Las instituciones que se denominan Iglesias y sus creyentes han conmemorado durante 2000 años la pasión y muerte de Jesús y también celebran la resurrección del Cristo de Dios, pero se han preguntado por qué año tras año simbólicamente vuelven a subir a Jesús a la cruz para crucificarle de nuevo. Si la cristiandad fuera plenamente consciente de que Cristo vive en cada uno de nosotros, no haría falta representar tanto dolor, ni la crucifixión, ni la muerte de Jesús, pues El, que ha resucitado, no necesita ninguna representación simbólica, El ya vive en nosotros. Sin embargo, la gran mayoría de entre los llamados cristianos siguen venerando al dios externo, es decir al dios de las iglesias, y pocos han aceptado y cumplido las enseñanzas de Jesús de Nazaret. Muy pocos han llevado al mundo al gran Portador de la paz como un mensaje real de amor, de paz y de unidad. La mayoría de los llamados cristianos sigue crucificando cada día al Cristo de Dios.
Su enseñanza de la paz, de la unidad, del amor, de la reconciliación, es predicada de vez en cuando en las Iglesias, pero en primer plano están los dogmas, los ritos, los sacramentos, toda la enseñanza eclesiástica como tal. Pero Jesús de Nazaret nunca fundó una iglesia de piedra, jamás habló de dogmas, ni tampoco de sacramentos, Él no nombró curas, obispos o cardenales, pues Él fue un hombre del pueblo y no un hombre de iglesia. No obstante los dogmas se han adornado con las enseñanzas de Jesús, mezclándose de tal forma que para muchos creyentes es muy difícil distinguir qué es qué, es decir, qué es cristiano y qué es católico.
Jesús de Nazaret también nos enseñó la reconciliación y la paz. Él, el príncipe de la paz, dijo: «Envaina tu espada, pues quien a espada mata, a espada muere» (Mt 26, 52) ¿Y que sucede en la actualidad? Las enseñanzas de Jesús de Nazaret que son la Buena Nueva del amor de Dios, de la paz y de la unidad, no han sido llevadas realmente al mundo por la Iglesia, sino que sus representantes han traído todo lo contrario, infundiendo miedo y horrores, lo que hoy día todavía es así. Pensemos en el mensaje amenazador de la condenación eterna, en el infierno, en los pecados mortales, en los anatemas, en las excomuniones y en las guerras santas. Todo esto ha creado a lo largo de generaciones la imagen de un dios castigador, que nada tiene que ver con el verdadero Dios del amor y de la misericordia. De una forma simbólica Jesús vuelve a ser crucificado a cada momento.
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