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Autoridad y autoritarismos

Distanciadas sin remisión por la invasión de pretensiones equívocas
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 8 de junio de 2018, 07:17 h (CET)

Por el río de los tiempos, las aguas bajan revueltas. Algunas de las aguas se evaporan sin rumbo conocido, al albur de circunstancias enigmáticas. Hay aguas perdidas en las filtraciones por el subsuelo. Una parte está al servicio de los seres vivos, las hay intrascendentes, sin que podamos perfilar su papel, y una gran parte mantiene el caudal de mares y océanos, sin otras prerrogativas por el momento. De manera similar ocurren las cosas entre los elementos humanos, cuyas cualidades difunden por amplios espacios delimitados de manera imprecisa. Predispuestos a las modificaciones incesantes, como resultado de su condición transitoria, multiplican sus rumbos de manera curiosa.


Con respecto a las ÉLITES se ha escrito mucho sin aclaraciones notables acerca de su verdadera significación funcional en la sociedad. La variedad de sus modalidades es enorme, contribuye a la confusión. Además, no es lo mismo estar colocado en unas posiciones distinguidas, que disponer de cualidades estupendas; la orientación de sus voluntades amplia las disparidades valorativas de dichos grupos. Uno de los ejes definitorios de las élites radica en el ejercicio de la autoridad, entendida en sus diferentes manifestaciones, configurando modalidades controvertidas en la práctica; provocadoras de encendidas polémicas por la variedad de repercusiones sobre las personas.


El engarce de la teoría con la práctica siempre resultó laborioso, el paralelismo entre ambas es huidizo. El mismo ámbito teórico es inconmensurable, con múltiples enfoques, sin unas medidas fiables de su calidad. Por eso, la autoridad INTELECTUAL es tan cuestionable, se demuestra funcionando y nadie se adueña de ella, ni el propio protagonista. La mera acumulación de saberes es simple erudición enquistada. El conocimiento en un sector, no demuestra el saber en otros campos. Deduciremos que el intelectual bien templado asume sus limitaciones con franca apertura sensata hacia los enigmas, percibiendo las orientaciones adecuadas, sin fijaciones absurdas, para las mejores condiciones de vida.

En la actualidad es habitual la percepción de quejas por la pérdida de autoridad de los EDUCADORES en los diversos apartados de la enseñanza. Si bien escasean las aportaciones acerca del carácter deseable para dicha autoridad. La desorientación intelectual afecta al deterioro de los criterios referidos a las nociones para la transmisión de los conocimientos y no digamos en cuanto a los requerimientos dirigidos al alumnado para considerarlos capacitados. Criterios básicos a considerar por docentes y discentes. No vayamos a centrarnos en las medidas coercitivas, en las normas anquilosadas, cuando la autoridad en estos tiempos y materias es todo un reto de ideales actalizables de manera permanente.


En esta labor de deslinde interminable de los criterios razonados con dedicación, expuestos de continuo a la revisión de sus bases, también resultan cuando menos curiosas muchas referencias a la MORALIDAD. Pongamos a Dios o quitemoslo del debate, pero será difícil hablar de moralidad real si no tenemos en cuenta al conjunto de los humanos. El carácter sectario, sólo la moral que me afecta a mí, a mi grupo, o bien a cualquier otro; carecerá de raíces y por ende de implantación, sacada de su espacio privado, sin el contexto insoslayable del resto. Otra vez, las presiones derivadas de semejantes versiones particulares nos adentran en autoritarismos intempestivos y degradantes.


Cuando uno pretende aproximarse a las áreas donde por definición debiera primar la libertad, el choque inicial suele ser frecuente, al menos por lo inesperado; las imposiciones improcedentes arrasan cuanto alcanzan en una distorsión alocada de los contenidos, hasta deformarlos. A qué autoridad ARTÍSTICA atienden embelesados los críticos o personajes públicos, quizá la definen según el mercado, el utilitarismo oportunista de los políticos, publicaciones sensacionalistas, códigos de diversa procedencia o quién sabe qué fijaciones. Por fortuna, el arte es escurridizo, deja las cuotas de libertad en activo, pese a las movidas más recalcitrantes; escapa de las ataduras artificiosas interesadas.

En los procedimientos PROFESIONALES quizá se aprecie mejor la genuina autoridad del actuante en cuanto a conocimientos o maneras prácticas adobadas con la consideración adecuada al resto de afectados por su labor, compañeros o público en general. Actúan entre gente conocedora de las circunstancias. Desde esa cercanía, las asimetrías propias del autoritarismo quedan al descubierto con prontitud. Si se quiere ver claro; de manera imparcial, prescindiendo de las artimañas que no vienen al caso. Otro aspecto relevante es que el ambiente creado en sus entornos favorezca los comportamientos meritorios o introduzca nuevos forzamientos conductuales al servicio de las estratagemos de intereses variados.


Corren tiempos paradójicos. Según se mire, habrá quienes afirmen que son equívocos e incluso calamitosos o satisfactorios. Abundan los medios incluidos los económicos, la difusión de los conocimientos es de una agilidad abrumadora, las teorías de la libertad asoman por las esquinas. Mientras, retornan los AUTORITARISMOS añejos disfrazados de modernidad. El denominado como pueblo aparece retenido en su avance por el voto nominal. Por detrás de ese umbral continuan los complots implacables de los capitostes económicos, de la corrupción, de la complicidad de los políticos, de la sinrazón intelectual, del aturdimiento medioambiental a base de banalidades, consignas e improperios.


Si llegamos a pensar en la AUTORIDAD bien estructurada, adaptada por las instituciones adecuadas para su mantenimiento; me parece que nos perdimos entre pensamientos fosilizados. Porque, Academias, Fundaciones, Universidades, organizaciones comunales, han sufrido la invasión sucesiva de virus disgregadores. Los reductos de salvaguarda parecen estar en desuso, si no derruidos; nos dejan expuestos a la intemperie. Hasta cabe la interpretación optimista del derrumbe, pensando en el revulsivo generado para vencer el carácter acomodaticio tan extendioo, tan pasivo; para pasar al estímulo de las potencias personales, sin ambages ni camelos extemporáneos.


Quiero pensar que la verddera autoridad sea LIBERADORA en su doble versión de facilitar las esencias individuales, pero también la de no comprometer a los colectivos en comportamientos ponzoñosos. No hace falta el recurso de grandes descubrimientos, los requerimientos para la fluidez de la autoridad soñada son de sobra conocidos, aunque no sean aplicados. Radican en la búsqueda incesante de los ,mejores conocimientos, abiertos a los avances de las investigaciones minuciosas. En la comprensión de las deficiencias propias y ajenas, al menos para no acentuarlas. En la práctica de una Ética comunitaria que no abrace los hábitos sectarios; es deicr, no valen éticas del grupito obsesionado con sus intereses. Quizá con esto fuera suficiente, no es poca sustancia.

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