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Las ONG predicando en el desierto

Tanto en Africa como en Suramérica, las ONG sostienen un discurso que derrocha tanto lirismo como hipocresía
Luis Agüero Wagner
miércoles, 7 de febrero de 2018, 07:07 h (CET)

Ha causado revuelo en Paraguay la noticia de que un connotado beneficiario de fondos captados por ONG, sobre todo las que invocan causas indigenistas, fue denunciado por haber abusado sexualmente y embarazado a una indígena, en un caso en el cual, una justicia caracterizada por oscurecer la realidad tiene la misión de esclarecer los hechos.

El hecho no sería tan escandaloso si no se tratase de un candidato a vice-presidente de la república, infiltrado en la política con intenciones de profundizar la conexión ya establecida entre las ONG y el escuálido presupuesto público del pais.


La noticia no sorprende a quienes llevamos años advirtiendo sobre la hipocresía en la que están sumergidas estas nucleaciones, verdaderas industrias de lucro antisocial que viven de la pobreza y los males que invocan para embolsar dinero que se esfuma sin dejar rastros.


Muchas veces la cooperación de fundaciones o ONG, sin que los aportantes lo sepan, termina en Paraguay convertido en papel: voluminosos biblioratos diagnosticando la situación de los indígenas, de la pobreza, del medio ambiente y otras problemáticas paraguayas y globales, sin que ello implique que mejore la coyuntura en dichos aspectos. En realidad, el objetivo de los receptores de donaciones no es tal.


Como lo expresó humorísticamente el escritor paraguayo Helio Vera, en Paraguay una ONG constituye una asociación privada, generalmente creada para combatir la creciente desocupación de sociólogos y politólogos, gracias a remesas de fondos de universidades o fundaciones de Europa o Estados Unidos. A cambio, les entrega proyectos para combatir la pobreza, esfuerzo generalmente coronado con el éxito: el fin de las necesidades materiales de los proyectistas.

Un buen ejemplo lo constituyeron los seguidores del obispo Fernando Lugo, electo presidente de Paraguay en 2008, quienes recibiendo fuertes donaciones de la embajada norteamericana lograron aparecer en la prensa internacional como los líderes de la izquierda chavista en Paraguay. El visceral enemigo de la izquierda marxista latinoamericana, James Cason, enviado como diplomático al Paraguay durante aquel “proceso de cambios”, advirtió en sus informes al departamento de estado norteamericano que los seguidores de Lugo no representaban mucha preocupación para los intereses imperialistas, pues “solo fingían simpatía por el proceso bolivariano y por Hugo Chávez” con el objetivo de obtener dinero.


Sobresalieron entonces dos grupos: Tekojoja-Gestión Local, y Pmas-Casa de la Juventud, ambos fuertemente identificados con USAID, NED y otras herramientas de penetración imperialista, que lograron aparecer como izquierdistas sobre todo por haber monopolizado el respaldo de la prensa, también vinculada en forma casi total a la embajada norteamericana.


Son tan mutantes en materia ideológica, que sería injusto calificar de “zurdo” a un referente de estos voraces grupos.


La ambigüedad ideológica de las ONG y su prensa adicta no se limita al Paraguay, como pude constatar durante varios viajes que realicé a otras latitudes como Africa.


En el desierto del Sahara, un estrafalario grupo de activistas apátridas, fuertemente apoyados por Argelia, pretenden que España siga siendo dueña de la porción del Sahara que corresponde al Reino de Marruecos.


Sus apologistas olvidan lecciones cumbres de la historia, como los estados títeres de ManchuKuo o la República de Saló, pretendiendo crear en Africa un pequeño país que permita a la dictadura argelina una salida atlántica.


Retrotrayéndose a tiempos previos a la guerra del Ifni y la Marcha Verde, cuando los mismos marxistas abogaban por la marroquinidad del Sahara sin ser objetados por nadie, siguen defendiendo fronteras inventadas y dibujadas en el mapa por el colonialismo europeo.


En su afán de lucrar invocando a refugiados cuyo número falsean, y malversar millonaria ayuda internacional, defienden la intangibilidad de esas fronteras sumando el absurdo de presentarse como “independentistas”.


No es extraño ver a organismos como la Freedom House, o activistas como Kerry Kennedy, tomar partido por miembros de un conglomerado de ex terroristas, que reciben fuerte financiación de la todavía pro-soviética dictadura argelina.

Todo lo expuesto nos inclina a dar la razón a aquel agudo filósofo de lo cotidiano, que alguna vez advirtió que entre la derecha y la izquierda solo existe una comedia.


En Paraguay, y en el desierto del Sahara, pueden buscarse los más iconográficos casos de prueba.

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