El desarrollo de los derechos humanos de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales (LGBT) en el marco internacional es de suma relevancia para lograr la protección de este colectivo. Cuando hablamos de los derechos de este colectivo, nos referimos a la urgencia de encontrar un reconocimiento legal y social a la dignidad individual y colectiva, praxis adentro de los estados nacionales y en una Democracia como la nuestra, y a la necesidad de eliminación de leyes restrictivas de derechos; incluso a la erradicación de acciones regresivas. Y ante esta arista, la cuestión es política. No política desde lo proselitista, ni lo partidario, sino desde una lucha que se tiene que dar desde las arengas políticas.
La lucha por los derechos civiles se está traduciendo en importantes victorias en los países occidentales con la aprobación de leyes que castigan la discriminación y que equiparan legalmente a las parejas del mismo sexo. Este clima de igualdad se convierte en uno de miedo y hostilidad en gran parte de algunos sectores de la sociedad (más aun en países de África y Oriente), donde la homosexualidad es perseguida por los gobiernos y puede suponer la imposición de la pena de muerte. En nuestro país, por conductas micro homofóbicas. Estas dos caras de la misma moneda se presentan como uno de los mayores desafíos para la comunidad internacional en el siglo XXI, y para los Estados nacionales.
La protección de los derechos humanos y de la libertad individual está en la agenda de las principales organizaciones internacionales y de algunos estados, aunque la aplicación en sus políticas es diversa y no existe un camino común a la hora de proteger a la población LGTB de la caza de brujas a la que está siendo sometida en muchos lugares del mundo. La celebración en Occidente de las conquistas por los derechos civiles no podrá ser completa hasta que cualquier persona pueda vivir libremente su condición sexual en cualquier rincón del planeta, sin miedo a ser perseguido o ejecutado.
La lucha política, que es vigente y nunca completa, ha generado cambio en la mentalidad de la opinión pública. En Europa, por ejemplo, encontramos el lugar con mayor aceptación a la población homosexual, destacando los casos de Países Bajos y España, donde el 87 % de la población considera que su barrio o ciudad sería un buen lugar para vivir para una persona homosexual. En un poco más de un cuarto de siglo, la situación ha dado un giro de 180 grados y en la actualidad la sociedad europea percibe la homofobia como un aspecto muy negativo y preocupante.
Es importante también destacar el caso de Latinoamérica, ya que cuenta también con altas tasas de aceptación de la comunidad LGTB, como en Argentina, con un 74 % de la población que percibe la homosexualidad como algo normal. La situación en China merece una mención especial: en la década de los 80, los homosexuales eran enviados a campos de trabajos forzados sin un juicio previo. Actualmente, las relaciones homosexuales están legalizadas y en grandes ciudades como Shanghái ni siquiera es un asunto que se oculte.
Si bien todas estas regiones que mencionamos presentan variantes relativas entre si, incluso historias disimiles, a la hora de combatir las resistencias, las actitudes regresivas, todo el colectivo se siente interpelado por una misma razón: la lucha positiva como generadora de cambios y la generadora de herramientas para tornar progresivas a las sociedades.
Cuando las sociedades se tornan progresivas, se educan en lo que he dado a llamar la “DIVERSIDAD INTELIGENTE”. Vamos a profundizar este concepto en una segunda parte de este artículo, donde hablaré del Matrimonio Igualitario como punta de lanza de los derechos LGTB.
Una sociedad Diversa pero inteligente, se torna volcada con vocación a las luchas políticas, revaloriza esta actividad con un impulso apartidario, y abrazado bajo una misma bandera de dignidad y progreso. Se torna una lucha revolucionariamente amorosa, donde impera el mismo amor y el mismo derecho.
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