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Somos un inédito soplo de vida, la pulsación de un verso en camino, deseoso de reencontrarse con el edén. Ante esta realidad, no podemos continuar envenenándonos, hemos de forjar otros fueros más níveos, al menos para acrecentar la pureza del ser, manteniendo nítida la propia aura que respiramos, con sus consabidas percusiones anímicas.
Latido a latido es como se progresa, abrazados a la existencia y sembrando poemas, no penas, que todo despertar de cada día tiene su encanto, tampoco lo destrocemos. Cualquiera, en esta supervivencia diaria, requiere de nuestros pulsos en comunión y en comunidad.
El mundo no puede parcelarse anímicamente entre análogos. Necesitamos sumar pulsos, sentirnos arropados mutuamente. Sólo hay que ver que el orbe vive más tiempo, más sano y tal vez un poco más radiante, gracias a las organizaciones internacionales, en este caso a merced de la Organización Mundial de Salud.
A lo largo de la vida podemos comprobar cómo la madre es el “punto de encuentro” capaz de reunir a todos los miembros de una familia por muy desperdigados que estos se encuentren. No voy a descubrir ahora el valor de la madre como persona, como conciliadora y como sumo matriarca. Pero, una vez más, me vuelvo a sorprender por su capacidad de comprensión, de su forma de tratar a cada uno de los hijos, nietos y demás familiares como si fueran los únicos seres del mundo.
Al inicio de un nuevo año, resulta esperanzador poder elevar la mirada, con el propósito de reorientarnos hacia un horizonte en calma, con pulsaciones líricas y pausas silenciosas. Necesitamos atravesar la puerta del alma para reconocernos y vernos, despojados de contiendas y restituidos de sueños.
Nuestra época, más que ninguna otra, tiene necesidad de apiñarse corazón a corazón, para sentirse familia y reconocer el calor de hogar, tan preciso e imprescindible para este tránsito viviente. Se hace indispensable, recuperar por parte de todos la conciencia de la primacía de los valores morales, si en verdad queremos retornar a comprender que nada somos por sí solos.
Vivimos en una permanente vorágine, que nos impide reencontrarnos a nosotros mismos, reflexionar sobre nuestra existencia, en una dinámica verdaderamente desconcertante. El estrés cotidiano y el vacío que se esparce, nos deja las entretelas empedradas de maldades y el ánimo por los suelos.
La crónica vivencial, por sí misma, es un continuo envolverse de posibilidades para sobrevivir. Así, cada nuevo despertar tenemos la coyuntura de amar, no en vano somos hijos del amor; también de trabajar, es un derecho y una obligación de todos los ciudadanos; además de contemplar cómo nos movemos y de mirar a las estrellas para poder soñar, con el abrazo armónico hacia ese orden místico del que formamos parte.
Estamos repletos de debilidades y errores, pero el que tiene un corazón sin coraza, jamás cultiva la estupidez y lo que injerta son sueños de libertad. Ciertamente, el respeto comienza por la aceptación y el aprecio de uno mismo, lo que requiere actitudes abiertas y comprensivas.
Lejos de la imagen de chico duro, Omar Montes es pura sensibilidad. Así lo percibieron los cientos de personas que ayer se aglutinaron en el entorno del Nuevo Museo Minero de La Unión para recibir a uno de los artistas del momento, que llegaba por primera vez al municipio para recoger la máxima distinción institucional que otorga el Festival Internacional del Cante de las Minas a aquellos que contribuyen a la defensa y difusión del flamenco: el ‘Castillete de Oro’.
La vida, por sí mismo, es un mero ejercicio de reencuentros; a los que ha de sumarse el espíritu de sacrificio, que es lo que nos ayuda a superarnos, reconociendo nuestras propias limitaciones y el coraje de los demás. Desde luego, es el momento de ponernos en práctica corporativa, tanto de vivir los sanos lenguajes que nos aproximan, como de activar los sueños Olímpicos y Paralímpicos París 2024.
En los últimos tiempos se agrava la desvertebración territorial de España, y una de las causas es que se está transfiriendo más poder a los diferentes movimientos separatistas y nacionalistas. Creo que el futuro pasa por una España unida, orgullosa de su variedad y su pluralidad, administrativamente descentralizada pero políticamente unitaria, y esto es uno de los puntos clave del ideario de Vox.
Hay que dar espacio y transmisión, tanto a las familias como al cooperativismo, a las mismas empresas o a las asociaciones, puesto que forman parte del género activo de la sociedad y, como tales, hemos de considerarles, lo que significa liberar buenas vibraciones para que el bien común sea fruto del empeño y de la solidaridad entre todos.
A nadie le es lícito permanecer ocioso e indiferente, que lo sepamos. Todos tenemos una tarea que realizar, un quehacer como misión colectiva. El mundo necesita hermanarse, romper fronteras y no vínculos, que son signos evidentes de una pertenencia que marca la vida. El presente lo llevamos a término conjuntamente.
Necesitamos comprensión de hogar, máxime en un tiempo donde las familias son muy heterogéneas; ya que los diversos vínculos suelen sentir y vivir de manera distinta, además de que los espacios sean muy diferentes, pues aún se silencian voces en muchos de ellos, imperando el ordeno y mando, sin apenas diálogo alguno.
El espíritu democrático se ha de concentrar en el respeto a los derechos humanos y se debe centrar en las personas. En este sentido, una buena gobernanza está pendiente de todos y necesita de la virtud, fortaleciendo las instituciones, supervisando y rindiendo cuentas en toda ocasión.
El objetivo estaba claro: La Unión tenía que ser el lugar desde donde se escribiera la crónica social y cultural de nuestro país en el mes de agosto. Y así ha sido: la 62ª edición del Festival Internacional del Cante de las Minas deja datos que superan las expectativas marcadas hace tan solo unos meses, situándolo como el epicentro mediático del flamenco durante estas semanas.
Los gobernantes de los doce países de América del Sur, reunidos en Brasilia, establecieron un “grupo de contacto” encabezado por sus cancilleres para elaborar una “hoja de ruta” destinada a impulsar, por tercera vez, la integración de la región en un bloque, con área de libre comercio incluida.
En estos momentos de continuos trances, con un oleaje fuerte de pandemias y catástrofes naturales, a lo que hay que sumar un aluvión de contiendas absurdas, deberíamos ejercitarnos en saber vivir y en tender puentes. Ciertamente, hemos pasado uno por uno los límites. Urge, por consiguiente, aprender a reprendernos.
Qué verdad es que los hijos de las tinieblas son más sagaces y astutos que los de la luz. Haciendo un símil, las tinieblas serían la Izquierda y la luz la Derecha, que no sabe llegar a los ciudadanos, ni vender su “oferta” debidamente, de manera que haya muchos que la “compren”.
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