En cuanto al panorama de los genios, conviene detenernos un poco a pensar de que estamos hablando, Por de pronto, esas consideraciones sacan a relucir versiones DISPARES.. Su carácter intransferible, como el dibujo de sus rasgos individuales, su personalidad. Su singularidad, con pretensiones de ser original, abocada a las rarezas de diferentes alcances. Su genio brusco, por lo irascible de sus respuestas, prontas y de escaso control. Acotando en el grupo el concepto del genio de la excelencia, rareza al fin, pero centrado en su elevado punto de mira y su capacidad de realización. Aunque la aspiración general fuera del genio excelente, la medianía predomina y lamentamos el exceso de singularidades de malos recorridos.
Deduciremos de todo ello la conveniencia de las aclaraciones, no vaya a ser que atendamos por genio a unos simples polichinelas. Bien cierta es la influencia de las EXPECTATIVAS, porque si sólo proyectamos y en consecuencia, sólo esperamos, tonterías; quizá ni seamos capaces de apreciar las excelencias. Es frecuente el requerimiento de mucho tiempo para comprender el valor auténtico de ciertos logros. A su vez, la mencionada predisposición sirve de base para el supuesto asentamiento en ese ambiente del sujeto descollante; sin ese entorno, podría no llegar a manifestarse. Es decir, el requerimiento de unas mínimas condiciones es patente. La actuación del genio no siempre se reconoce al momento.
En una rápida ojeada percibimos la escasez de grandes genios, sus obras adornan los momentos ESTELARES de la física, medicina, la vida en sociedad, las artes e incluso algunos pequeños testimonios vitales menos divulgados; citaríamos al momento varios de ellos. Bien observados, nos ayudan a mantener en su lugar mediocre a quienes enarbolan posiciones efímeras de dominios, engaños o proyectos rumbosos, pero mal encarados. Con atenta observación no suele ser difícil la distinción de quienes no dan más de sí, es inútil pensar en su elevaón; o de quienes detentan buenas cualidades, aunque se adhieran a las andanzas tortuosas. Sin olvidar los desdenes que dedicamos a las mejores obras mientras aplaudimos incongruencias.
La perspicacia es menester también para apreciar a estos favorecidos de la fortuna sin exageraciones. Nadie es perfecto en las andanzas existenciales, las facetas personales circulan por recovecos desconocidos. Aunque los genios rocen niveles sublimes en un sector determinado, no están libres de comportamientos idiotas, la NECEDAD los acosa como al resto de los mortales. La obra ilustre puede quedar un tanto postergada por intemperancias de diversa magnitud. Lo cual nos enseña algo que siempre conviene recordar, las necesidad del deslinde analítico para separar las grandezas de las miserias. De no hacerlo con presteza agrandaremos la confusión y los negros auspicios.
La magnitud de las obras geniales no las hace propicias para establecer la clasificación de las mismas. La vastedad de sus aportaciones roza el abismo de los misterios subyacentes; quedan fuera de los parámetros medibles establecidos por el conjunto de la sociedad. Si alguna jerarquía estanlecen, viene definida por su inmenso POTENCIAL, colocan al intelecto humano por encima de sus niveles previos. En realidad, ocupan ámbitos inconmensurables, sobre todo para los ciudadanos comunes. La escasa o nula valoración que reciban por parte de la masa social, no invalida sus hallazgos, que sí podrán verse alterados o combatidos durante el tiempo que duren los focos de insensibilidad tan frecuentes.
Una buena pregunta es de dónde les viene esa apreciación de genios, de logros de alcances sublimes. Queda patente que no sirve la proclamación por el propio autor ni la de sus aduladores organizados, societarios, políticos, aprovechados de turno o movidas oportunistas. ; configuran un conjunto ridículo de rasgos demagógicos, si no pérfidos. La AUREOLA del genio se impone por sus propios destellos, científicos, artísticos, , por sus aportaciones sociales. El repaso de estos aconteceres grandiosos es fascinante, quedan asentados en el sentimiento comunitario, en su evolución incesante. Aunque en los hallazgos recientes, el exceso de supercherías aplaudidas introduce el sentimiento de sospecha.
Cabe pensar que tenemos al menos una cosa clara, el valor de la persona como ente insustituible; en efecto, el decirlo así cabe, aunque los comportamientos reflejan lo contrario. Si no es así, cómo concebimos los porcentajes de gente que pasa hambre, cuando sobran alimentos; o la progresiva cantidad de personas abocadas a la soledad; y unos pocos privilegiados explotan con sus excedentes. A ver si la genialidad reside en el descubrimiento de que las cosas tiene que ser así. La disparidad de criterios no augura nada mejor. Insisto, estemos atentos, porque esto tiene trazas de que el genio tozudo del PESIMISMO aliente las múltiples termitas de las que por ahora no conseguimos liberarnos.
Los saberes previos, los precedentes, constituyen una base ineludible para la consolidación del logro genial. La partida desde la nada es inexistente por definición, los precedentes son condicionantes reales. Con la misma rotundidad comprobamos el rasgo distintivo del genio, no es suficiente con la simple sumación de medios y saberes, estos, con frecuencia, llegan a ser un lastre.Tratamos de una realidad configurada por expresiones EMERGENTES, un añadido suplementario, pero no por sumación simple de efectos, sino procedentes del hallazgo impresionante, que depende de ese plus decisivo captado por el autor, pero inasible en lo referente a sus condiciones de aparición. El genio consiguió lo que parecía imposible.
La fuerza con la cual se manifiesta la obra genial dependerá, como es lógico, de sus características, del momento en que pille al resto de la sociedad y del talante de los sectores dominantes en ella. Se diferencia bien la obra del autor, estos han podido ser quemados o ensalzados, pero la aportación genial subsiste, sobrepasa las nociones mundanas del triunfo y su extensión.
La consideración del ÉXITO es reveladora de las cualidades de los receptores, de su estupidez valorativa o de la comprensión de los hallazgos. Desde estas posibles discordancias nace una serie de repercusiones sobre el conjunto; representativas de las responsabilidades adquiridas al hilo del acontecimiento.
En relación con la función social del genio, entramos en una primera polémica introductora de una disyuntiva decisiva. Suele decirse del genio, que si no lleva una importante carga moral, no es un verdadero genio. En esa línea la MORAL nos aboca a nuevas consideraciones con respecto al tipo de valores asumidos. Será muy diferente la adscripción a posiciones rutinarias, a sectarismos intempestivos, a proyecciones enfocadas al bien común. Porque la asepsia total es incomprensible con los panoramas individuales. Sin dejar de lado, la posible entrada de nuevas formas para entender la existencia. La diversidad de gentes mantiene abiertas las heridas de las polémicas, que serán un reto permanente.
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