Lluís Amiguet, que entrevista a la doctora Marion Muller-Colard, teóloga, inicia la entrevista preguntándole: “¿Tiene algún sentido que un niño sufra dolores terribles por un cáncer incurable?” La doctora le responde: “Vi que este sufrimiento, a veces horroroso, siempre nos sorprende cuando nos toca, porque nos consideramos buenas personas, y por lo tanto, protegidas por nuestra bondad, y el pacto con el Dios de este dolor. Y nos causa tal sorpresa ser sus víctimas que nos preguntamos sin respuesta: “¿Por qué yo?” “¿Por qué mi hijo?” Estos interrogantes sí tienen respuesta si se la busca en el lugar apropiado. La Doctora Marion dice: “Nos agarramos a cualquier explicación para poder sacar la cabeza del agua”.
A la pegunta del periodista: “¿No es la religión este consuelo?” La doctora responde: “Existe un consuelo milenario, pero falso en su sistema religioso llamado “retributivo” que supone que un Dios justo reparte desgracia y felicidad. Y a veces incomprensiblemente, pero que hemos de aceptar como creyentes”. Me da la impresión que la doctora acepta el dolor con resignación, como si no hubiese más remedio que soportarlo. Ya que tiene la idea del Dios “retributivo”, que esparce la desgracia a capricho, este concepto le impide encontrar el sentido purificador que tiene el dolor. Si se tiene la idea del Dios justiciero que hace sufrir a las personas por venganza, jamás dejaremos de explotar quejosos: “¿Por qué a mí?”
Por un lado el dolor nos alerta que somos polvo y que en polvo nos convertiremos. A este destino nos acerca cada día que pasa. Por esto, en vez de considerarlo un enemigo mejor sería que lo viésemos como el amigo que diariamente nos da una lección magistral sobre la VIDA.
Marion Muller-Colard dice que estudió teología protestante y que es una fan del libro de Job que trata ampliamente sobre el dolor. Una cosa es conocer la letra del texto y otra muy distinta es conocer al Dios que inspiró al autor humano a escribirlo. Mientras se considere a Dios una entelequia, una persona imaginaria que no tiene realidad objetiva, no se podrá entender la esencia del dolor que transmite la Biblia. Si no se tiene en cuenta a Dios porque nos hemos enemistado con Él por propia voluntad no entenderemos el significado del dolor. A pesar de ello no ha dejado de amarnos hasta el punto de enviar a su Hijo único a morir por nosotros para rescatarnos de las consecuencias de la absurda desobediencia que cometimos estando en Adán.
Hace poco hemos celebrado la Navidad que recuerda la encarnación del Hijo de Dios. Desgraciadamente esta celebración se ha convertido en una fiesta pagana cuyo único propósito es gratificar nuestra sensualidad como lo atestigua el énfasis comercial que prevalece. Dado el desvío que se ha producido del sentido original de la Navidad no debe extrañarnos que cuando el dolor llama a la puerta de nuestra casa reaccionamos pataleando en sentido de desaprobación. Las protestas no contribuyen a serenarnos, Todo lo contrario hacen que el dolor emocional se haga más intenso. Carentes de la presencia de Dios que trae paz en la tierra y buena voluntad para con los hombres, nuestra existencia terrenal se convierte en la antesala del infierno. La cosa no tendría porque ser así.
Ante el sufrimiento, esta es la respuesta que nos da la Biblia: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas las nuestras tribulaciones para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios. Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación. Pero si somos atribulados, es para vuestra consolación y salvación, o si somos consolados es para vuestra consolación y salvación, la cual se opera en el sufrir las mismas aflicciones que nosotros también padecemos. Y nuestra esperanza respecto de vosotros es firme, pues sabemos que así como sois compañeros en las aflicciones, también lo seáis en la consolación” (2 Corintios 1: 3-7).
El sufrimiento evidentemente es la consecuencia de la muerte física y espiritual de Adán causada por la desobediencia a Dios al comer el fruto prohibido del árbol del conocimiento del bien y del mal (Génesis 2: 17). Los obispos contribuyen a descristianizar la Navidad con el irresponsable comportamiento de bendecir imágenes de jesusitos que convierten a Jesús que nació en Belén para salvación del pueblo de Dios, como su Nombre significa, en objeto material para ser adorado, lo cual, aparta la mirada del Jesús vivo que está sentado a la diestra del Padre intercediendo por su pueblo. La Ley castiga al infractor, pero la misericordia de Dios manifestada en Jesús la convierte en una fuente de bendición que además de hacer más llevadero el peregrinaje terrenal hacia las mansiones celestiales en donde Jesús está preparando un lugar para los que esperan en Él.
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