a Dios. Estos se aprovechen de la situación social, es un abuso, ladronzuelos. Por supuesto, no todos son vendedores de esa identidad.
Es una realidad que a veces no se nota, pero está como satanás detrás esperando turno para actuar, y se llama fanatismo. El que se viste de miles formas: de saco y corbata, de obrero, de campesino, de político, de buena gente, etc., y se desplaza en muchos rumbos y subterfugios solapados, y eso es peligroso en estos tiempos modernos para las sociedades, gobiernos, desarrollo y bienestar común para todos.
El enorme cúmulo de barbarie que contiene el proyecto de ley trans, es producto directo de varias circunstancias que confluyen en: tiempo, gobierno, decadencia progre, desgracia y aberración. Son varias esas circunstancias, pero citemos solo algunas, las más encumbradas.
El fanatismo se viste de miles formas: de saco y corbata, de obrero, de campesino, y etc., y se realiza en muchos subterfugios solapados, y eso es peligroso en estos tiempos modernos. No. Hay que estar coqueteando, pues una crisis de fanatismo político, ninguna sociedad la soporta, no aguantaría el peligro. Las consecuencias, serían desagradables para todos.
Este dicho nos ha acompañado a los españoles desde chiquititos. Con él nos querían incrustar nuestros mayores que actuásemos siempre según viésemos como lo hacían los que se encontraban en nuestro entorno. Que nunca nos destacásemos ni nos señalásemos por nada, que nos acoplásemos y procediésemos según hacían los demás.
Si no queremos entendernos, lo tenemos la mar de fácil; a nuestro favor acuden cuantas facilidades hubiéramos soñado. Sobre todo si las intenciones no se ciñen al sentido de las palabras, anotamos lo percibido sin atender a las razones del emisor o funcionamos sin ningún tipo de interés por aquello que nos circunda. Hablamos de autenticidad sin la precisión requerida.
España en cabeza de la tolerancia con el aborto, la homosexualidad, el anticatolicismo, la degradación del concepto de familia, del feminismo radical y del intercambio de roles sexuales, la humillación y relegamiento del varón junto al liberticidio y el intento de retorno a épocas en las que las libertades de los ciudadanos estaban sometidas a la dictadura del Estado republicano totalitario del Frente Popular.
¡El poder para las mujeres! Brama este feminismo galopante que se ha hecho dueño de nuestros país, de manera que la propia compañera de Pablo Iglesias, Irene Montero (supongo que llamarla esposa sería demasiado fuerte para tal defensora del independentismo femenino) que, cuando habla de sus compañeros del Gobierno tiene que hacerlo en femenino: “ministras” o cuando ha cambiado lo de “Unidos Podemos” por “Unidas Podemos”.
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