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A poco que nos adentremos en nuestros recuerdos, observaremos que lo más fácil es romper y destruir. Los héroes, como Nelson Mandela, son los que firman la paz y se reafirman por lo armónico. Indudablemente, cada ser humano tiene la lucidez y el compromiso de forjar un mundo más poético, donde predomine la cultura del abrazo sincero y la palabra auténtica.
Saber, saber, viene a constituirse como un decir atolondrado con fuerte tendencia a la exageración. Su consistencia está sometida a un sinfín de matices relacionados con causas y efectos, en consonancia con las aplicaciones prácticas de los conocimientos.
El esfuerzo es básico en los comportamientos personales no solamente en el ámbito privado, también en la actitud pública y profesional. Generalmente, a mayor esfuerzo mayores resultados. Esto se cumple en todo lo que hacemos, especialmente en el campo de la creatividad. En una sociedad digital cada vez más basada en el dinero y en la superficialidad parece que la cultura y el arte quedan en un tercer plano y no debería ser así.
Tenemos que aprender a mirar y a ver con el corazón, esos ignorados horizontes claros. Es menester acogerlos y descubrirlos, no para levantar muros entre nosotros, que la pared te cierra el alma, mientras los espacios abiertos te hacen crecer. En consecuencia, venga a nosotros la despejada atmósfera vital, para ese futuro transformador
Hacer frente a lo que se nos viene de cara, es una cuestión de derechos humanos; o si quieren, de obligaciones ciudadanas. Nos hemos prometido actuar y luego… todo se queda en el vacío. La pasividad es grande. Nada nos conmueve ni nos mueve. Tanto el azul del mar como el cristalino horizonte, la fronda de la tierra o el arcoíris del sueño, lo hemos convertido en cuencos de polvo con abecedarios de apatía.
Hoy quisiera invitarlos a reflexionar sobre un concepto que permanentemente nos remite a un aspecto lamentable de la existencia de todos los mortales, a saber, la “miseria”. Intentaremos pensarlo desde un enfoque ético y existencial ya que lo podemos leer como condición propiamente humana, inherente a nuestra naturaleza, como también un estado o situación en la cual, una vez que se cae en ella, es realmente difícil salir.
Una de las características modelada por el ángulo es su apertura, sus lados delimitan el grado de su amplitud con el fondo ilimitado. Al hablar de mirar las cosas, está clara la importancia de la dirección establecida y nuestra capacidad de colocarle obstáculos, somo agentes activos.
Hemos de reconocer que, vivir por sí mismo, siempre ha sido un gran reto. Todo parte del corazón que pongamos. Descubrirlo no es fácil. Hay que poner voluntad en el anhelo, para poder conjugar lo viviente, y así luego poder compartirlo. Nada es porque sí. Hemos de aprovechar los instantes, antes de que se vayan y no vuelvan, porque aquí estamos para un tiempo concreto asignado, que ha de llevarnos a una reconciliación mística con lo que nos rodea.
Vivimos un momento histórico marcado por complicados desafíos. Esto es fruto de la multitud de crisis diversas que padecemos. Hay que repensarlo todo para decidir. La cuestión no es nada fácil. Necesitamos más actividad con corazón y menos con intereses, para no despreciarnos ni desdeñar nuestra casa común. También precisamos ofrecer mejores servicios sociales, sanitarios o docentes, de compañía o de auxilio, ante el sufrimiento de las gentes.
La complejidad de los asuntos cotidianos se nutre de la incertidumbre por los conocimientos incompletos y de la multiplicidad de versiones descontroladas. Ambas facetas tienen trazas de no modificarse, el barullo consiguiente tampoco augura planteamientos consistentes.
Jamás hay que pactar con los dislates, salgamos de ellos sin temor a equivocarnos. Lo importante radica en levantarse de las caídas, en dejarse de torturar, pero en tomar el camino correcto, utilizando la cátedra viviente para poder seguir adelante, recordando andares vividos, descifrando pasos y creciendo humanamente. Sabemos por experiencia que, únicamente quien sabe reconocer los desaciertos, se vuelve comprensivo y no hace de los caminos un tormento.
Lo que hoy es, mañana ya no es. Todo se mueve a un ritmo vertiginoso. En el mismo entorno, por el que nos movemos y cohabitamos, ocurre una permanente crónica de tensiones que provoca inestabilidad y situaciones impredecibles. Por si fuera poco el clima de despropósitos, también las contiendas absurdas se han intensificado, lo que dificulta la respuesta humanitaria inmediata.
A la hora de prestar atención, las actitudes extremas son poco eficaces. Por abajo, ni siquiera se inicia el proceso, y por arriba, la excesiva intensidad se torna obsesiva, es acaparadora, y aturde. Por eso cuanto topamos con un gran relieve maravilloso, quedamos estupefactos, se agarrota nuestra capacidad de reacción.
El desánimo nos está dejando sin fuerza a buena parte de los humanos, que hace tiempo dejó de ser poesía, para ser poder que amortaja y divide. Ciertamente, vivimos en un período de confusión permanente del que tenemos que salir cuanto antes para tener continuidad como linaje. Para desgracia colectiva, la falsedad nos gobierna por todos los rincones.
Una simple imagen, una entrevista o un hecho relevante de carácter cultural, político o social, suelen ser motivos de inspiración para quienes tenemos el privilegio de compartir emociones, sentimientos o reflexiones con nuestros lectores. Este ha sido el caso del reciente encuentro de la final Roland Garros de tenis, entre el serbio Novack Djokovic y el noruego Casper Ruud.
Es curioso el contraste, entre la multitud de datos y referencias, se cita a numerosas personas por motivos muy diferentes; sin embargo, esa profusión nos deja confusos a la hora de calibrar la consistencia de la gente citada. El número de citaciones o la manera de hacerlas, suele contribuir más a la confusión que a perfilar la significancia como personas de los citados.
El dinero no resuelve nada de manera absoluta. Necesitamos de otro brío asistencial. Por desgracia, nos hemos acostumbrado a reducirlo todo a un simple proceso mercantil que, además, suele dejarnos sin alma. Hay que centrarse mucho más en las personas antes que en las cosas, ponerse a cultivar la cercanía y el abrazo para mantener la concordia.
En este mundo plagado de plataformas digitales, a las que hemos de sumar la avalancha de medios diversos, resulta que estamos colapsados y más desinformados que nunca. Para empezar, coincidirán conmigo que hemos perdido la orientación, el propio sentido común y hasta nuestro conveniente espacio temporal para consultar con la almohada.
Por fas o por las tribulaciones acechantes de una manera denodada, por el carácter pusilánime acentuado con cada frustración o por las poco atinadas propuestas vitales emprendidas; escuchamos esa frase tan manida de no encontrarle sentido a la vida. Dicha expresión denota una situación lamentable de por sí, pero especialmente dolorosa si prestamos atención a los sufrimientos que la acompañan.
Debemos tenerlo claro, nada se domina y todo se labra. El amor es el mejor de los laboreos. En un mundo cada día más ruidoso, urge acogerse y recogerse interiormente para cultivar el silencio y poder llenarse de savia, no de violencia; que la vida es para conservarla con mirada radiante y conversarla con abecedarios comprensivos y lenguajes entendibles.
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