Que la Guerra Civil Española resulta un tema apasionante es una verdad tan grande que se cae por su propio peso y no hace falta insistir en ella. Ahora bien, desde que concluyó el 1 de abril de 1939 han sido legión los historiadores, extranjeros y españoles, que le han dedicado trabajos monográficos, tanto con historias generales como fragmentarias. A medida que avanzan los años, se escribe más sobre ella y es seguro que seguirá escribiéndose durante mucho tiempo. Desde el que podemos considerar primer gran clásico del tema, The Spanish Civil War, publicada por Hugh Thomas en 1961 y revisada en varias ocasiones, hasta hoy, los historiadores se han centrado en un conflicto enormemente atractivo para el investigador, el estudioso y el lector en general. Las nuevas aportaciones documentales, descubiertas en archivos civiles y militares, a medida que ha sido posible acceder a ellos con mayor libertad, y en algunos también los testimonios orales- o escritos – de los pocos supervivientes que puedan quedar a fecha de hoy, han constituido los pilares básicos que han posibilitado la proliferación de estas publicaciones.
Ahora y dentro de esta proliferación, el profesor de Historia de la Universidad de Kent, Mark Lawrence (Worcester, Reino Unido, 1978), acaba de publicar en Alianza editorial un volumen de largo título: ‘Las Guerras Civiles Españolas. Una historia comparada de la Primera Guerra Carlista y el conflicto de 1936-1939’. Precisamente, en el subtítulo de la obra radica qué la diferencia de otros textos preexistentes sobre este mismo asunto. Sí, porque el profesor Lawrence apuesta por la llamada historia comparada para analizar las dos guerras, las más cruentas en la historia de España según su trabajo. El padre de la historia comparada, «por derecho propio» en palabras del británico, fue Marc Bloch, fundador junto con Lucien Febvre de la francesa École des Annales, que murió asesinado por la Gestapo en 1944.
Mark Lawrence afirma que el método de la historia comparada es particularmente útil en las nuevas historiografías militares y sobre todo en el análisis de las guerras civiles. En este sentido, la Primera Guerra Carlista y la Guerra Civil Española presentan similitudes importes en lo referente a militancias, políticas, religiones, ideologías y contexto internacional, incluso señala que los centros de insurrección derechista fueron los mismos en 1833 y en 1936. Los vencedores de ambas contiendas, Espartero y Franco, procedían de las guerras coloniales, en territorio americano y africano, respectivamente. Así mismo, la intervención militar internacional en ambos episodios resultó decisiva. Los voluntarios extranjeros lucharon por motivos similares y bajo estandartes propagandísticos comparables, aunque los resultados producidos al final de cada conflicto fueron opuestos. Es importante resaltar que el modelo carlista de insurgencia de 1833 fue ensalzado como el modelo nacional para defender a Dios, el Rey y la Tradición. Los requetés navarros, que se alzaron cien años después, repitieron esta mezcla de penitencia, celebración y sobre todo memoria del alzamiento de sus predecesores e incluso lo vieron «como una “tercera guerra carlista”. Cabe señalar que ambos conflictos estuvieron precedidos por algunos enfrentamientos, que sirvieron de «ensayo general» para las largas luchas posteriores. En la Primera Guerra Carlista sirva como ejemplo el levantamiento de los malcontents en Catalunya (1827-1828) y en la Guerra Civil el alzamiento de Asturias en 1934.
A la hora de utilizar como herramienta de análisis el método comparativo, hay que tener en cuenta la existencia de un desequilibrio notable referido a las fuentes documentales disponibles, ya que mientras que de la Guerra Civil Española existe una pléyade de publicaciones, muchas de las cuales, tal vez las mejores, se escribieron en el extranjero hasta la consolidación de la democracia española a comienzos de los años ochenta, de la Primera Guerra Carlista únicamente conocemos estudios de historiadores españoles y el testimonio de algunas memorias y libros de viajes.
Dentro del capítulo de conclusiones hay al menos dos que han de ser resaltadas. Y ambas son diferencias, no similitudes. Una consiste en que el conflicto carlista permitió que España, por primera vez en su historia, desarrollara un sistema democrático moderno a partir de una monarquía absolutista. Esta situación perduraría durante cien años, justo hasta el momento en que el triunfo de las tropas franquistas condujo a la supresión y sustitución de un gobierno democrático, el de la República, por una dictadura. La segunda diferencia atañe a la Iglesia. El triunfo de los nacionales en 1939 permitió que la Iglesia española regresase a unos niveles de poder y privilegios que no disfrutaba desde las vísperas de la Primera Guerra Carlista. Sin embargo, según Lawrence, «los intentos del régimen de “recristianizar” a los españoles fracasaron, sobre todo por lo que respecta a las clases obreras anticlericales». Y fundamenta este aserto manifestando que, al convertirse la Iglesia en un aliado tan estrecho del bando vencedor, olvidó por completo su labor pastoral con los vencidos, lo que condujo a unas cifras cada vez más bajas de católicos practicantes.
Como final, cabe señalar que Mark Lawrence ha estructurado ‘Las guerras civiles españolas’ en dos partes: la vertiente nacional y la internacional de ambas contiendas. La primera de ellas, es decir, la nacional, a su vez, se subdivide en ‘Frentes de batalla’, ‘Frentes internos’ y ‘Legado y memoria de los hechos’. La internacional, por su parte, comprende los apartados ‘Orígenes imperialistas de las guerras civiles españolas’, ‘Guerras mundiales en miniatura’ y ‘Ay de los vencidos’. El libro concluye con los apartados de ‘Conclusiones’, ‘Glosario’, ‘Fuentes’ y ‘Bibliografía’, así como con un ‘Índice onomástico’.
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