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Hermanarse es el comienzo de toda evolución humana

Debemos recuperar el espíritu de cercanía en su estado níveo, sólo así podremos reconquistar lo armónico. El éxito individual no soluciona nada
Víctor Corcoba
lunes, 27 de enero de 2025, 09:32 h (CET)

Latido a latido es como se progresa, abrazados a la existencia y sembrando poemas, no penas, que todo despertar de cada día tiene su encanto, tampoco lo destrocemos. Cualquiera, en esta supervivencia diaria, requiere de nuestros pulsos en comunión y en comunidad. Tanto es así, que donde acaba el innato anhelo empieza la desconfianza, el temor y el terror a que nos alcancen y nos ahoguen la multitud de miserias mundanas. Precisamente, ahora más que nunca, requerimos de la acción agrupada, al menos para abordar los inevitables desafíos globales y conseguir un florecimiento que nos concierte como genealogía pensante. Seguramente, tengamos que empezar a poner calma a este tiempo turbulento, dominado por las garras del poder y de la posesión, así como por las guerras verbales en las redes sociales.


Ya no digamos cuando nos vemos frente a frente los análogos. En ocasiones, la propia mirada es un puñal; otras veces, se simplifica la realidad para promover reacciones vociferantes, lanzando mensajes que amortajan la esperanza. Sea como fuere, hay que levantar el ánimo y no rendirse.

Quien tiene sueños vive de otro modo; se le ha injertado una naciente lozanía, una forma nueva de vivir todas las cosas. Nuestra misión es rehacerse; e, igualmente, no dejar a nadie atrás, promover la igualdad y abrir horizontes a un futuro, abierto y seguro para todos. Indudablemente, la acción no es fácil. Debemos recuperar el espíritu de cercanía en su estado níveo, sólo así podremos reconquistar lo armónico. El éxito individual no soluciona nada. Nos necesitamos entre sí para alentarnos, lo que nos demanda a convocar unión de fuerzas, con reunión de solidarios y saludables comportamientos.


En consecuencia, es vital que nos comuniquemos corazón a corazón, que es lo que realmente nos hace compañeros de camino, suscitándonos actitudes de apertura y amistad. La vida es un proyecto comunitario, en el que todo se entrelaza. Respetemos la naturaleza y todo aquello que nos acompaña. Precisamente, en el Año Internacional de la Prevención de los Glaciares 2025, quiero recordarme de esos pueblos indígenas de Asia, América Latina, el Pacífico y África Oriental, que suelen considerarlos espacios sagrados y morada de deidades. Bajo esta llamada de atención, que ha de hacernos reflexionar a todos, para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, debe ayudarnos a salir de nuestra zona de confort y a estar alerta ante el grito del entorno, a ser un poco menos indiferentes y un bastante menos encerrados en nosotros mismos.


Ojalá sepamos encontrar siempre los destellos oportunos para entretejer la concurrencia de pasos, que es lo que verdaderamente nos engrandece el ánimo, haciéndonos sentir cada día más familia, al tiempo que descubrimos la importancia de caminar juntos. Nada es por sí mismo. De ahí, la importancia de cultivar la docilidad y de no olvidar el rostro del otro, que espera nuestra caricia como saludo, no nuestro veneno. El destino debe estar lleno de ilusiones, sabiendo que la humanidad comienza por uno mismo y que la justicia va con nosotros. En cualquier caso, la conciencia nos llama, a iniciar la lucha dentro de sí, para proseguir en la aventura de amarse a sí mismo, sin tener que rearmarse. Únicamente, de esta manera podremos querer a los semejantes; luego aunque se empiece con dudas, se llegará a terminar con certezas. La felicidad la dona, justamente, la convicción de no sentirse perdido.


Además, sólo en un mundo habitado por ciudadanos francos que saben compartir el esfuerzo de cada jornada, es posible la unión. Esto es fundamental para todo; hasta para fortalecer el vínculo de la concordia, se requiere una base de desarrollo inclusivo y sostenible. Por ello, todos los gobiernos deben estar concienciados para adoptar medidas que aborden los agravios y prevengan la violencia. Sin duda, lo más sensato en un planeta globalizado como el nuestro, es que los derechos humanos se universalicen con su cumplimiento. La discordia todo lo debilita, mientras la alianza, servida con el espíritu donante, toma la pujanza como objetivo. Sin embargo, las divisiones crecen, las tensiones se acentúan y la confianza se desgasta, lo que acrecienta el enfrentamiento e impide los adelantos. Es menester pues, acoplarnos y actuar coordinados, vertiendo calor de hogar.

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