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Lluís Amiguet, que entrevista a la doctora Marion Muller-Colard, teóloga, inicia la entrevista preguntándole: “¿Tiene algún sentido que un niño sufra dolores terribles por un cáncer incurable?” La doctora le responde: “Vi que este sufrimiento, a veces horroroso, siempre nos sorprende cuando nos toca, porque nos consideramos buenas personas, y por lo tanto, protegidas por nuestra bondad, y el pacto con el Dios de este dolor".
El abecedario de contaminantes es diverso y variado, siempre lo ha sido, sólo hay que mirar el pasado pero no para vivir únicamente de sus avances, sino para encontrar esas respuestas adecuadas a los problemas, en orden a afrontar y superar los retos de la historia, sin perder el sentido humanitario y la orientación adecuada.
Vivimos rodeados de innumerables sufrimientos, erupciones en Palma, en Italia, terremotos gravísimos en Haití, en Guerrero (México), Fukishima (Japón), Mala (Perú), la pandemia del COVID y sus duras secuelas, crisis económica, demasiado dolor y nadie soporta otro un leve soplo de contrariedad y sufrimiento. Las ideologías, sea cual sea su color y pensamiento están como esas ropas viejas que alguien ha dejado para limpiar el suelo.
La autoría de este sucedido se la atribuyen diversas personas. Es más, dudo hasta de que sea cierta. “Ma, si non e vero, e ben trovato”, Se trata de aquél pobre hombre que se estaba muriendo en una chabola paupérrima. El sacerdote que le atendía le estaba preparando para la llegada a la casa del Padre. Le anunciaba que sería un lugar maravilloso y deseable. El hombre se defendía diciendo: “como la casa de uno no hay na”, mientras miraba a su alrededor.
Sufrimiento.
Por aquí o por allá, la amplitud del panorama ambiental se nos escapa; estamos limitados de recursos para la captación de señales, y no digamos para la asimilación de cuanto acontece. Actuamos en sectores bien reducidos, minúsculos, entre semejante extensión del conjunto.
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