Muchas veces suceden situaciones que nos hacen cuestionarnos todo nuestro mundo, entorno o proyecto vital. Es inevitable sentir miedo o incertidumbre ante los cambios, pero más complicado resulta cuando contamos con pocas personas de verdad a nuestro alrededor porque gente existe siempre, pero con la que contar, poca.
Cuesta mucho confiar en los demás cuando se trata de asuntos serios. Cuesta mucho desahogarse de forma sincera con otros sin esconder nada cuando son temas delicados que nos pueden herir. Cuesta mucho abrirse y mostrar nuestros sentimientos sin tapar ciertas cicatrices por el temor de que vuelvan a sangrar. Cuesta mucho reconocer los errores o pedir perdón sin sentir cierta culpabilidad.
Y es que la vida consiste en épocas de esplendor en las que todo parece ir bien y no nos paramos a pensar en cómo les va a los demás por el simple hecho de que a nosotros nos toca y lo que es peor de todo, que pensamos que jamás nos llegará. Y, por otro lado, épocas de vacío o fracaso en las que vemos el mundo negro y cuya situación nos parece irreal porque en nuestras expectativas no tenía entrada tales situaciones. Pero es que la vida viene como viene y nadie puede ni predecir ni controlar lo que sucederá. La vida es sorpresa y cambios… es una montaña rusa en la que no depende de nadie estar arriba o abajo, sino que depende de la actitud con la que nos tomemos las cosas.
Cada día puede suponer un reto existencial para muchas de las personas que conocemos o que vayamos a conocer a lo largo del camino. Cada proyecto de vida que tenían marcado puede desvanecerse de la noche a la mañana. Cada ilusión puede desplomarse por una decisión mal tomada. Y cada arrepentimiento puede venir dado por falta de experiencia.
Pero es que lo más importante es, ya sea en cuestiones familiares, de pareja, amistad, laborales o conocidos, que cuando las cosas se tornen difíciles seguir toreando el temporal. Nadie dijo que vivir fuera un cuento de hadas y a medida que vamos cumpliendo años, nos vamos volviendo más ariscos, desganados y, sobre todo, desilusionados no ya sólo con uno mismo, sino con los demás.
Y es que, aunque las situaciones sean complejas y parezcan no tener fin, hay que replantearse el modo de vida que estamos llevando. Vivir es una aventura en sí misma. Vivir es aprender cada segundo. Vivir es luchar por aquello y aquellos que queremos. Vivir es no rendirse nunca o en caso de hacerlo, tomarse un respiro para volver al sendero. Vivir es pensar en que mañana habrá otro día del que poder disfrutar. Vivir es tener la certeza de sentir. Vivir es, a veces, soñar despierto. Vivir es llevar años atrás, los cuales dan un grado de experiencia.
Así que, ante momentos complicados es necesario seguir adelante siempre e intentar dejar de lado los pensamientos intrusivos que pueden aparecer en determinadas circunstancias como puedan ser en la noche. Podemos estar un día mal, dos o tres a lo sumo, pero después hay que hacer el esfuerzo de retomar esas energías que podemos perder para tomar impulso y ver las cosas desde otra perspectiva, ya que muchas de las veces fallamos sobre la actitud que tomamos y lo que esperamos de la vida y de sus personas.
Por eso mismo, hay que intentar ser realistas en todos los aspectos vitales, hay que dedicarse tiempo a si mismo bajo un prisma neutral sin escuchar a nuestra cabeza, la cual en los momentos de más bajón tiene la mala costumbre de recordarnos y decorar el mundo de una forma un tanto tenebrosa y dañina, exigiéndonos más de lo que en ese momento podemos dar. Y es que la magia de la vida tiene capítulos buenos y otros, no tanto, pero del personaje principal, es decir, de cada uno de nosotros, dependerá el desarrollo de la trama que vendrá a continuación. Porque luchar en épocas desfavorables es la mejor manera para seguir avanzando y demostrarnos a nosotros mismos que sí somos capaces de avanzar pase lo que pase y vengan las cosas como vengan.
|