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China de vuelta al poder imperial

El incremento del poder de Xi Jinping se advirtió desde un principio
Euclides Tapia Campos
lunes, 26 de marzo de 2018, 06:38 h (CET)

Como es del conocimiento público, el gobernante Partido Comunista de China (PCC) a través de la Asamblea Nacional del Pueblo (ANP), eliminó una cláusula de la Constitución que prohíbe a un presidente estar en el cargo más de diez años, lo que significa que con esta decisión, lo más probable es que el mandato del actual presidente chino Xi Jinping, se extienda hasta su muerte. La entronización del nuevo Emperador chino en realidad constituye el culmen de un proceso de acumulación expresa, desde que llegó al poder, haciéndose de los cargos más importantes como lo son: la Secretaria General del Partido Comunista, la Presidencia de la Comisión Central y la jefatura del Estado. La implicación de la nueva decisión será de trascendencia tanto interna, como internacional, destacándose entre otras, las siguientes consecuencias. En el orden interno, se sabe que el límite hasta hace poco existente se estableció, para evitar los excesos del poder omnímodo, que en su momento ostentó Mao Zedong, responsable de la Revolución Cultural y el Gran Salto Adelante, catastróficas experiencias, que terminaron en las hambrunas más atroces, conocidas en la historia de la humanidad. Es previsible, por lo que, ya se vislumbra, que la decisión de romper una tradición que se mantuvo desde 1982 a la fecha; termine en una pesadilla de la que el pueblo chino no despierte, incluso, ni luego de la muerte de su nuevo Mesías. Ello encuentra expresión, en el proceso de centralización regresiva que sufrirá el sistema político chino, toda vez que si la autoridad de Xi Jinping sobre el PCC, será incuestionable y el partido regirá por sobre todas las instituciones y personas, es decir, el Estado; se colige entonces que Jinping, gobernara autoritariamente la sociedad china ya que, al no existir distinción entre el partido y su persona, estamos asistiendo a un nuevo corolario del l'état est moi, hoy entendido como: “socialismo con características chinas”, donde todo el poder se concentra en el nuevo “Rey Sol”, emulo de Luis XIV. Como es evidente, el incremento del poder de “Papa Xi”, apodo popularizado por el gobierno para contrarrestar al de “Winnie Pooh”, como le conoce el vulgo en las redes sociales; conlleva un inusitado culto a la personalidad, capaz de perseguir la más sutil de las discrepancias contra el régimen. El incremento del poder de Xi Jinping se advirtió desde un principio, cuando a través de la denominada lucha contra la corrupción, este se aprovechó de la misma, para encarcelar disidentes y limitar al máximo la precaria libertad de expresión, virtualmente inexistente en un país, que se mofa de las lecciones de “democracia ilustrada”, que le puede dar a las “decadentes democracias occidentales”.


Consecuencia directa de dicha masiva purga interna, solo comparable a los progroms de Mao, será recorrer el mismo camino que en su momento atravesó el Partido Comunista de la extinta URSS, cuando Stalin logró erigirse en dictador absoluto, al exterminar valiosos cuadros del partido y al partido mismo, cancelando sus conclaves. Ni más ni menos, eso es lo que le espera a la totalitaria China, un dictador de la talla de Stalin o incluso peor, casi exactamente un siglo después de la abolición del gobierno imperial de la última dinastía manchú de los Qing. Más aún, es previsible, que el nuevo timonel, abandone el liderazgo colectivo defendido por Deng Xiaoping y con sus acólitos más conspicuos, entronice una gerontocracia en el órgano de mayor poder en China: el Comité Permanente del Politburó. Si los presagios internos de lo que le espera a China son espeluznantes, la tragedia que parece cernirse sobre el mundo, con la entronización del nuevo Huángdi solo tendrá parangón con la llegada al poder poco antes de la Segunda Guerra Mundial de personajes tan nefastos para la humanidad como Hitler, Stalin y Mussolini. Ello es así, dado que la perpetuación en el poder de Xi Jinping, va indisolublemente casada con el interés de China de moldear el orden mundial a su manera, es decir, imponiendo una “pax sina”, digitada por un nuevo Nerón. El mismo promoverá una relación cada vez más tensa con el mundo occidental obligándolo a arrodillarse, bajo la amenaza y el chantaje de desatar una tercera guerra mundial, sino se cumplen con sus exigencias. Esta conclusión es tan elemental, como la que sostiene, que en la medida que atice conflictos externos, mejor se atornilla al poder internamente, máxime con un pueblo tan manipulado por la propaganda gubernamental chauvinista, como el pueblo chino. Desgraciadamente el mundo será testigo de la imposición de sus demandas por la fuerza, tanto en el Mar Meridional, como Oriental de China, con el fin de estrangular la libre navegación en esa zona del Océano Pacifico, acto que sería equivalente, a que los Estados Unidos se les antoje proclamar el Caribe, como mar interior de ese país. Las amenazas de Jinping, pretenderán hacerse cumplir según sus cálculos, en el marco de una labrada alianza militar con Rusia, sin embargo, este último país, en su momento terminará sopesando seriamente el riesgo de mantener un concordato, que implique la obligación de “lanzarse al hueco” en solidaridad con China; so pena del exterminio de su propia población, simplemente por aceptar las ínfulas imperiales del nuevo poder revisionista del sistema internacional, en el siglo XXI.

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