En una época muy chula. En un momento en que la chulería es lo que manda y lo que nos atrae, con carácter general. De otra forma no sería comprensible que el presidente de EE.UU. fuera más chulo que un ocho y que, además, su chulería le funcionara frente a los restantes mandatarios mundiales. Incluido el norcoreano de pelo y nombre imposible.
Lo chulo mola, por lo visto. La chulería extrema de Cristiano Ronaldo, tiene seguidores a punta pala y alentadores para que esa chulería deportiva y extra deportiva crezca cada vez más (Recordemos aquello de “me tienen envidia por ser rico, guapo y buen jugador”). No me digáis que esta frase se la pones a Donald Trump y no le viene al pelo.
Son tiempos en que la chulería gana y te hace aparentar que eres fuerte. Porque ser chulo o chula, hace que parezcas seguro de lo que quieres y a dónde vas. Un chulo (o chula) aparenta ser un sujeto que domina la situación. Pronto deberán hacer cursos de formación de “cómo hacerse el chulo para ganar adeptos” e incluso elecciones (que las de 2019 están a la vuelta de la esquina). Y el líder que no sea un chulo no se va a comer un “torrao”.
Vean si no el tono que van cogiendo nuestros líderes nacionales que, aunque sean de Albacete, en cuanto los hacen portavoces y salen por la tele se convierten en Pichi, ese chulo que castiga.
Hasta alguna de nuestras lideresas de cabecera en la Comunitat Valenciana va subiendo el tono chulesco y agresivo en sus intervenciones, pareciendo cada vez más una chulapa madrileña. Muy chulo todo. Amén.
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