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Si miramos a nuestro alrededor podremos ver miles de parejas que, o se han formado hace poco o que ya lo vienen siendo desde hace tiempo atrás. Y todas estas parejas a medida que van avanzando generarán unos códigos que crearán las bases de lo que están o quieren construir. Siempre los inicios son sencillos, no existe cabida para los malentendidos porque el diálogo no estará viciado de reproches ni de emociones que hayan creado un mal ambiente a causa de alguna discusión.
Las parejas en sus primeros momentos son fáciles de llevar pero el problema surge cuando, como es normal, debido al tiempo, las cosas se empiezan a enfriar. A veces, porque uno de los dos cambia, otros, porque el entorno es el que influye en sus decisiones y las que más, porque uno de los dos se ha cansado. A veces, podrán ser baches o crisis que, si los dos no quieren solventar eso no llevará más que al fracaso inmediato.
El amor como tal es un sentimiento que nos genera esa necesidad imperiosa de estar con la persona a la que amamos, es una emoción descomunal que nos atrapa en sus comienzos, algo así como una especie de droga que nos envuelve y nos hace sentir bien. Pero esos efectos, se pasarán y deberán quedar otras cosas que nos motiven a seguir juntos. Existirán variables que puedan hacer que cualquier relación de pareja flaquee como son la convivencia, la rutina, la estabilidad, las mentiras, las infidelidades, la falta de compromiso y lo que es más importante la ausencia de responsabilidad afectiva.
Para estar con alguien hay que asumir una serie de compromisos, una serie de pactos, que en el caso de no cumplirlos, harán que todo lo que se ha ido construyendo, ya sea en mucho o poco tiempo, se desmorone en tan sólo unos segundos. Podemos creer que conocemos a la persona con la que estamos pero puede suceder que, en ciertos momentos existenciales y ante situaciones estresantes, descubramos otra cara que ni por asomo, creíamos que existía.
Somos capaces de prometer eso de “Yo nunca te haré daño” cuando el amor está empezando pero podemos olvidar esas palabras cuando ya llevamos bastante recorrido. A veces, hacemos daño sin querer y otras queriendo porque el amor es así de caprichoso. Ninguna pareja está exenta de sentir dolor en alguna de las etapas de su relación y cuando queremos a alguien la cosa se agrava aún más.
No somos perfectos con nuestros amigos, ni con la familia, pues menos aún con la pareja. Y es que en este caso, el amor es una mezcla, en ocasiones de emociones que se alternan como son la felicidad cuando estamos bien, la tristeza ante las decepciones, el llanto ante el dolor, la rabia por no llegar a un entendimiento, la euforia cuando nos dejamos llevar, la ira frente a los enfados, el deseo cuando nos dejamos llevar, el orgullo al querer quedar por encima, la complicidad cuando nos entendemos, el egoísmo al olvidar a nuestra pareja, la culpabilidad cuando hacemos algo mal, la alegría al encontrarnos bien o el miedo cuando pensamos que podemos perder a la otra parte…
Y el amor, por supuesto, que puede doler y dolerá porque a veces, se comporta como una montaña rusa donde no depende de uno sino de dos personas, completamente autónomas que toman la decisión de elegirse cada día. Dos individuos que se prefieren pese a todo lo que sucede a su alrededor y en donde, la confianza, el diálogo y la ausencia de mentiras, deben ser los valores más importantes que estén presentes porque, en el caso de que alguno de ellos falle, dará lugar a que el amor, efectivamente, duela, y será entonces cuando habrá que replantearse el tipo de relación que se estaba llevando hasta entonces y que se llevará, a partir de ese momento. Y esto es algo, que quien ha estado y está, realmente enamorado sabe entender porque sólo podemos conocer el dolor cuando previamente, hemos amado.
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