El propósito de este artículo de opinión es reflexionar sobre dos refranes. En este caso, el primer proverbio será analizado brevemente, y el segundo se situará en la escena de la profundidad. Así pues, siendo el tercer artículo de opinión sobre esta temática, la finalidad es continuar cuestionando ideas aparentemente válidas.
El primer dicho es: "Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer." En este sentido, se traslada la idea de no arriesgar lo que se dispone por algo aparentemente mejor, en tanto que se desconoce realmente su valor o beneficio. Me opongo a este refrán por tres razones: en primer lugar, porque transmite un ideal de vida muy conservador, no permitiendo progresar en determinados aspectos de la vida; en segundo lugar, porque fomenta el hecho de renunciar a retos, siendo éstos grandes alicientes de la vida; y en tercer lugar, porque evoca a no salir de la zona de confort, y en consecuencia, el terreno de la experimentación o de generar nuevas vivencias acaba muy altamente afectado.
Y el segundo proverbio es: “No hay mal que por bien no venga”. Este refrán transmite una visión optimista de la realidad en la medida que sitúa una contrariedad en el terreno de un resultado positivo. Como filosofía de vida, no niego que en ocasiones pueda resultar útil. En cualquier caso, es conveniente considerar otras cuatro cuestiones.
Primero, es evidente que se desconoce lo que se gana si no hubiera ocurrido ese mal, y por lo tanto, quizás el evitar el mal inicial hubiera implicado obtener un bienestar mucho mayor que el derivado de la situación negativa. Por ejemplo, Eugenio no pudo ir a una fiesta, en la cual el pronóstico más factible era que ligara con el amor de su vida, es decir, con Míriam. No obstante, al no acudir él, ésta pensó que Eugenio no estaba interesado en ella y acabó aceptando otro compromiso. Al final, Eugenio se casó con Dolores, con quien actualmente refiere ser feliz. No obstante, Eugenio hubiera sido más feliz con Míriam, ya que se complementaban a la exactitud desde hacía muchos años y el enamoramiento era recíproco, indudable y mágico.
Segundo, indirectamente se cae en la lógica de la suma cero, ya que el resultado positivo derivado de ese mal se podría haber dado igualmente sin la ocurrencia del mismo. Y en efecto, esto hubiera implicado que se hubieran producido dos situaciones positivas. A modo de ejemplo, Lucas no fichó per el Chelsea y se quedó un año más en el Getafe -ese año que hubiera podido jugar con el Chelsea, justo este club ganó dos títulos-. Al cabo de toda una temporada, Lucas fichó por el F.C. Barcelona, con el cual ganó el triplete. Así pues, si el primer año hubiera fichado por el Chelsea hubiera ganado dos títulos, y quizás el segundo hubiera sido fichado igualmente por el F.C. Barcelona, ganando en dos años la totalidad de cinco títulos. En definitiva, se puede concluir que una circunstancia no es exclusiva de la otra.
Tercero, otra opción es que la persona no gane nada, es decir, que solo pierda ante una circunstancia. Esto es, perder inicialmente “A” no significa ni por asombro ganar automáticamente “B”. Por ejemplo, si Mariano no es escogido como profesor en su primera entrevista laboral no significa que vaya a obtener el trabajo en la segunda o tercera oportunidad. De hecho, una posibilidad es que nunca acabe ejerciendo de docente, a pesar de ser la ilusión de su vida. En definitiva, nada le garantiza poder convertir su primer fracaso en un logro derivado de una oportunidad posterior.
Cuarto, cuando alguien concluye que el dicho se cumple, porque en su caso se reflejó el contenido del mismo, está cometiendo la falacia de la generalización precipitada. Y es que, no se puede afirmar que el refrán es válido por el mero hecho de demostrarse en puntuales ocasiones.
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