“Pólvora, tabaco y cuero” es una obra de múltiples resonancias: el primer detective anarquista en la historia de la novela negra; una protagonista que libra una batalla por la igualdad de las mujeres en unos tiempos particularmente machistas; la presencia en el relato de personajes históricos como el general Miaja o el escritor Arturo Barea; un homenaje al momento más heroico de Madrid, aquel del “¡No pasarán!”, cuando la ciudad, cercada y bombardeada, hambrienta y aterida de frío, se convirtió, como dijo el poeta Antonio Machado, en “rompeolas de todas las Españas”. La aparición de esta novela negra, la tercera de Javier Valenzuela, coincide con el 80 aniversario del final de la Guerra Civil española. Huso Editorial.
Madrid, del 24 de diciembre de 1936 al 6 de enero de 1937. Cercada y bombardeada por las tropas de Franco, hambrienta y aterida de frío, la capital vive su Navidad más triste. Ramón Toral, un anarquista nombrado delegado de Seguridad del barrio de Tetuán, recibe la denuncia del asesinato a puñaladas de una vecina. La denunciante, Marcela Burgos, maestra y pionera de Mujeres Libres, sospecha que el autor del crimen es el marido de la víctima. La habría matado tras descubrir sus relaciones con otro hombre.
Ramón se pone en marcha para localizar al sospechoso, pero debe enfrentarse a una doble resistencia. Muchos no creen que “lavar el honor” sea un delito. Y, además, ¿para qué perder el tiempo con este caso cuando mueren cientos de personas en combates o bombardeos?
Apenas iniciada su investigación, Ramón recibe otro encargo: desmantelar una red de falsificación de salvoconductos. El delegado de Seguridad viajará por una ciudad con plomo en las entrañas para intentar resolver tanto un crimen machista como un asunto de traición. Visitará trincheras, hospitales y cabarets. Y se las verá con protagonistas de la defensa de Madrid como el general Miaja, el albañil anarquista Cipriano Mera y el escritor Arturo Barea.
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