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El amor no surge de la nada, ni es producto de la casualidad... es la maravillosa realidad creada por la unión de dos seres que quieren convivir con amor y generar amor. El ser humano busca el amor, necesita ser amado, querido y correspondido desde el minuto cero de su existencia; desde el primer momento que llegamos al mundo, sentimos la necesidad de salir de nosotros mismos.
Si miramos a nuestro alrededor podremos ver miles de parejas que, o se han formado hace poco o que ya lo vienen siendo desde hace tiempo atrás. Y todas estas parejas a medida que van avanzando generarán unos códigos que crearán las bases de lo que están o quieren construir. Siempre los inicios son sencillos, no existe cabida para los malentendidos porque el diálogo no estará viciado de reproches ni de emociones que hayan creado un mal ambiente a causa de alguna discusión.
Hace unos años, National Geographic publicó una historia que conmovió a muchos: después de un devastador incendio en el Parque Nacional de Yellowstone, un guardabosques encontró el cuerpo calcinado de un ave al pie de un árbol. Su postura era extraña, no parecía haber caído en un intento de huida. Al tocarla con una vara, tres pequeños polluelos emergieron de debajo de sus alas.
Libertad es una palabra que se oye a menudo en estos tiempos que corren. La libertad es ese derecho sagrado e insustituible que lamentablemente sólo algunos afortunados en el globo hemos podido gozar de él. Considero la libertad como un concepto grande, como una de esas palabras fundamentales en cualquier idioma por lo que representan.
Tapada con sábanas va mi corazón, que volando entre olas no encuentra el amor, Manuel, Norberto, Gregorio, Lucrecio, estoy tan confusa que no sé qué hacer. A casa de Gilberto me pienso marchar, ese amor maduro me hará feliz y progresar, salir de las penas admirando el mar en su inmensidad.
El vínculo más patente es que todos cohabitamos en este planeta, bajo el mismo aire e idéntico techo, hasta que la muerte nos alcance el manchado cuerpo. En consecuencia, nuestra gran asignatura pendiente, radica en no romper los armónicos lazos que nos unen como humanidad; y, por ende, como familia.
Para conocer a alguien hace falta tiempo, momentos de calidad y compartir también determinados valores, ya que las parejas se forman porque dos personas en un instante determinado se sienten atraídas y piensan que es posible que puedan ser compatibles en el tiempo.
En la pareja debe fluir la comunicación más directa y eficaz a través de las normas que ponga en marcha cada miembro de una relación. Desde la sinceridad a los hábitos más saludables del diálogo, las palabras y los mensajes, es posible conseguir que las uniones personales puedan a llegar a consolidarse y dejen de ser sentimientos pasajeros.
Con hondos, cálidos y dulces sentimientos, auxiliado del arte magistral de Rubén, ante el gozo de la carne que después, se tornara en polvo y ceniza, este día especial deseo, que mi canto al amor, nos cubra, nos inunde y nos hechice, abriéndonos las puertas del palacio, para en amplia pista, danzar y bailar muy bien con vos, juntitos rozándonos dar brillo a la hebilla, amor de mi vida.
Con la llegada de San Valentín, la presión social por encontrar el amor "perfecto" se intensifica, especialmente en un mundo donde las redes sociales imponen estándares irreales de felicidad y romanticismo. Esta presión puede desencadenar en problemas de salud mental como ansiedad, depresión o trastornos de la conducta alimentaria. Según afirman los especialistas "el mito del amor romántico nos ha hecho creer que estar soltero es sinónimo de soledad".
La vida es breve, pero bella e intensa. No por casualidad el Creador de la humanidad inició su creación iluminándola mediante la luz, para que el firmamento se apreciara ser cielo, donde el día se separara de la noche, la tierra del agua, y estas fueran revestidas de estrellas relucientes.
A pesar de que parece que fue en la antigua China donde alrededor del siglo VII a.C. se creó el concepto de exámenes para lograr reconocimiento y estatus en los aspirantes que superaban la prueba, fue el siglo XIX, con el Positivismo, el que trajo a nuestro mundo la necesidad de validar el conocimiento a través de unas pruebas fijas diseminadas a lo largo del año escolar, con unos criterios que medían la valía de los estudiantes.
Hay un día al año en el que los enamorados visten de gala al universo y las estrellas se convierten en cómplices de un ritual secreto: la fiesta del amor, en la que San Valentín es el alquimista de la orgía de la seducción. La fiesta del amor es el puente necesario que permite a los enamorados cruzar de la orilla de la rutina a la de la ternura y la sorpresa.
En una sociedad dominada por el materialismo y la hiperconectividad, el ser humano corre el riesgo de perderse en la superficialidad de lo inmediato, olvidando su propio centro, su interioridad. Es urgente, entonces, recuperar la capacidad de volver sobre uno mismo, de mirar hacia adentro, de encontrarse con la verdad más profunda que nos habita.
Somos un inédito soplo de vida, la pulsación de un verso en camino, deseoso de reencontrarse con el edén. Ante esta realidad, no podemos continuar envenenándonos, hemos de forjar otros fueros más níveos, al menos para acrecentar la pureza del ser, manteniendo nítida la propia aura que respiramos, con sus consabidas percusiones anímicas.
En estos días, copan los noticiarios de todas las cadenas y las páginas de los periódicos, los avatares de los políticos, que, entre otras decisiones, pasan de un ómnibus a un microbús sin solución de continuidad; o se ceban en la desgracia de una familia investigada por un posible maltrato de un bebé. Personalmente he renunciado a todo tipo de comentarios sobre estos temas.
Friedrich Nietzsche, uno de los filósofos más influyentes del pensamiento contemporáneo, introdujo la distinción entre "hombres superiores" y "hombres inferiores" en el contexto de su crítica al nihilismo y a la moral tradicional. Esta clasificación se basa en su concepto de la "voluntad de poder" y en su rechazo a la igualdad promovida por el cristianismo y otras ideologías.
Recuerdo una anécdota que viví hace algún tiempo mientras caminaba con un sacerdote. Durante nuestro paseo, se nos acercaron dos sindicalistas que comenzaron a quejarse de la Iglesia, acusándola de no hacer lo suficiente para ayudar a los pobres. Fue un momento tenso, cargado de críticas y palabras que, si bien tenían una intención de justicia social, estaban impregnadas de reproche.
Estas fiestas navideñas, recién concluidas, nos invitan a mirar con atención al significado profundo de la celebración: el amor que transforma y da sentido a nuestra vida. Más allá de las luces, los regalos y las reuniones familiares, la Navidad conmemora un acontecimiento que cambió la historia de la humanidad: el nacimiento de Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, que vino al mundo por amor a cada uno de nosotros.
La Navidad es, para muchos, la época más mágica del año. Sin embargo, en un mundo cada vez más individualista, su esencia puede desdibujarse, dejando un vacío emocional que ni los regalos ni las luces logran llenar. En una sociedad que valora el éxito personal sobre las relaciones humanas, el individualismo nos aísla, privándonos de lo más valioso: el amor y la conexión con los demás.
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