Hermanos: como sabréis el nombre muchas veces imprime carácter. Esto lo reflejó muy bien Oscar Wilde en una comedia que tituló “La importancia de llamarse Ernesto” que, jugando con el nombre de Ernesto y que “earnest” quiere decir “serio” en inglés, hacía una crítica a la seriedad de la sociedad victoriana.
Algo parecido pasa con Donald Trump que tiene un apellido que define al sujeto en cuestión. A él y a toda una oleada de nuevos líderes que están saliéndonos por todo el mundo.
El apellido “Trump” es de origen alemán, de donde llegaron los abuelos del actual presidente de los EE.UU. Y su apellido, tras las transformaciones que se producían en los nombres en la Isla de Elis para empezar una nueva vida, evolucionó a Trump.
“To trump” en inglés quiere decir “triunfar”, pero de “ganar”, más bien en su acepción de jugador de cartas. Es decir, tener los triunfos que, si juegas bien tus cartas, te permiten ganar.
Indudablemente Donald ha sabido jugar bien sus cartas, de no ser así no sería presidente del imperio. Pero su apellido y sus formas no dejan de tener un fuerte regusto a “trilero” o a “tahúr del Mississipi”. De los que ganan haciendo trampas sin que se les note demasiado.
Pero “trump” en inglés de Inglaterra también significa “pedo”. Y parece ser que el mundo democrático empieza a oler mal (un poco más de lo normal). Bolsonaro en Brasil es otro enorme pedo de la democracia. Como en Polonia o Austria. La Italia de “Salvini” (otro apellido para enmarcar).
En nuestra España la partida se está jugando entre tres. ¿Quién será el que tenga los triunfos?
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