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Hoy quisiera invitarlos a reflexionar sobre la resiliencia, entendida como la capacidad de sobreponernos a las adversidades. Este poder ha sido objeto de la reflexión filosófica desde la antigüedad, ya que el ser humano siempre ha estado marcado por el sufrimiento, el dolor y las dificultades recurrentes.
Los valores éticos se vuelven, a cada momento, más necesarios en la vida moderna. La serenidad mental y la resiliencia son útiles para las personas, y les proporcionan una mayor fuerza, energía y poder para afrontar las dificultades y problemas de la vida cotidiana. De esta forma, se mantiene un cierto equilibrio psicológico y también una considerable estabilidad emocional.
Muchas veces suceden situaciones que nos hacen cuestionarnos todo nuestro mundo, entorno o proyecto vital. Es inevitable sentir miedo o incertidumbre ante los cambios, pero más complicado resulta cuando contamos con pocas personas de verdad a nuestro alrededor porque gente existe siempre, pero con la que contar, poca.
La vida puede dar giros inesperados, como lo retrata la película The Guitar (2008), donde la protagonista, tras recibir un diagnóstico terminal, decide cambiar el rumbo de su vida. Sin embargo, en la realidad, los diagnósticos iniciales no siempre son el final de la historia. En ocasiones, el cuerpo humano tiene una capacidad sorprendente para adaptarse, regenerarse e incluso vencer enfermedades graves, como el cáncer.
Resiliencia es una palabra que la psicología toma de los materiales que se doblegan sin romperse para después volver a la situación original. Cuando tenemos un trauma físico, por ejemplo perdemos una pierna, eso es irremediable. Pero si tenemos un trauma interior, de la mente o el alma, se produce una deformación en los sentimientos, por ejemplo en la depresión, que sin embargo pueden volver a recuperarse.
Supongo que coincidiremos en la impresión mañanera; al recorrer las pantallas parecen acecharnos por cada rincón los retumbos de lo más insospechado. Cuando no son disparos, crujen las trifulcas en los ambientes domésticos, las declaraciones intempestivas tampoco animan el cotarro, ni los desaires arropan al personal. Los conejitos alegres deben haberse escondido.
Así como esos famosos, estoy convencido de que muchas de las personas que nos rodean son ejemplo de lo que hoy día se conoce como resiliencia, es decir, esa capacidad que tienen las personas para recuperarse ante la adversidad para continuar progresando, no obstante lo traumático que pueden resultar algunos pasajes de su vida. Mi amiga, la escritora marplatense, es una de ellas.
Estamos en tiempos de modas, de cambios en las formas, de reubicación de costumbres, de dilapidar las lenguas…Las modas, que disfrazan al pobre de rico o de artista o de cualquier otro. Las formas, que convierten en banal la cortesía, en ridículo la educación y en usar y tirar la vestimenta.
A veces, con la anulación de las restricciones impuestas por los diferentes gobiernos por los Tribunales Superiores de Justicia, da la impresión de que algunos jueces forman parte de ese grupo que dificulta la resilencia colectiva.
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