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Si, como decía Octavio Paz, “lo poético es la poesía en estado amorfo”, poco tiene ya la vida en el planeta para ofrecer a la voluntad del poeta. Me refiero a aquellas circunstancias ajenas a quienes escribimos que potenciarían nuestra fuerza creadora. Si siempre hubo guerras, masacres, ignorancia y anomias; egoísmo, estupidez y continúa la lista de los estragos, hoy todo se amplificó.
Aún tratándose de su versión más comentada, las estrategias militares no son la única expresión de estas técnicas del disimulo. Vivimos muy ligados a las diferentes formas de mostrarnos de manera equívoca, con toda clase de matices e intensidades. Si unas veces las desarrollamos con plena voluntariedad, son evidentes los encubrimientos que se manifiestan al margen de las intenciones del protagonista.
Tras la pandemia, la mayoría de los españoles ha vuelto a su rutina cotidiana y se siente más tranquilo ante los síntomas de afecciones respiratorias como el resfriado común. Sin embargo, la situación vivida ha dejado una huella tangible en la población: el 38% de los españoles afirma sentirse ahora más propenso a resfriarse. El 26% lo atribuye a la pandemia mientras que el 12% no establece ninguna relación con la COVID-19.
El manantial de donde surgen las ideas, siendo copioso como lo es, nadie consiguió todavía descubrir sus perfiles. Brotan las ideas a borbotones, se entrelazan o chocan, persisten o desaparecen, a través de trayectorias misteriosas; al menos, esas vías escapan a la agudeza de las percepciones humanas.
La simple observación de la realidad cotidiana proporciona una forma de captar y percibir el mundo desde tu propia historia personal, influida naturalmente por la educación recibida, los valores y las creencias arraigados y las emociones o percepciones disfrutadas o sufridas.
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