| ||||||||||||||||||||||
Julius Ruiz es profesor titular de Historia de Europa en la Universidad de Edimburgo. Su actividad investigadora le ha llevado a centrar una buena parte de su trabajo en la época republicana, la Guerra Civil y el franquismo. Fruto de diez años de esfuerzo es la reciente publicación de ‘La guerra sucia’ (Espasa), un volumen en el que relata la enconada lucha que los servicios de inteligencia republicanos y golpistas sostuvieron a lo largo de toda la contienda.
La bóveda de los recuerdos del escritor Carlos Alonso Sainz habla de memorias que se pierden, pero también de otras memorias que se recuperan, y el lector puede descubrir que estas tienen mucho que ver con nuestra historia más reciente, la Guerra Civil española. Sin embargo, Sainz nos asegura que este no es otro libro más sobre la Guerra Civil y vamos a descubrir por qué.
El 2 de agosto de 1976 (tiempos convulsos) tenía diez años de edad. Mi niñez se deslizaba por emociones propias de aventuras ingeniosas siempre en compañía de mi inseparable amigo “Cornelius”, un madelman del Mego Planeta de los Simios, con el que había diseñado diversas estrategias para invadir un sinfín de planetas enemigos. Ensoñaciones y fantasías que solo se veían superadas por otros mundos que junto a mi abuelo observaba con gran intriga.
Ayer, recién aterrizado de uno de sus muchísimos viajes en Falcon (¡que nos está costando un huevo!) y sin avisos previos del feísimo Puente -el enfadado-, apareció (ridículamente vestido de ayudante de forense) en el Valle de los Caídos, un desmejorado Sánchez para demostrar a “todo el mundo” el gran interés por los muertos del bando republicano de nuestra guerra civil.
Hasta el último tercio del siglo XX no se le ocurrió a los padres y padrinos de entonces el ponerle los nombrecitos que se han puesto de moda y que, a veces, no sabemos si están llamando a un niño, un animal o un electrodoméstico. Pero ese es otro tema a debatir.
Francisco J. Leira Castañeira (El Ferrol, 1987) es doctor en Historia por la Universidad de Santiago de Compostela con su tesis ‘La socialización de los soldados del ejército sublevado (1936-1945).
A partir de que se planteó esa disyuntiva, siempre se ha considerado que es preferible enseñar a los necesitados a que se busquen su sustento con su propio trabajo antes que otorgarles una ayuda sin que hagan nada para conseguirla.
Jhon Maynard Keines, en su conocido libro “Teoría General de la Ocupación, el interés y el Dinero”, allá por el primer tercio del pasado siglo XX.
Ellos, si tienen su suerte, podrán llegar a la edad senil y se verán acuciados por la deficiencias propias de la senectud y, si otra pandemia ataca a la Humanidad y, como consecuencia, a los más débiles, la padecerán en primer lugar, y entonces, como dicen ahora, serán los culpables y responsables de su expansión y se verán arrinconados y desatendidos como se está llevando a cabo con los ancianos.Por el contrario existen personas que aman, cuidan y se preocupan por los ancianos a los que les reconocen su valía y dignidad y los colocan en el lugar que les corresponde por el respeto y la estima que se merecen.
Si es cierto eso de que la cara es el espejo del alma, con toda seguridad que hay alguna persona del sexo femenino del actual gobierno en funciones que, a juzgar por sus expresiones, por el rictus que acompaña constantemente a sus labios, incapaces de sonreír o al ceño que frunce en forma de profundos surcos su frente.
Que la Guerra Civil Española resulta un tema apasionante es una verdad tan grande que se cae por su propio peso y no hace falta insistir en ella. Ahora bien, desde que concluyó el 1 de abril de 1939 han sido legión los historiadores, extranjeros y españoles, que le han dedicado trabajos monográficos, tanto con historias generales como fragmentarias.
Ángel Viñas (Madrid, 1941), el historiador de la pajarita, es uno de esos investigadores, hay más, afortunadamente, que no pretende reinventar la Historia, pero que sí quiere ampliar suficientemente el horizonte, a través de la localización de documentos inéditos, que permitan disponer de una imagen mucho más nítida, y precisa, de cómo sucedió todo. «No siento ningún remordimiento en desautorizar a los charlatanes e incluso a los historiadores que se han dejado llevar por posturas apriorísticas, cuando no ideológicas.
He esperado a que pasara el 1 de abril, día nombrado por toda la prensa en general como el día de la paz. Que pocos periodistas se han planteado la realidad, salvo aquellos que están al servicio de los sentimientos triunfales del fascismo, esos que siguen haciendo valer el refranero español sin olvidar que “Mientras vive el vencido, venciendo está el vencedor”.
Podemos estar ante la recuperación de Max Aub, excelente y prolífico creador, acercándonos a un campo más amplio de lectores. Lo que garantizo no será un tiempo mal aprovechado por parte de quienes lo aborden.
|