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Ante los venenos del aire mundano

Ha de volver el calor de hogar a nuestras vidas, al menos para retomar el entusiasmo de la lumbre del amor, siempre en disposición de fraguarse para amar
Víctor Corcoba
jueves, 6 de febrero de 2025, 08:57 h (CET)

Somos un inédito soplo de vida, la pulsación de un verso en camino, deseoso de reencontrarse con el edén. Ante esta realidad, no podemos continuar envenenándonos, hemos de forjar otros fueros más níveos, al menos para acrecentar la pureza del ser, manteniendo nítida la propia aura que respiramos, con sus consabidas percusiones anímicas. La metáfora del viento impetuoso, que nos sorprende en cualquier esquina, tiene que hacernos reflexionar sobre la necesidad de respirar corrientes no contaminantes, lo que genera activar el espíritu del alma y remover, cada cual consigo mismo, sus propias entretelas, para no caer en enfermedades prevenibles. Justamente, nos merecemos un cielo azul y un mar con oleaje de estrofas, que es lo que verdaderamente nos reanima las miradas. Sea como fuere, para entrar en este gozo de reanimación, sólo hay que poner en cumplimiento el “haz el bien y no mires a quién”.


Realmente, lo confieso, me niego a verlo todo cargado de espíritu contaminante, pues viciados los andares en comunión y en comunidad, nada es lo que ha de ser. En vez de progresar en la nítida cátedra viviente, que es lo que injerta sabiduría, nos hundimos en el vacío y en los vicios, con la necedad del tormento y el absurdo de la confusión. Despertar para volverse contemplativo es lo suyo. Sólo así, podremos aprender a reprendernos, haciendo valer y valorando la claridad de lo auténtico. A propósito, un estudio reciente avalado por la Organización de la Salud, precisa que un gran número de casos de cáncer de pulmón, fueron del subtipo adenocarcinoma, atribuibles a la contaminación ambiental, por material en partículas. Ojalá, hagamos posible que las jóvenes generaciones respiren otro brío más etéreo, más saludable y menos infectado. Al fin y al cabo; quien mira lo vivido, el futuro percibe.


Es menester aclararse, ya que estamos aquí, para custodiarnos entre sí. Hoy más que nunca, precisamos esclarecer andares y horizontes; pues, si sabemos que la explotación ilícita de recursos alienta conflictos, aparte de alimentar deshumanización e impureza, lo que requiere un viento humanitario que nos eleve mar adentro, pongámonos en acción cooperante hacia ese proceso vital de realizaciones trascendentes, sobre todo en las sociedades del bienestar, que han dejado de latir corazón a corazón. Indudablemente, tenemos que redoblar esfuerzos colectivos, sobre todo para adaptar los sistemas alimentarios a los efectos del cambio climático, cuyo impacto negativo pone fuera de sí la inseguridad alimentaria. Para empezar, ha de volver el calor de hogar a nuestras vidas, al menos para retomar el entusiasmo de la lumbre del amor, siempre en disposición de fraguarse para amar.


Por ello, mientras perseveramos conjuntamente por garantizar el acceso a la energía para todos, hemos de tener en cuenta el impacto resultante de lo que nos rodea. Desde luego, la transición a una energía accesible y limpia es un deber combinado, en el que todos los países han de tomar parte activa, por mera responsabilidad. No olvidemos que el año pasado fue el más caluroso jamás registrado, lo que nos demanda a todos a frenar el calentamiento global. La sensibilidad humana no puede quedar en entredicho y ha de sentir el común compromiso por la creación, tanto en la promoción de la defensa de la tierra, del agua y del aire, como en el amparo hacia toda existencia de la destrucción de sí mismo. Jamás rompamos vínculos, la misma brisa que respiramos y la misma agua que nos sacia, nos llama a elevar la visión hacia otros espacios más cristalinos.


En consecuencia, nos merecemos gobiernos garantes, con capacidad de gestión efectiva; haciendo las cosas bien, lo que requiere de liderazgos honestos, que fomenten las cosas correctas. Sin embargo, hoy el mundo padece multitud de desorientaciones, con acentuados conflictos que nos envuelven de torpezas y nos dejan sin apenas ventilación para la versificación existencial, además de dejarnos sin nada que llevarnos a la boca. Subsiguientemente, hemos de salir de este círculo depravado cuanto antes; lo nefasto es inyectar el veneno del miedo al cambio, cuando en realidad caminamos por aquí abajo para activar una correcta relación entre nosotros y con el medio ambiente; sin obviar los pulsos, pero tampoco las pausas, que es lo que injerta en nosotros un pentagrama viviente melódico. En suma, que lo sustancial radica en no desfallecer y en mantenerse vivo en el servicio, sin servirse de nadie ni de nada.

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