El envejecimiento de la población y las nuevas estructuras familiares ponen de manifiesto la necesidad de abordar la jubilación, la maternidad y la conciliación de la vida personal y familiar de formas diferentes. La mayor parte de los países miembros están poniendo en marcha medidas para ajustar el tiempo de cobre de la pensión a la esperanza de vida. Algunas de estas medidas son ampliar la edad de retiro, ajustar el periodo de cómputo y revalorizar las pensiones.
El problema es que la brecha laboral de género en el mercado laboral sigue afectando en mayor grado a las mujeres. El resultado de esta brecha es que tiene repercusiones en el momento de la jubilación y a la hora del cobro de las pensiones. Las mujeres, no han podido acceder tradicionalmente a las pensiones contributivas, pues sus empleos han pertenecido principalmente a sectores de economía informal, sector servicios y de cuidados, por lo que han podido optar generalmente por pensiones no contributivas. Además, existe una mayor la probabilidad de que sea una mujer la que se acoja a jornadas reducidas o a excedencias para llevar a cabo cuidados informales o dedicarse a su vida familiar.
La Comisión Europea indica que, la brecha de género en materia de pensiones de jubilación está en torno al 40%, lo que supone un riesgo elevado de que la población femenina retirada viva en pobreza y exclusión social, a este fenómeno se le denomina feminización de la pobreza. La previsión es que para el 2055 esta brecha crezca hasta el 49%.
¿Por qué son las mujeres las que tienden a realizar sacrificios en su carrera laboral y no los varones? Las nuevas generaciones parecen haber superado el discurso de la división de género de las responsabilidades domésticas y familiares pero a un nivel más práctico aún hay deficiencias. Lo que sí permanece es la imagen de la maternidad y los cuidados familiares como destino femenino.
La conciliación de la vida laboral, familiar y personal tiene un objetivo claro: desarrollar su actividad laboral sin que por ello tenga que dejar de lado aspectos esenciales para su desarrollo como individuo en las distintas facetas de su vida: laboral, familiar, el ocio y el disfrute personal.
De ese primer objetivo se deriva un segundo: atajar la desigualdad que tradicionalmente se ha dado entre hombres y mujeres a la hora de acceder al mercado laboral, siendo las mujeres el colectivo en desventaja a la hora de incorporarse y mantener un puesto de trabajo.
Se trata de una desigualdad estructural que en términos laborales se traduce en mayor dificultad para desenvolverse en el mercado laboral, mayor precariedad laboral y menores retribuciones en los puestos a los que acceden y escasas posibilidades de promoción. Por ejemplo, el cuidado informal de personas dependientes (con diversidad funcional, movilidad reducida, ancianos/as, menores y personas con otras enfermedades) todavía hoy recae en gran medida sobre ellas y es una de las causas por las cuales algunas mujeres se ven forzosamente abocadas a limitar su carrera profesional.
Se percibe esta tendencia ya que para las mujeres es más importante una buena conciliación laboral (59%) que para los hombres, quienes valoran más un contenido laboral interesante (37%).
Los esfuerzos para la conciliación de la vida laboral, familiar y personal no sólo deben ir encaminados a generar normativa y medidas para la igualdad entre géneros. Es necesario trabajar por una educación encaminada a la modificación de los roles y las representaciones socioculturales de mujeres y hombres en los ámbitos familiares y domésticos, así como en el ámbito laboral.
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