Los andaluces hemos creado sin quererlo, un estereotipo que hemos exportado al resto de España. Para los españoles de Despeñaperros para arriba somos una gente graciosa, que habla ceceando, que está siempre de juerga y que vive del PER.
No tienen en cuenta de que, en una tierra en la que ha nacido Seneca, Picasso, Velázquez, Paco de Lucía, García Lorca, Manuel Alcántara o Mariana Pineda, se crea, investiga, inventa, transmite o expone algo más que sol y panderetas, flamenco, espetos y chanquetes, siesta y fiesta.
Vivimos en una ciudad que ha sido capaz de crear y mantener un Silicon Valley a la malagueña en ese extraordinario parque tecnológico. Una cuna de extraordinarios artistas: pintores, músicos, actores, cantantes, escultores y escritores. Un caldo de cultivo de la creatividad y los inventores. Qué ha sido capaz de transformar las mil tabernas en el paraíso de la gastronomía. Una ciudad que es la leche.
Pero mi buena noticia de hoy me la proporcionan los hombres de trono malagueños. Ojo, los hombres de trono, no los portadores, ni los costaleros, ni los horquilleros. Aquellos alumnos aventajados y avejentados que nacimos de los sabios consejos de los viejos capataces de trono (“El Polo” y “El bigote de pana” entre otros muchos) que nos enseñaron a quitarnos las chaquetas, a ponernos la túnica, el cíngulo y la faraona y aprender el lenguaje propio del “oficio”.
Una cofradía madrileña, la de Jesús de Medinaceli, ha fichado a una cuadrilla completa de hombres y mujeres de trono malagueños (submarino incluido), para que porten a sus hombros el trono madrileño que procesionará en la ciudad del oso y el madroño el próximo Viernes Santo. Se van a escuchar palabras del argot semana santero: “medio pasito a la derecha, o a la izquierda”; “arriba del tirón”; “paso pollinico”; a la “carrerilla”, que no llegamos; “a pulso”, “donde está el botijo”, etc.
Las calles de Madrid van a oír los inigualables sonidos de una “cruceta musical” y el paso acompasado de cientos de pies malagueños por las calzadas madrileñas. Vamos a exportar una forma de rezar y de dar rienda suelta a nuestro cristianismo que tenemos “semitapado”.
¡Vamos a exportar algo importante! Una forma de ser en la Semana Santa, que llevaremos en avión o en el AVE. ¡Lo que no hagamos los malagueños! Pues verán como también le ponen pegas.
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