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Los periodistas al informar sobre noticies cristianes deberían saber la diferencia existente entre misa católica y culto evangélico

Misa o culto

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Pilar Rahola en su escrito una historia (La Vanguardia 28/11/2018), relata la historia de una familia armenia que lleva nueve años residiendo en Holanda a la que el gobierno le niega conceder asilo político. La familia Tamrezyan ha encontrado protección en la iglesia evangélica Bethel. Su pastor Theo Hettema tuvo la idea que compartió con la congregación en el primer culto que celebró: “Ninguna iglesia no tendría que escoger entre el respeto a la ley y el respeto a la dignidad humana”. Según la periodista “la policía holandesa no puede entrar en un lugar de culto mientras se celebran los oficios”.

Para no infringir la ley y con el propósito de proteger a la familia Tamrezyan, el 26 de octubre de 2018 más de 300 pastores convinieron en hacer turnos con la finalidad de celebrar cultos ininterrumpidos y así impedir que la policía entre en la capilla de la iglesia Bethel. Rahola finaliza su escrito con estas palabras: Goethe decía que los pecados escriben la historia, pero que la bondad es silenciosa. Afortunadamente esta vez ha hecho ruido”. Pidamos al señor que la bondad haga ruido más a menudo y así neutralizar el escándalo de la maldad. Ante el drama humano que representa la migración y la ineficacia europea de darle solución es reconfortante conocer historias de cómo la población se las ingenia para proteger a emigrantes del peligro de ser deportados.

Cito el relato que Pilar Rahola hace de la familia Tamrezyan porque la conocida periodista confunde culto evangélico por misa católica. Cada vez que menciona el oficio evangélico que los evangélicos denominan culto lo sustituye por misa. Hace unos años que el “Defensor del Lector” de La Vanguardia trató este tema debido a la denuncia de un pastor protestante. Pienso que los periodistas que desconocen las peculiaridades evangélicas pueden cometer el error de confundir “culto” por “misa”. Pienso que es muy difícil de digerir que esa confusión la tenga una periodista tan curtida como lo es Pilar Rahola que además ha investigado el cristianismo. Si en el escrito que menciono su autora hubiese utilizado una sola vez la palabra “misa” por “culto” al referirse a los cultos evangélicos uno podría pensar que ha sido un lapsus. Que lo haga cinco veces es un error inconcebible en una periodista de la categoría de Pilar Rahola. Me acojo al error garrafal cometido por la prestigiosa periodista para intentar hacer un boceto de la diferencia que existe entre misa católica y culto evangélico.

El Concilio de Trento declara que la misa es la Santa Cena instituida por Jesús, la repetición del sacrificio de Jesús en la cruz, un verdadero sacrificio propiciatorio por los vivos y los muertos. Es decir, la misa, por un poder auto otorgado por la clerecía católica, el cura cuando celebra la misa, en la consagración del pan y del vino convierte los dos elementos en el verdadero cuerpo y sangre que Jesús ofreció en la cruz para salvación del pueblo de Dios, que es lo que significa el Nombre Jesús (Mateo 1: 21). En la misa el protagonista es el sacerdote. Solamente varones ordenados pueden celebrarla.

La centralidad del culto evangélico es la predicación. En las iglesias evangélicas no hay altar en que celebrar sacrificios aun cuando sean incruentos. El pastor cuando sube al púlpito no lo hace como si fuese un súper hombre dotado de poderes especiales, sino como pecador salvado por la sangre de Jesús que se limita a exponer el Evangelio sin poner ni quitar nada de su contenido, según la capacidad que le concede el Espíritu Santo. La centralidad del culto evangélico no recae en la supuesta repetición del sacrificio incruento de Jesús, sino en el anuncio de que Jesús murió y resucito para salvación de los pecadores. Cuando la iglesia local se reúne para celebrar la Santa Cena, el pastor que la preside lo hace como delegado de la iglesia que lo ha escogido para serlo, recordándoles que “cada vez que comáis este pan y bebáis de esta copa anunciáis la muerte del Señor hasta que vuelva” (1 Corintios 11: 26). La celebración de la Santa Cena se hace con las dos especies: pan y vino, a disposición de todos los presentes con derecho a participar. La Santa Cena evangélica tiene dos objetivos, que los participantes por fe miren al Calvario y al mismo tiempo lo hagan al futuro viendo al Jesús glorioso venir a buscarlos.

¿De qué sirve a los feligreses católicos participar maquinalmente del supuesto sacrificio incruento de Jesús en que creen, si no tienen la esperanza que en el día de la resurrección Jesús los vendrá a buscar para pasar toda la eternidad en el lugar que ahora está preparando para su pueblo en el Reino de Dios eterno?

Misa o culto

Los periodistas al informar sobre noticies cristianes deberían saber la diferencia existente entre misa católica y culto evangélico
Octavi Pereña
martes, 18 de diciembre de 2018, 00:00 h (CET)
Pilar Rahola en su escrito una historia (La Vanguardia 28/11/2018), relata la historia de una familia armenia que lleva nueve años residiendo en Holanda a la que el gobierno le niega conceder asilo político. La familia Tamrezyan ha encontrado protección en la iglesia evangélica Bethel. Su pastor Theo Hettema tuvo la idea que compartió con la congregación en el primer culto que celebró: “Ninguna iglesia no tendría que escoger entre el respeto a la ley y el respeto a la dignidad humana”. Según la periodista “la policía holandesa no puede entrar en un lugar de culto mientras se celebran los oficios”.

Para no infringir la ley y con el propósito de proteger a la familia Tamrezyan, el 26 de octubre de 2018 más de 300 pastores convinieron en hacer turnos con la finalidad de celebrar cultos ininterrumpidos y así impedir que la policía entre en la capilla de la iglesia Bethel. Rahola finaliza su escrito con estas palabras: Goethe decía que los pecados escriben la historia, pero que la bondad es silenciosa. Afortunadamente esta vez ha hecho ruido”. Pidamos al señor que la bondad haga ruido más a menudo y así neutralizar el escándalo de la maldad. Ante el drama humano que representa la migración y la ineficacia europea de darle solución es reconfortante conocer historias de cómo la población se las ingenia para proteger a emigrantes del peligro de ser deportados.

Cito el relato que Pilar Rahola hace de la familia Tamrezyan porque la conocida periodista confunde culto evangélico por misa católica. Cada vez que menciona el oficio evangélico que los evangélicos denominan culto lo sustituye por misa. Hace unos años que el “Defensor del Lector” de La Vanguardia trató este tema debido a la denuncia de un pastor protestante. Pienso que los periodistas que desconocen las peculiaridades evangélicas pueden cometer el error de confundir “culto” por “misa”. Pienso que es muy difícil de digerir que esa confusión la tenga una periodista tan curtida como lo es Pilar Rahola que además ha investigado el cristianismo. Si en el escrito que menciono su autora hubiese utilizado una sola vez la palabra “misa” por “culto” al referirse a los cultos evangélicos uno podría pensar que ha sido un lapsus. Que lo haga cinco veces es un error inconcebible en una periodista de la categoría de Pilar Rahola. Me acojo al error garrafal cometido por la prestigiosa periodista para intentar hacer un boceto de la diferencia que existe entre misa católica y culto evangélico.

El Concilio de Trento declara que la misa es la Santa Cena instituida por Jesús, la repetición del sacrificio de Jesús en la cruz, un verdadero sacrificio propiciatorio por los vivos y los muertos. Es decir, la misa, por un poder auto otorgado por la clerecía católica, el cura cuando celebra la misa, en la consagración del pan y del vino convierte los dos elementos en el verdadero cuerpo y sangre que Jesús ofreció en la cruz para salvación del pueblo de Dios, que es lo que significa el Nombre Jesús (Mateo 1: 21). En la misa el protagonista es el sacerdote. Solamente varones ordenados pueden celebrarla.

La centralidad del culto evangélico es la predicación. En las iglesias evangélicas no hay altar en que celebrar sacrificios aun cuando sean incruentos. El pastor cuando sube al púlpito no lo hace como si fuese un súper hombre dotado de poderes especiales, sino como pecador salvado por la sangre de Jesús que se limita a exponer el Evangelio sin poner ni quitar nada de su contenido, según la capacidad que le concede el Espíritu Santo. La centralidad del culto evangélico no recae en la supuesta repetición del sacrificio incruento de Jesús, sino en el anuncio de que Jesús murió y resucito para salvación de los pecadores. Cuando la iglesia local se reúne para celebrar la Santa Cena, el pastor que la preside lo hace como delegado de la iglesia que lo ha escogido para serlo, recordándoles que “cada vez que comáis este pan y bebáis de esta copa anunciáis la muerte del Señor hasta que vuelva” (1 Corintios 11: 26). La celebración de la Santa Cena se hace con las dos especies: pan y vino, a disposición de todos los presentes con derecho a participar. La Santa Cena evangélica tiene dos objetivos, que los participantes por fe miren al Calvario y al mismo tiempo lo hagan al futuro viendo al Jesús glorioso venir a buscarlos.

¿De qué sirve a los feligreses católicos participar maquinalmente del supuesto sacrificio incruento de Jesús en que creen, si no tienen la esperanza que en el día de la resurrección Jesús los vendrá a buscar para pasar toda la eternidad en el lugar que ahora está preparando para su pueblo en el Reino de Dios eterno?

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