El Economista celebraba un desayuno en el Palace con Inés Arrimadas presentada por Rivera. Sin puñales en el salón, ni pesares ‘ciudadanos’ por echar a Rajoy para asentar a Pedro Sánchez, mientras se especulaba si la iniciativa era del periódico o de Ciudadanos, apareció el aviso: Rajoy va a hablar al Comité Ejecutivo del PP en abierto. “Como lo cuente la lía. O la lía, o dimite. Hace tres días que se especulaba sobre esto. Veremos si cuenta qué y por qué”, dijo alguien. Y Rajoy cobró protagonismo, puso en segundo lugar los intentos de Pedro Sánchez por ser noticia filtrando nombres de ministros; y arruinó el papel de Ciudadanos y sus dos figuras principales, Arrimadas y Rivera, que jugaban, aún, a ser la oposición a un PP que, con Rajoy, estaba ya en otros asuntos mientras ellos, los dos, sin estar ya a lomos del PP, buscaban a quién y cómo espolear. No se habían dado cuenta de lo estúpido de picar espuelas a un caballo propio, que pacía alejado de la realidad, envejecido a pesar de la edad de C’s, y sin montura.
“Estamos asistiendo a los últimos coletazos de un sistema. Nosotros, en el tiempo que dure este invento (Gobierno de Sánchez) vamos a seguir trabajando. Somos la tercera España. Semana de cobardía y oportunismo. Lo arreglaremos votando”, decía Rivera. “ No hay crisis territorial en Cataluña, sino crisis de valores. Cataluña es la punta del iceberg. Reconstruir el proyecto de España. La corrupción de Gürtel ha roto la legislatura, pero los PGE son buenos para España y vamos a respetarlos... Pido (a Sánchez) que no utilice a los catalanes como moneda de cambio y que cuando hable con Torra sepa que no son sólo ellos (los independentistas) los únicos catalanes...Iceta habla de indulto y del Estatut del 2006”, añadía Arrimadas.
Pero, como se había anunciado, apareció Rajoy en la tele. Y lo contó: Se va. Lo dijo, pero no adónde ni el porqué de una decisión que, a pesar de lo supuesto, no es fruto de la improvisación, del miedo ni de las miserias que se han deslizado estos días. Como motivo del adiós, el de un hombre que, con la información exhaustiva que el CNI proporciona al Presidente del Gobierno, tras 37 años de actividad política en distintos puestos (de concejal a Presidente de Gobierno), sabiendo la posibilidad de una moción de Censura (no constructiva) y la previsión del resultado, entiende que por el bien de España, del PP y suyo ha de entregar el testigo.
Elegante, hizo una exposición de lo hecho y la realidad de su partido, enjuició las actuaciones de Rivera y Sánchez sin adjetivos, y ofreció ayuda a su sucesor en el PP sin condiciones. No se mojó en favor de nadie. No designó sucesor. Agradeció lealtades. Valoró el trabajo de todos. Y decidió una sucesión en consonancia con su carácter: tranquila, sin tutelas ni dedos, y ordenada.
Los comentarios, uno tras otro y dependiendo del autor: “Rajoy no es Fraga, ni Aznar. Y deja las manos libres al que venga. Alguien va a aprender lo que es democracia”. “Deja un partido partido y un pollo descomunal”. “No sabes lo que están hablando por detrás, las amenazas de unos contra otros, amantes, juergas y trapos sucios. Van a dejar huérfana a la derecha”. “Rajoy ha sobrevivido a todos y a todo, salvo a él mismo. Muere a sus propias manos”. Decidió irse al ver que no podía manejar las condiciones previas a la moción de censura antes de que la anunciara el PSOE. Tuvo que convencer a sus ministros y aguantar alguna tarascada. Hay quien dice que la moción la sugirió él, pero parece improbable. Nadie le puso condiciones, vio Gürtel y lo que viene y decidió. Encuestas, crisis internas, familia, alianzas traicioneras. Es lo que hay. En democracia, al irse, hay que dar a la afiliación la iniciativa; y dejar las manos libres. Ahora en el PP deben decidir. Es la democracia, con grandezas y miserias. Hay que alegrase. Por Rajoy, que es un demócrata de hecho en la derecha. Por el PP, que va a poder echar a andar sin condiciones. Y por el electorado, libre para ver, valorar y decidir. Rajoy no es historia y ya está en otra cosa”.
Punto y seguido en el PP, y en la política nacional. En el futuro, sin preferencias, Soraya Sáenz de Santamaría, María Dolores de Cospedal, Alberto Núñez Feijóo, Alfonso Alonso y... los que quieran. Es posible y lógico que haya candidatos para suceder a Rajoy; y que entre todos busquen el consenso.
Pero la actualidad sigue. Con actores: Pedro Sánchez sigue mostrando su gobierno por entregas, imponiendo la medalla al Mérito Deportivo a Iniesta, o cediendo protagonismo a su señora en los cambios de ajuar y mobiliario de la Moncloa. Ciudadanos, espoleando a caballo equivocado, declara por boca de Villegas que “Rajoy ha preferido que gobernara Sánchez con un gobierno débil y con hipotecas antes que dar la voz a los españoles”. Y Aznar, sí, José María Aznar, en la presentación de un libro de Zarzalejos, a estas alturas de la historia, detecta novedades y ofrece recetas.
Mientras tanto, tras la dosificación de noticias de Sánchez, la mañana de Ciudadanos en el Palace, y el relámpago vespertino de Aznar, como resumen del día y expresión de ánimo, unos dichos duros y algo ácidos: “Arrimadas, Rivera y asociados, aburridos, viejos y pasmados” (oído en un coche). “La caprichosa y millonaria primera decisión de Begoña Gómez sobre la Moncloa” (en un digital). “Aznar ha dado, como decía mi abuela, un espectáculo vergonzoso” (confidencia-resumen de una periodista notable)
¿Y Rajoy?: Rajoy, punto y seguido.
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