Los cambios acelerados del momento presente alcanzan de lleno a las agrupaciones de gente atareada en sus ocupaciones habituales. Las rutinarias como lastre adosado a base de generaciones, los imprevistos de sus tareas diarias y los fenómenos EMERGENTES de nuevas modalidades de comportamiento. Estas últimas obedecen a impulsos diferentes, necesidades imperiosas que deben ser satisfechas, brotan desde intereses perversos subyacentes y también surgen por la natural adaptación existencial a los tiempos modernos. El abanico de las posibles respuestas permanece abierto en cada época, ceñido a los ámbitos geográficos, con sus tipismos y circunstancias locales que los modulan.
La tradición, lo acostumbrado, la serie de aportaciones precedentes, en forma de gustos, ocupaciones, planes educativos o prácticas de ocio; agrupan las actividades habituales. Incluso en ese conglomerado COSTUMBRISTA se ponen de manifiesto las tensiones propias del ajetreo existencial. Son como una cargazón soportada día tras día. Sin salir de estos comportamientos adaptados a las circunstancias, brotan las diversas manifestaciones de las expansiones liberadoras, asumidas para ciertos momentos oportunos. Sobre todo, estarán centradas en los juegos o a base de celebraciones festivas. No parece necesaria mucha justificación para esa liberación equilibrante, contrarresta las tensiones acumuladas.
En un afán que no sé muy bien si considerarlo bien intencionado, enajenado o perverso, en la sociedad se promueven una serie de deformaciones , que lo son precisamente por su tendencia uniformista, despreciativas con respecto a los discordantes, siendo así que el carácter de la sociabilidad, esa supuesta EMPATÍA común, tiene implicaciones diversificantes por todas partes. Los conocimientos difieren por edades, ocupaciones, esfuerzo personal o capacidades naturales; lo mismo el sentido ético, estético, etc. En cualquier actividad emprendida, la generación de actitudes divergentes es un hecho incontrovertible, porque las desigualdades de las características individuales están presentes.
De esa variedad de percepciones, lo más natural es el descubrimiento de afinidades y discrepancias entre los participantes y según los asuntos tratados. En ese panorama, en el cual se reúnen las citadas tensiones, las versiones contradictorias y las maniobras liberadoras, sin añadir aún ideas perniciosas; resulta lógico que los afines se aproximen, apiñados en AGRUPACIONES concretas, con variados grados de adhesión. Puede haber tantas como actitudes dispuestas (Actividades juveniles, deportes, fiestas, asuntos económicos, políticos, etc.). Pronto salen a relucir las pulsiones contrapuestas, acaso conflictivas, las que siguen las normativas y las que optan por salirse de lo acostumbrado.
El elenco de las interpretaciones festivas es numeroso, según el carácter de sus protagonistas, su adaptación a través de múltiples matices y las extravagancias sobrepasan cualquier limitación. No suelen ser agrupaciones circunscritas en su totalidad al hecho festivo, por lo que adoptan un aire de AMPLIFICACIÓN, enfocado a otros menesteres. Puestos en lo peor, cuando se asocian a tribus urbanas o agrupaciones violentas, supuesto en el que entran a menudo en conductas transgresoras, incluso delictivas. Aparte del desenfreno de las mencionadas, las inclusiones políticas, de grupos intolerantes u otros condicionantes ideológicos, distorsionan la sencilla ecuación liberadora en el ambiente lúdico de la fiesta.
En los festejos actuales no ha desaparecido la intencionalidad de apropiarse de su desarrollo para fines ajenos a la propia celebración. Vienen a concretarse en la VOLUNTAD de PODER, expresada en la organización manipuladora de dichas actividades. En la transgresión del sentido original del Olentzero, Reyes Magos, fiestas del pueblo; se comprueba la utilización del ambiente festivo para la imposición subrepticia de otros criterios aportados por quienes dominan el cotarro. También en estas vivencias gozosas, conviene dejar la credulidad a un lado, para la criba de las intenciones aviesas introducidas por los entresijos del hecho festivo, que pasan a convertirlo en conductas sectarias.
A la mínima liberación festiva, quién sabe si bajo el influjo del alcohol u otras drogas, pronto deja de hablarse de las atosigantes tensiones previas, como efecto venturoso inicial. Pero lejos del aprovechamiento gratificante, empieza a ser habitual la concentración de ciertos participantes en el carácter abusivo ORGIÁSTICO predominante en sus actuaciones desmedidas. Hasta la transgresión tiene trazados unos límites frente a la insensatez. Mientras son comportamientos de unos pocos elementos furibundos, las alarmas no se encienden; pero algo importante falla cuando las señales de alerta no surten efecto ante la reiteración de los desmanes; mucho peor si suceden con la aquiescencia y auspicios de entes públicos.
Tampoco convienen las exageraciones en torno a las transgresiones festivas. Suele afirmarse que el yo particular se disuelve en la vorágine del disfrute, sano, expansivo y creativo. En efecto, ese ROSTRO del sujeto concreto pierde nitidez; se difumina desperdigado entre el jolgorio. Aunque no procede una queja excesiva, las máscaras nefastas también son empleadas en las actividades habituales, ¡Y de qué forma! En todo caso, a la vista de las experiencias acumuladas cabría preguntarse quién deforma más. Seguramente llegaremos a la conclusión de que la fiesta transparenta mejor la identidad de los implicados. Los perfiles son cambiantes, muy propensos a los equívocos, con abundantes señales contradictorias.
Como en todas las agrupaciones numerosas, siempre aparecen promotores o colaboradores en la sombra. Muchos lo hacen desde enfoques altruistas en apoyo de las celebraciones, incluso constituyen en ocasiones el alma del equipo organizativo, aunque pasen desapercibidos. Pero también proliferan una serie de personajes FANTASMAGÓRICOS manipuladores, a veces hasta boicoteadores del buen sentido del evento. Al fin, estos desequilibrios generan nuevas tensiones involucradas en la celebración general.
Las actuaciones lúdicas afrontan la mediocridad o bajeza de sus demostraciones a base de cuidadas elaboraciones y la calidad artística de sus creaciones. En su proyección entusiasta reside la posible SUBLIMACIÓN de la fiesta liberadora. Las variadas actuaciones musicales, pinturas, esculturas, expresiones corporales enlazan con ese carácter sustitutivo de la congoja cotidiana por el disfrute en común de las mejores sensaciones.
De nuevo en la naciente Primavera, surge el ejemplo del rebosante ambiente FALLERO, en el cual, el continuado fondo musical, las aceradas muestras del humor festivo, el acabado de los ninots y monumentos falleros, elevan el estruendo lúdico de los participantes a una señera manifestación artística. Los símbolos están sobrepasados por la participación ciudadana, fragorosa y ruidosa, pero plena de arte, luminosidad y alegría.
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