Conjuntamente con la dieta, la actividad física y el bienestar emocional, el descanso es uno de los pilares fundamentales para una vida saludable. Sin embargo, los datos apuntan a que, en términos generales, una parte importante de la población española no duerme las horas necesarias.
Según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN), entre el 20% y el 48% de la población adulta sufre dificultad para iniciar o mantener el sueño. Además, tal y como se desprende del último estudio, pese a que los españoles son los que más respetan las horas de sueño frente a otros países como Alemania, Francia y Reino Unido (el 39% afirma dormir el tiempo necesario, frente al 29% de franceses, el 33% de ingleses o el 36% de alemanes), las cifras todavía dejan mucho que desear.
En este sentido, la falta de sueño tiene un impacto negativo en la salud. En un plano físico, no dormir bien implica un mayor riesgo ante enfermedades graves, y también afecta a la función psicomotora, causando un bajo rendimiento académico o laboral, entre otras consecuencias. A nivel psicológico, cuando la falta de sueño se convierte en algo habitual, se puede favorecer el desarrollo de enfermedades como depresión o ansiedad.
“Además de afectar a nuestra salud física, no descansar lo suficiente tiene graves consecuencias sobre nuestro bienestar psicológico y el rendimiento laboral, y provoca mayor irritabilidad, sensación de tristeza y falta de concentración, entre otras consecuencias”, indica la Dra. Marta López Tomás, E-Health Medical Manager de Cigna España. “Por ello, hay que respetar las horas de sueño que necesita nuestro cuerpo, ya que es fundamental para mantener una buena salud y bienestar”.
Así, con motivo de la celebración del Día Mundial del Sueño (15 de marzo), fecha destinada a la concienciación sobre los trastornos del sueño y la importancia del descanso para mantener una buena salud y calidad de vida, se expone seis señales de alerta que pueden indicar que una persona no está durmiendo lo suficiente:
Dificultades para pensar con claridad y tomar decisiones. Cuando no se descansa lo suficiente, la concentración, la agilidad mental, la capacidad de procesar la información y la toma de decisiones se ven afectadas.
Problemas de memoria. La falta de sueño también repercute directamente en la memoria, ya que durante la fase REM el cerebro procesa la información captada durante el día y ayuda a consolidarla y almacenarla debidamente. Si no se tiene un sueño reparador, estos datos no se reorganizan como deberían y algunos se olvidan.
Cambios de humor. Diversos estudios apuntan a que la falta de sueño está relacionada con una reducción en las capacidades de regulación emocional. Esto puede desencadenar una sensación de ‘montaña rusa’ emocional, donde tras periodos de euforia se pasa a un estado de tristeza profunda.
Imposibilidad de manejar el estrés. El estrés y la ansiedad se convierten en desencadenante del insomnio y a su vez en una consecuencia del mismo. Una vez instaurados los problemas de insomnio, la falta de sueño produce en el organismo una reacción fisiológica que contribuye a aumentar los niveles de ansiedad y estrés, generando mayor alerta y activación y mayores dificultades para poder relajarse, y por tanto, dormirse.
Irritabilidad y frustración. El sueño mantiene un rol muy importante en diversas funciones cognitivas. Ante una falta de descanso, factores como la atención o la capacidad de resolución de problemas se ven afectadas, lo que puede desembocar en un estado de ánimo más irascible.
Cambios en la percepción sensorial. No descansar adecuadamente puede causar cambios en la percepción sensorial de las personas, como la reducción del campo visual o la pérdida de sensibilidad ante señales emocionales, como pueden ser las expresiones faciales de alegría o tristeza.
Para contribuir a la prevención de estos problemas, la clave estará en contar con una rutina adecuada antes de dormir que permita mejorar la calidad de sueño. Así, es conveniente limitar el consumo de sustancias excitantes, como la cafeína o teína; evitar la utilización de dispositivos electrónicos o practicar ejercicio físico intenso en las dos horas previas a irse a dormir; mantener unos horarios regulares de sueño y apostar por una cena ligera, con alimentos ricos en triptófano y Omega 3.
Además, contar con un colchón cómodo y ropa de cama agradable, dormir en una habitación silenciosa, oscura y a una temperatura ambiente adecuada (aproximadamente, unos 18º) contribuirán a mejorar la higiene del sueño.
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