Andalucía concita la atención de los ojos españoles. No son pocos los partidos políticos que han jugado a estas elecciones con las mismas cartas que con las nacionales. Esta estrategia solo tiene un vencedor: el PSOE de los lupanares y los EREs en Andalucía y el PSOE fresco —según el CIS— de Pedro Sánchez en España.
Los andaluces tienen tres opciones. La primera, dar un volantazo a la derecha, un cambio, y despojar de los sitiales de San Telmo al PSOE y coronar al PP y a Ciudadanos, quizás con el tímido —pero no discreto, precisamente— sostén de VOX. El PP cuenta con la losa de haber sido derrotado durante cuarenta años en tierras andaluzas; de no haber sido capaces de gobernar nunca. Ésta es la única comunidad autónoma teñida por un solo color: el rojo. Hasta la jornalera Extremadura o la revolucionaria Asturias han sido salpicadas por el azul, o los feudos nacionalistas de Euskadi o Cataluña han tenido lendakari y presidents constitucionalistas —socialistas en los dos casos—. El PP es el gran advenedizo desde hace cuarenta años, el eterno derrotado; el que tuvo una ministra, Tejerina, que despreció la educación andaluza. Ciudadanos, en cambio, nace de la contradicción: de la férrea decisión de ser los paladines del cambio que, empero, cuatro años atrás sujetó la continuidad socialista al llegar a acuerdos con Díaz. Acuerdos que advierten que no se van a repetir. ¿Habrá que creerlos, como cuando dijeron que nunca investirían a Mariano Rajoy y luego lo invistieron y se opusieron a la moción de censura de Sánchez? Por último, en el tablero diestro queda VOX. Los verdes pueden sacar representación parlamentaria; en Almería, acaso. Parten con un mensaje de reciedumbre: ante los fracasos de la derecha por ganar Andalucía, tiene que haber una nueva alternativa; ellos. Han aprovechado los problemas por los que los políticos pasan de puntillas —inmigración, Gibraltar…— y han hecho el juego al PSOE al utilizar las cartas nacionales para referirse a unas elecciones autonómicas que, sin duda, les beneficiará pero que perjudicará a sus socios diestros.
En el flanco izquierdo, Podemos Andalucía —que tiene vida propia, al margen de la matritense cúpula de Podemos— e Izquierda Unida de Andalucía se han unido para pergeñar una nueva coalición, a la que se han agregado formaciones andalucistas sin contar con Equo: Adelante Andalucía. Teresa Rodríguez, cabeza visible de la formación, pese a sus intentos de hablar de colegialización de los cargos orgánicos de la coalición, representa un espíritu libre de Pablo Iglesias, a quien derrotó en las primarias cuando éste decidió apoyar a su opositora. Además, representa una intachable pasión por Andalucía: ha querido mantenerse en Andalucía y no “ascender” a poltronas nacionales. Pero, sobre todo, representa una actitud muy crítica a la de lacayos del PSOE, fiel a su corriente anticapitalista; y ya ha avanzado que nunca investirá a Susana Díaz, aunque no descarta investir a otro socialista. Un órdago en toda regla.
Por fin, el PSOE. A todas luces, será el vencedor de los comicios. Moreno Bonilla, el candidato del PP, admitía que está ante la mejor maquinaria electoral de España: el PSOE-A. Susana Díaz ha intentado que se olviden que Andalucía es su premio de consolación; y, paradójicamente, se ha apoyado en Pedro Sánchez, su otrora encarnizado adversario, para que la hemorragia de pérdida de votos no sea tan mayúscula. El afán de proponer un plan de comunidad autónoma enmarcada en los problemas actuales de Andalucía que desdeñen al pasado de los EREs y demás corruptelas no será suficiente para alcanzar la mayoría absoluta, tan deseada por Susana Díaz. Quedará pactar o, lo que es más probable, convocar unas segundas elecciones.
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