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En algunas instituciones, sobre todo en el Congreso y el Senado, que deben representar los intereses de los ciudadanos y la soberanía del pueblo español, la escalada de insultos, palabras gruesas, descalificaciones personales y discursos teatrales, se está convirtiendo en la verdadera protagonista de la acción de sus señorías, que reciben, precisamente, este tratamiento por la dignidad del cargo que ocupan.
Siempre me he cuestionado mi futuro. Podría seguir los pasos de mis padres; podría aprender el camino de alguno de mis familiares, abogados, economistas, educadores... Estaría bien, encontraría facilidades, seguramente aseguraría el futuro, pero... ¿Estaría llevando a cabo mi proyecto de vida?
Existe en Estados Unidos una gran devoción por las armas de fuego. Actualmente hay más de 400 millones de armas en circulación en el país —es decir, más armas que personas— y solo unas pocas y laxas medidas de control sobre quién puede comprarlas o acceder a ellas. A lo largo y ancho de la sociedad estadounidense, una gran cantidad de personas veneran, exaltan y portan con orgullo las armas de fuego.
La realidad política choca frontalmente con el sentido común ético, personal y profesional, de los políticos de Partido. La igualdad amorfa de todo un conjunto de Diputados, Senadores, Concejales, nos hace retroceder a los tiempos de la ignorancia sin libertad, “o conmigo o contra mí”.
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