Puede resultar incómodo, desconcertante, insólito y tremendamente confuso para un católico poco practicante o, mejor dicho, con muchas dudas existenciales -que no sé si es exactamente lo mismo- el hecho de que la máxima autoridad de la iglesia católica, su pastor y dirigente, pueda, en determinadas ocasiones tener alguna salida que choca, se destaca o da la sensación de que la locomotora que dirige esta gran sociedad religiosa, con más de 2000 años de antigüedad, se haya salido de las vías a causa de un desvarío ocasional, una distracción una imprudencia o bien, una elucubración filosófica, de quien está encargado de su manejo.
No es extraña esta forma de comportarse del actual papa de la iglesia católica debido, seguramente, a la etapa en la que estuvo en su tierra natal, Argentina, bajo el peronismo de la familia Kirchner que, en alguna manera, afecto a sus ideas políticas, unas ideas capaces de interferir en su función de máximo dirigente del catolicismo. Una de sus más destacadas actuaciones en el sentido que apuntamos, fue cuando la señora Kirchner, en aquella época presidenta de la nación Argentina (un país al que ella llevó a sus peores momentos económicos y del que tuvo que abandonar su cargo, acusada de corrupción) visitó el Vaticano en viaje de cortesía siendo recibida por Francisco con una cordialidad inusitada, bebiendo juntos mate y haciéndose recíprocos obsequios, en contraste con lo que fue la recepción del presidente de derechas Macri, al que recibió como si se tratara su peor enemigo, algo que fue en contra de las más elementales fórmulas de cortesía con un jefe de Estado de una nación a la que el mismo Papa pertenecía.
Para alguien que intenta estar al corriente de lo que está sucediendo en Ucrania, que va recibiendo continuas e impactantes noticias de las barbaries que, el ejército de Putín, está cometiendo con la población civil de aquella nación; que es conocedor de la forma agresiva, incontrolada, injustificada y claramente expansionista que ha llevado a los militares rusos a intentar apoderarse de la nación vecina; no puede menos que molestar, encontrar desacertadas, impropias de quien las ha dicho y, del todo punto intolerables en una persona que debería ver lo que acontece al pueblo de aquella atormentada región, con una mirada de severo reproche para quienes, abusando de la fuerza, sin justificación alguna y estando en contra de la opinión de toda Europa y de la mayoría de países del resto del mundo civilizado.
Y es que, en la conversación que el Papa Francisco mantuvo con el director Corriere della Sera, posteriormente autorizada por la Santa Sede, el pontífice se expresó con las siguientes palabras:”que los ladridos de la OTAN a las puertas de Rusia, quizás llevaron a Putín a reaccionar mal y desencadenar el conflicto”. No encontramos en esta manera de expresar una opinión y usando semejantes términos más que motivos de censura, en primer lugar porque los “ladridos” no fueron previos a la invasión de Putín de la provincia de Krimea, sino posteriores; en segundo lugar, no fueron una amenaza de agresión sino, todo lo contrario una advertencia de defensa, como cualquier hembra hubiera hecho para defender a los suyos y, en fin, que una persona como Francisco se muestre tan insolidario con un pueblo al que se está masacrando puede que, para muchos católicos, resulte del todo incomprensible de parte de quien en lugar de justificar, aunque sea indirectamente, una guerra ilícita, tiene el deber de intentar amortiguar y evitar, en todo aquello que pueda, sus consecuencias fatales.
Muchos de nosotros que, cursamos nuestros primeros estudios en colegios de los jesuitas (recordemos que el Papa pertenece a esta orden religiosa), si bien no conservamos aquella fe tan extraordinaria que se nos inculcó, todavía recordamos aquello de “dad al César lo que es del César y a Dios lo que le pertenece a él” o aquella otra frase de los Evangelios “mireino no es de este mundo…”, frases en las que establece los límites de lo que es competencia de la iglesia y aquellos aspectos que corresponden a las autoridades de cada país. En este caso, el Papa ahondó aún más en la herida cuando habló de “Una ira que no se decir si fue provocada (¿por la OTAN?) pero facilitada, quizás si…” .
Según se desprende de unas palabras tan directas y expresivas, el Papa está convencido de que el dictador Putín estaba en su derecho a ocupar Krimea, hacerse con del Dombas y a intentar invadir, a la fuerza, a toda la nación ucraniana, con todas las consecuencias derivadas de una ocupación militar, por medio de un ejército invasor.
Cuando el papa emérito, Benedicto XVI anunció que dejaba el pontificado por verse incapaz de afrontar los problemas a los que tenía que enfrentarse la iglesia católica ( quizás tenía información de los numerosos casos de pederastia y de las irregularidades del Banco Vaticano), seguramente muchos católicos hubieran preferido que siguiese en su puesto, precisamente por la modestia de aquella persona, su indiscutible buena fe, su religiosidad sin tacha y el convencimiento de que lo que a él le correspondía no tenía nada que ver con la situación política de aquellos momentos y sí mucho que hacer con una iglesia que tenía graves problemas dentro de ella misma, que él no se veía con fuerzas de afrontar.
Como es obligatorio aceptar y como miembro algo alejado de la iglesia católica, no pretendo juzgar al pontífice y sus facultades de dirigir al catolicismo y pronunciarse sobre cuestiones de índole dogmática y de fe; pero no hay duda de que en sus relaciones con la sociedad, en aquellos temas que no tienen nada que ver con la religión y sus dogmas, no tenemos por qué dejar de cuestionar posturas que este papa viene incorporando a su ministerio, que no tienenpor qué se aceptadas por los miembros de la comunidad católica.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, hoy nos ha tocado incidir en un tema que creo que entra de lleno en las cuestiones de participación del papa Francisco en cuestiones civiles y políticas, a las que parece estar muy aficionado, pero en las que, por desgracia, en muchas ocasiones no parece tener el acierto necesario para opinar correctamente sobre temas que no le competen ni afectan a su ministerio, en este caso como pastor de los católicos.
Y vamos a leer la opinión de alguien que parece tener las ideas claras sobre la función de la iglesia y la del estado, se trata de George Carlin que nos lega la siguiente opinión: ”Estoy completamente a favor de la separación de la iglesia y el estado. Mi idea es que estas dos instituciones nos han jodido bastante, cada una por su cuenta, así que las dos juntas serían la muerte”. No opinamos lo mismo, pero algo de razón tiene este señor.
|