Solemos tener conocidos, amiguetes, amigachos, colegas, compañeros, socios, etc., etc. Pero cuando se habla de amigos, amigos de verdad, se trata de palabras mayores. El amigo no se encuentra, se cultiva; no se compra, se trabaja. No se comienza una amistad pidiendo, ni siquiera disfrutando, se inicia dando. En el siglo III A.C., decía Demetrio de Farelo: “Un hermano puede no ser un amigo, pero un amigo será siempre un hermano”.
Los que me conocen, saben que soy un enemigo acérrimo de lo que vengo en denominar “pasteleo”. Este consiste en rodear al presunto amigo de halagos, de pasadas de mano por el lomo y de parabienes innecesarios. Todas estas expresiones excesivas se convierten a las primeras de cambio en críticas y cambios de chaqueta innecesarios. Es lo que mi mujer llama “achuchamientos”. En una palabra: los amigos no se hacen el “Domingo de Ramos” sino se cimentan el “Viernes Santo” al lado de la cruz.
Al cabo de muchos años se recogen los frutos de una verdadera amistad. Personalmente he procurado cultivar la de pocas, pero escogidas, personas. Cuando menos te lo esperas, descubres que aquello que habías cimentado a base de cercanía y respeto, ha fructificado en determinaciones que señalan hasta donde había cuajado este vínculo amistoso convertido en hermandad.
Esta relación de amistad se demuestra algunas veces en un encuentro personal, en otras a través de familiares que recogen los sentimientos manifestados por algún fallecido con respecto a sus verdaderos amigos. Últimamente he recibido de manos de los hijos de un par de amigos recientemente fallecidos, objetos personales a los que tenían gran estima.
Para colmo de satisfacción, la viuda de un gran amigo me envía una copia de su testamento ológrafo, redactado hace unos cuarenta años, en el que descarga su confianza en mi humilde persona como albacea. Se trata de un gran hombre al que conocí como cliente y cuya amistad fuimos cimentando a lo largo de un montón de conversaciones (más de 50 años) y que fructifico en una profunda amistad, la cual hemos cultivado pese a que vivíamos en distintas poblaciones.
La amistad da su fruto a largo plazo. Solo se recurre a ella en contadas ocasiones. Pero siempre se confía ciegamente en la honestidad y la entrega sin condiciones del otro. Definitivamente, el que tiene un amigo… tiene un tesoro.
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