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Pocos minutos después de las siete de la tarde del 13 de Septiembre del año 2013 la multitud agrupada en la Plaza de San Pedro del Vaticano comenzó a aplaudir, la “fumata” era blanca, “habemus papam”. Después de dos días de cónclave y tan sólo en cinco sesiones los cardenales habían elegido un nuevo sucesor de San Pedro al frente de la Iglesia Católica.
He de reconocer que me fascina la profunda fe de quien, sin gozar de la percepción visual como consecuencia de la información captada por los ojos, es capaz de ejercitar su cerebro a través del tacto, del oído o del gusto para disfrutar de la realidad visible que el resto de la humanidad detenta a través de la retina de sus ojos. Están ciegos pero ven…
A pesar que Abram era hombre de fe se dejó llevar por su mujer que le ofreció su esclava egipcia Agar: “quizás por ella edificaré una familia. Y Abram escuchó la voz de Sarai” (16: 2). “Y él fue a Agar que concibió” (v. 4). Dios le dijo a Agar: “Llamarás su nombre Ismael porque el Señor ha escuchado tu aflicción” (v. 16).
El viaje histórico a Mosul, capital de la provincia iraquí, del Papa Francisco, precisamente se ha trazado bajo esa aspiración, la de recobrar los corazones destrozados de dolor. Necesitamos, desde luego, no malgastar el tiempo al servicio de nuestros propios intereses egoístas, personales o de grupo, sino al auténtico servicio del amor. Lo realmente significativo es escucharnos, ¡nunca callar voces!, recapacitar y repensar para que la destrucción y la muerte dejen de arruinarnos como especie.
El Papa Francisco es muy valiente. Su valentía nace de una profunda fe en Dios y unos pies bien puestos en la tierra. Se ha sentado a hablar en Mesopotamia con dirigentes de las otras creencias monoteístas que nacen del padre común Abraham. Todas recogen la fe en un Dios único y que ama a la humanidad. Seguro que han encontrado muchos puntos comunes.
El discurso anterior acaba con las siguientes conclusiones: Alimentemos lo bueno y pongámoslo al servicio del bien, todos tenemos responsabilidad sobre el herido que es el pueblo mismo y todos los pueblos de la tierra. Cuidemos la fragilidad de cada hombre, de cada mujer, de cada niño y de cada anciano, con una actitud solidaria, atenta y de proximidad.
Bravo por Francisco. Ha reconocido los derechos de unos seres humanos. De ese 7% de la sociedad que compone ese colectivo, según indican las estadísticas. En estos tiempos, en los que ya se han podido liberar de la lacra que suponía su persecución por una sociedad hipócrita, que veía la mota en el ojo ajeno, han salido a la luz un montón de personas que han manifestado sus opciones sexuales sin miedo a un posible rechazo.
Resulta sorprendente que sea la juventud de dos emblemáticas Universidades como son las de Granada y Salamanca las más transgresoras de las normas que intentan proteger su salud y la de sus familiares o conciudadanos. Puedo entender que sean los jóvenes los más intrépidos, arriesgados y valerosos ante situaciones límite que se presentan a lo largo de nuestra existencia: guerras, manifestaciones, actividades deportivas etc.
Hablar hoy de ecología no es nada extraño. Hace unos 30 ó 35 años, un amigo mío, armador de Adra, Almería, a quien algunos grupos ecologistas habían denunciado por entender estos que su actividad pesquera no era conforme a buenas prácticas medioambientales, se defendía en los medios de comunicación locales haciendo ver que sí respetaba el medio ambiente y daba por supuesto que todo el mundo lo respetaba. "Ecologistas somos todos", apostillaba.
La comunicación periodística actual tiene muy poco que ver con el cultivo de la narración. Esta nace en el principio de los tiempos con la transmisión oral. Los ancianos de la tribu contaban sus recuerdos, conocimientos y experiencias al calor de la lumbre. Durante muchos años no pudo establecerse la comunicación por escrito. Los libros estaban al alcance de muy pocos. La mesa de camilla era el altar donde se oficiaban todas las narraciones. Hasta nuestros días.
Hay imágenes que revelan o retratan algunos de los grandes acontecimientos o momentos de la historia de la humanidad. El siglo pasado nos ha dejado en la retina gestas tan impresionantes como la primera pisada del hombre en la luna, la caída del muro de Berlín o la de imágenes tan crueles como la del campo de concentración de Auschwitz .
Personalmente he tenido suerte. He podido entrevistar a varias personas que me interesaban e interesaban a mis oyentes. Allá por el año 2.000, con motivo del año jubilar, estuve una buena temporada en Roma como voluntario, pero no pude acercarme a menos de cinco metros del Papa ni siquiera para estrecharle la mano.
La visita del Papa Francisco al continente africano del 4 al 10 de septiembre próximos tendrá como primera escala Mozambique, país en el que Scholas Occurrentes, fundación creada por su santidad, tiene una de sus 12 sedes y en donde lleva implementando desde hace tres años diversos programas.
He tenido que volverla a ver y, sobre todo, a escuchar. La primera vez que la disfruté en directo se me acumuló una tormenta de ideas mientras se me llenaba de fuego el corazón. Hacía años que no me emocionaba tanto en el encuentro con el Evangelio vivo. Así que la he vuelto a revisar.
En este sentido tiene razón el ministro Borrell al decir que España no va a pedir disculpas por hechos que sucedieron hace quinientos años. Que López Obrador hable en su carta de los abusos hechos durante la conquista por los españoles es como poner de manifiesto algo que también ha sucedido con otros imperios que han realizado conquistas a lo largo de la historia.
El Papa ha creado cardenal al arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, en una ceremonia solemne en la que les ha advertido del "virus de la polarización" que crea enemigos por pensar diferente.
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