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No, en verdad que no. No estoy de broma, ni se me han cruzado los cables, parece ser que eso es lo que pretenden loa animalistas, que dejemos de comer carme y en su lugar ingiramos insectos, porque de esta manera no sacrificaremos animales, disminuirán las macro granjas, los animales se criarán en libertad, pues no habrá necesidad de sacrificarlos, ni estabularlos y todos contentos.
La tauromaquia es una aberrante tradición subvencionada que consiste en torturar a los animales por diversión y dar unos nefastos valores a la infancia. Dicho espectáculo lamentable, ha sido protegido por todos y cada uno de los partidos políticos puesto que ninguno ha dicho que quiera prohibirla por ley salvo PACMA que ahora su nombre es Partido Animalista con el medio ambiente.
Las cabalgatas de Reyes es algo primordial para el derecho de la infancia a su diversión e ilusión, pero, sin embargo, esa diversión no es para todo el mundo puesto que, en pueblos como Picassent, en pleno 2023 siguen utilizando animales en cabalgatas para el entretenimiento de los humanos mostrando un nulo respeto por los derechos de los animales que sufren, claro que sufren.
¿Se puede enterrar el sufrimiento? Se pretende hacernos creer que podemos prescindir de él. Nos basta con ver los anuncios televisivos para darnos cuenta que lo intentan. Reuniones familiares alrededor de una mesa. Todo son risas postizas porque tienen en el plato el producto X. Ancianos sonrientes que saltan incansables porque consumen leche a la que se le ha añadido calcio.
Un año más, Pamplona se prepara a celebrar sus fiestas, que en buena medida se sustentan publicitariamente en la agresión brutal a seres inocentes (toros), en sus dos versiones escenográficas principales: corridas y encierros. En dicho sentido, deseamos hacer llegar a la opinión pública nuestro firme rechazo a cualquier manifestación lúdica que implique sufrimiento gratuito a inocentes (como desde luego es el caso).
En estos días se ven muchas poses orgullosas por parte de aquellos que presumen de ser los “salvadores” de nuestra humanidad, los padres de la patria o los defensores de occidente. Celebraciones con banderas de muchos colores y de todo tipo que conmemoran “avances conseguidos” en nuestra avanzada sociedad del siglo XXI.
Tenemos un montón de fuegos en nuestra realidad; hasta el extremo, de que el ambiente de descontento es tan verídico, que el malestar se ha generalizado por toda la faz de la tierra. Sea como fuere, urge que despertemos, porque no podemos continuar, por más tiempo, bajo este estado de desazón, al que nos estamos acostumbrando.
Cuando era pequeña y me desenredaba el pelo mi madre, siempre me decía “para presumir hay que sufrir”, yo odiaba esa frase, siempre he tenido el pelo largo, y con cada enredo se me caían dos lagrimones, pero ahí seguía yo, aguantando el sufrimiento y con la imagen en mi mente de mi melena suelta meciéndose con el viento y conquistando cualquier corazón que se me cruzara en el camino.
El mundo, con sus moradores al frente, necesita recuperar nuevos bríos más tranquilizadores, ante las tremendas perturbaciones ocasionadas por la pandemia, por nuestras propias luchas internas y externas, lo que ocasiona una persistente desolación e incertidumbre. No habrá reparación si continuamos con este estado de insensatez y atropello permanente.
Lluís Amiguet, que entrevista a la doctora Marion Muller-Colard, teóloga, inicia la entrevista preguntándole: “¿Tiene algún sentido que un niño sufra dolores terribles por un cáncer incurable?” La doctora le responde: “Vi que este sufrimiento, a veces horroroso, siempre nos sorprende cuando nos toca, porque nos consideramos buenas personas, y por lo tanto, protegidas por nuestra bondad, y el pacto con el Dios de este dolor".
El abecedario de contaminantes es diverso y variado, siempre lo ha sido, sólo hay que mirar el pasado pero no para vivir únicamente de sus avances, sino para encontrar esas respuestas adecuadas a los problemas, en orden a afrontar y superar los retos de la historia, sin perder el sentido humanitario y la orientación adecuada.
Vivimos rodeados de innumerables sufrimientos, erupciones en Palma, en Italia, terremotos gravísimos en Haití, en Guerrero (México), Fukishima (Japón), Mala (Perú), la pandemia del COVID y sus duras secuelas, crisis económica, demasiado dolor y nadie soporta otro un leve soplo de contrariedad y sufrimiento. Las ideologías, sea cual sea su color y pensamiento están como esas ropas viejas que alguien ha dejado para limpiar el suelo.
La autoría de este sucedido se la atribuyen diversas personas. Es más, dudo hasta de que sea cierta. “Ma, si non e vero, e ben trovato”, Se trata de aquél pobre hombre que se estaba muriendo en una chabola paupérrima. El sacerdote que le atendía le estaba preparando para la llegada a la casa del Padre. Le anunciaba que sería un lugar maravilloso y deseable. El hombre se defendía diciendo: “como la casa de uno no hay na”, mientras miraba a su alrededor.
Sufrimiento.
Por aquí o por allá, la amplitud del panorama ambiental se nos escapa; estamos limitados de recursos para la captación de señales, y no digamos para la asimilación de cuanto acontece. Actuamos en sectores bien reducidos, minúsculos, entre semejante extensión del conjunto.
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