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Siempre pensé que los ministros eran los responsables de elaborar legislación y generar confianza en la ciudadanía, pero he podido comprobar que no es así. El ministro, José Luis Escrivá Belmonte, que lo es de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones del Gobierno de España, ha demostrado una torpeza inusual. No por mucho presentar un currículum vistoso se es mejor profesional ni más especialista en lo que dicen los papeles.
Pablo Casado tiene un problema, incluso voy más lejos: Pablo Casado es el problema. En estos momentos, el binomio Díaz Ayuso-Miguel Ángel Rodríguez acapara todas las miradas, los parabienes, la ilusión, la esperanza y los deseos de que la «Gaviota» se pose en Moncloa con ella como presidenta nacional.
Se desnudaron de sus siglas y, a modo de reflexión, pretendían hablar de sus experiencias políticas, según ellas. No querían hablar de partidos, ni de elecciones, ni de alianzas. Un «rebaño» de cinco. Algo así como la fiesta del pijama. ¿Mujeres del arco progresista? Crispadoras, incompetentes, y desnortadas. La del traje regional magrebí dándoselas de feminista. ¿Esta tropa va a sacar a España del agujero?
No sabes, Pablo, lo contentos que están contigo tus votantes y simpatizantes. Hace un rato he tenido ocasión de comprobar el poco atractivo que tienes para ellos y lo mucho que creen en Isabel. Te sorprenderías si supieras el gancho que la presidenta tiene, incluso, para gente como Martínez-Almeida, Núñez Feijoó, Cayetana, Fernández Mañueco, Herrera Campo… Te aseguro que has caído en el despropósito.
Mientras Pablo Casado y Teodoro García Egea encienden la mecha y se cargan las esperanzas de millones de afiliados y simpatizantes, Díaz Ayuso hace gala de la madurez que le caracteriza y lanza un mensaje de unidad, concordia y diálogo. Lo que esta mujer cosechó con trabajo, esfuerzo y sacrificio, esa pareja de celosos y codiciosos ha estado a punto de dilapidarlo por envidia, mala fe e inmadurez.
Más claro es imposible. Ahora resulta que Pedro Sánchez se siente avergonzado de los indultos y no ve otra solución para «su blanqueo» que «echar el muerto a otro». Ese muerto es el anterior ministro de Justicia, Juan Carlos Campo. Confieso que, si desde distintos frentes le tachan de psicópata, incluso desde dentro de la profesión, ahora ya no tengo dudas de que estamos ante un caradura en toda regla, un traidor y un incompetente circular, pero peligroso.
La presidenta de la Comunidad de Madrid debe ser quien presida el Partido Popular en esa. No se entendería lo contrario, como no lo entienden el presidente gallego, Cristina Cifuentes o Esperanza Aguirre. Díaz Ayuso ha salvado al partido de la abulia, la desgana y el encefalograma plano. Es por ello por lo que la nueva torpeza de Pablo Casado, muy mal asesorado por Teo García Egea como principal actor de la crisis, no ha gustado nada a sus afiliados, simpatizantes y votantes.
Otra rectificación más en lo que será la reforma laboral no reformada; es decir, retocada y apenas modificada. Si ayer era «técnicamente imposible» cambiar la reforma laboral y «sí hacer pequeños cambios», hoy ya ni sabemos qué es lo que piensa el Gobierno al respecto. De momento, aquel 15% que se iba a aplicar para los contratos temporales, ahora se flexibiliza y se estudiará.
Confieso que no me fío de los sindicatos mal llamados «obreros». Ha sido tanta la corrupción que han generado y acumulado en este país que, cuando escucho la palabra sindicato de clase, instintivamente me llevo la mano al bolsillo. ¡Como para no hacerlo! Desde que el sindicato socialista se enredó en el «caso PSV» y algunos afiliados colgaron longanizas en la puerta de las sedes, no soporto las acciones de estas organizaciones cavernarias y destructoras de empleo.
Como tal elefanta es como pretende entrar Yolanda Díaz en las negociaciones. Y para eso precisa saltarse las líneas rojas del acuerdo de coalición, traicionar a Pedro Sánchez, engañar a Nadia Calviño, ningunear a Garamendi y actuar como si también ella fuera sindicato. Es evidente que no ha perdido actualidad eso de estar a la vez repicando y en la procesión, soplar y sorber o tener dos yernos con una hija.
Sánchez regala dinero a los sindicatos clasistas, mal llamados obreros, y cargarán los cursos a un fondo de 63 millones de euros de ayudas a La Palma. A manirroto no le gana nadie. Este tipo de sindicatos, que se han ganado la fama de inservibles y que precisan de una reforma en profundidad, no representan a los trabajadores. Es el mundo de los liberados y los vividores que sólo protesta ante la derecha, pero traga carros y carretas con la siniestra y la injusticia social.
¿Alguien se acuerda ya del enfrentamiento de Alberto Rodríguez y Belarra con la presidenta del Congreso de los Diputados? ¿Y del encontronazo de la «jefa» de Podemos con «la Yoli»? ¿Y de los roces de la «marquesa» con otros miembros de Unidas Podemos? ¿Se acuerdan de los condenados o en puertas de serlo que han acabado en el «Ministerio de la Señorita Pepis»? ¡Qué mala memoria tenemos en este país!
El cumplimiento de la legalidad ha creado barrera entre los socios de Gobierno, socialistas y comunistas, y empieza a pasar factura. Primero, porque la ultraizquierda quiere quedar por encima de sus «primos carnales», los socialistas, y, segundo, porque en socialismo no se ve con buenos ojos eso de continuar en coalición con los comunistas. No será fácil preservar el estado de salud de la coalición actual.
Meritxell Batet, presidenta del Congreso de los Diputados y diputada en las filas del PSOE, arrastró sin pudor la dignidad de la Cámara al apoyar la continuidad del diputado de Podemos, Alberto Rodríguez. La corrección posterior no enmienda la estupidez cometida el día antes porque la sentencia era clara en todos sus términos. Una sentencia que no precisaba reinterpretaciones, como más tarde aclaró el Tribunal Supremo.
Hablaban en Unidas Podemos de acabar con las puertas giratorias, pero les ha faltado tiempo para absorber en el «Ministerio de Igual Da» a una condenada y dos procesados. Imagínense a la tal Serra, Isa, condenada por atentado a la autoridad. Cualquiera que cometa un atentado es un terrorista, y ahora quieren convencernos de que no lo es, a pesar del espectáculo que montó contra la policía femenina, a quien llamó de todo menos bonita, con vejaciones incluidas.
El Día de la Hispanidad hemos comprobado que Pedro Sánchez no se ha puesto en paz con la ciudadanía. Una vez más le han llamado de todo, menos bonito. Le pasó en Madrid y le volvió a pasar en Salamanca, Cáceres, Alcalá de Henares, incluso en Valencia el pasado domingo, coincidiendo con el Congreso del Partido Socialista.
Muchos ciudadanos españoles estaban deseando de que el «ave» piara y de que lo hiciera con rigor y pruebas. Ha llegado el momento y lo ha hecho. ¡Bendito «ave»! Precisamente a esa acción tenía miedo un sector negligente, portador y aventador de odio, además de apoyo al asesino Nicolás, heredero y continuador del «gorila rojo».
La exministra, González Laya, se ha reído en la cara del juez y le ha tomado por el pito de un sereno o de dos. Lo ha hecho en su propia casa; es decir, en sede judicial. Curioso personaje que no supo entender su cometido como ministra y a quien el presidente acabó poniendo a los pies de los caballos en el tema de Brahim Ghali. Alguien debería explicar a esta ministra fullera que su deber es protegernos y no engañarnos ni exponernos a todos los peligros.
Unidas Podemos continúa a piñón fijo en temas relacionados con la enseñanza y la educación. Lo demostró con la Ley Celaá y lo vuelve a demostrar en sus atrabiliarios ataques a Pilar Alegría por las declaraciones de ésta sobre la enseñanza concertada. No hay duda de que la ministra de educación, maestra recién estrenada, ha dado una lección y un soplamocos en los morros a la extrema izquierda, anclada en un pasado oscuro y sin valores democráticos.
«¡Fuera, fuera! ¡Fuera, ministro! ¡Vete de aquí, sinvergüenza!» eran los «cariñosos» improperios con los que le «agasajaron» al ministro Grande Marlasca en Córdoba, aprovechando un acto enmarcado en la Semana Institucional del Instituto Armado. Los reiterados gritos de «¡Fuera, fuera…!» y «¡Marlasca, dimisión!» se agolpaban en la sobrecogedora pitada, tanto durante el discurso institucional como en el transcurso de la revista a la Benemérita.
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