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Guaidó al agua

Hoy, aunque a Guaidó y a sus partidarios no les vaya a gustar esto, su figura y su odio extremo a Maduro ha venido siendo capitalizado por su Némesis
Isaac Bigio
miércoles, 15 de mayo de 2019, 14:48 h (CET)

El sábado 11 fue una fecha crucial para el destino de Juan Guaidó y el de la Asamblea Nacional de Venezuela que él encabeza. Este era el primer día no laborable donde los opositores estaban obligados a hacer una gran demostración para celebrar 4 meses desde que reclaman desconocer el segundo mandato de Nicolás Maduro y de haber establecido una “presidencia encargada”; y, por sobre todo, para protestar contra la detención de Edgar Zambrano, vicepresidente de dicho parlamento, ocurrida el miércoles 8 en la noche.

La manifestación convocada por la Asamblea Nacional se dio en un buen día feriado y hora, en un lugar de clase media donde ésta tiene mucho apoyo y sin que haya habido problemas con el metro, el transporte público, la policía o los colectivos. Según medios que simpatizan con Guaidó ésta tuvo muy pocas personas. The Guardian, el principal diario británico que cubre Venezuela, reportó que solo asistieron algunos cientos de concurrentes, mientras que Fox News, el principal noticiero televisivo pro-Trump de EEUU, abiertamente mostró su decepción porque en el mejor de los casos –según ellos - hubo un millar de opositores.

La Patilla, el principal diario ligado a la presidencia de la Asamblea Nacional, mostró las fotos de la protesta en la cual no se veía mucha gente pero si se mostraba una gran bandera estadounidense junto a una venezolana.

Sin autocriticarse


En su discurso Guaidó no propuso ninguna medida para resolver los problemas de salud, servicios, abastecimiento o de cualquier otro tipo, pues, nuevamente, solamente se concentró en responsabilizar a Maduro de todos los males del país. Esta vez no habló de hacer los paros escalonados hacia la huelga general, la cual ha sido su consigna desde que regresó a Caracas el 4 de marzo y luego del fracaso de su intentona militar del 30 de abril. Tampoco mencionó su otro slogan de que el cese de la oscuridad vendrá con el cese de la usurpación, algo que el chavismo le sacaba en cara como si fuera una confesión de parte de que Guaidó, a media semana de regresar a Venezuela, era quien estaba junto con EEUU efectuando tales mega-apagones. De igual manera no hizo mención a la ayuda humanitaria que en enero mismo él mismo había jurado que era esencial para que no murieran ya cientos de miles de compatriotas suyos.

Guaidó tampoco ha hecho la más menos autocrítica. No ha explicado por qué no se ha podido concretar los sucesivos días del “cese final de la usurpación” que ha venido prometiendo desde enero; por qué el 23 de febrero no se cumplió lo que él prometió (que la ayuda humanitaria iba a entrar “sí o sí” a Venezuela); por qué el mega-concierto hecho por Sir Richard Branson en Cúcuta no llegó ni a la quinta parte del millón de concurrentes que anunciaron (datos de la propia Univisión que apoya a Guaidó); por qué no pudieron hacer pasar sus camiones con ayuda traída en aviones militares desde Colombia a Venezuela y por qué sus activistas quemaron algunos de estos en el lado colombiano; por qué no se han dado los paros escalonados tan anunciados; por qué el 30 de abril el levantamiento armado no contó con el apoyo tan anunciado de muchos militares y masas; por qué el primero de mayo no se dio la mayor marcha popular del mundo y de la historia venezolana que Guaidó tanto prometió efectuar (ese día no laboral pocos millares acudieron a su concentración, decenas de veces menos que las multitudes de chavistas que marcharon hacia Palacio de Miraflores); y por qué pocas decenas de personas asistieron a su llamado de ir a visitar a los cuarteles a inicios de mayo.

En vez de dar explicaciones sobre ello Guaidó ha decidido continuar ignorando ello y siguiendo presentando a la situación como cada vez más y más inmejorable. Esto, por supuesto, desmotiva a sus seguidores. Eso es algo que se puede percibir en el programa televisivo de la exiliada venezolana en Miami Patricia Poleo. Una de sus entrevistadas manifestó sentirse defraudada como opositora por la manera en la que el “Presidente Encargado” para pidiendo cientos de millones de dólares de los que no rinde cuentas y porque lo único que se logró el 30 de abril fue pasar a Leopoldo López (el jefe del partido Voluntad Popular de Guaidó) de estar rodeado en su casa para pasar a estar rodeado en una embajada que no es su domicilio.

Guaidó sigue insistiendo que la asonada del 30 de abril fue un éxito porque permitió mostrar que hay soldados que desobedecen al alto mando. Sin embargo, el 22-23 de febrero ha habido muchos más desertores uniformados, mientras en el golpe fallido solo ha habido pocas decenas de implicados. El 30 de abril los sublevados no lograron capturar a la base militar aérea que quisieron, conseguir el apoyo de algún cuartel o comisaría, movilizar multitudes o provocar muchos muertos para justificar una “crisis humanitaria” que amerite una intervención militar de EEUU.

El 30 de abril fue una derrota que hizo que López, quien pretende transformarse en el Mandela venezolano, tuvo que asilarse a 12 horas de haber sido liberado de su prisión domiciliaria; y que ha hecho que Maduro se fortalezca y pase al contraataque. Al no querer reconocer ese paso dado en falso, muchos antiguos seguidores de Guaidó le deben estar perdiendo credibilidad, sobre todo en el exterior. En la manifestación del 11 de abril Guaidó evidenció dos cosas.

Uno, es que ya ha perdido esa convocatoria de masas que tuvo en enero, donde sus manifestaciones inicialmente fueron mayores que las del chavismo, y que su militancia se viene reduciendo a un núcleo duro conformado por gente acomodada y de orígenes europeos.

Dos, que ya no tiene nada más que proponer a menos que sea implorar a EEUU y a sus vecinos a que invadan a Venezuela.

¿Invasión?


La cuestión es que Colombia y, sobre todo Brasil, no van a querer sacrificar cientos de miles de hombres y cuantiosos recursos para invadir Venezuela si saben que, en vez de contar con un respaldo militar y popular dentro de esa república, van a tener que enfrentar a más de dos millones de soldados y milicianos venezolanos y van a tener el riesgo de crear un Afganistán y Vietnam que terminó salpicando a sus propios países y a la región. Una invasión mal hecha a Venezuela podría fortalecer al ELN, hacer que las FARC vuelva a las armas y hacer que en Brasil y otras naciones puedan ir surgiendo numerosos movimientos huelguísticos fuertes, guerrilleros y subversivos.

EEUU no va a atreverse a bombardear e intervenir militarmente por primera vez en su historia en el continente suramericano. Esto debido a que teme que eso puede atascarse en una guerra prolongada como las de Irak, Siria o Afganistán, repúblicas de las cuales quiere retirarse. Una cosa son intervenciones en el mundo musulmán muy lejos de casa, y otra es una en el mar que da a sus costas en La Florida, donde también John Bolton quiere invadir Cuba y Nicaragua. De otro lado, ese paso en falso puede hacer que China, Rusia, Irán, Hezbolá y Turquía aprovechen la ocasión para sentar bases militares por primera vez en la América continental.

Además, Trump no puede bombardear Caracas sin el aval del congreso, cuyo control acaba de perder, y librando conflictos en dos flancos (Venezuela e Irán).

Para Washington su principal oponente internacional hoy no es Caracas sino Teherán, pues los ayatolas chiitas han logrado establecer lo que denominan como el “eje de la resistencia”, el cual es un arco que une Irán, Irak, Siria y Líbano, y en el cual pueden reclamar tener influencia sobre partes de Yemen, Afganistán y Palestina. Mientras Venezuela no está en guerra con nadie, en el Medio Oriente hay una serie de guerras donde si actúan las fuerzas persas o las apuntaladas por Irán.

Trump tiene varios problemas en casa pues hay posibilidades que se vaya a organizar contra él un proceso de “impeachment” mientras que a él le urge triplicar los fondos que ha conseguido para construir su mega-muro con México. Encina, sigue sin resolverse la cuestión del desarme nuclear con Corea del Norte y las pugnas con Rusia en torno a Ucrania y con China sobre la guerra comercial.

En su alocución Guaidó dijo que había que emular a Simón Bolívar quien se valió de la ayuda de 5,000 soldados del Reino Unido. La cuestión es que hace dos siglos esa ayuda fue vital para derrotar al imperio que durante tres siglos había dominado con mano dura a Hispanoamérica. Las tropas británicas e irlandesas fueron bienvenidas por una población armada y levantada que necesitaba derrotar a Madrid quien dominaba brutalmente a los Andes.

Hoy en Venezuela no existe ninguna ocupación extranjera. Por más que haya uniformados cubanos, rusos o chinos en Venezuela ésta es una república independiente con sus propias instituciones y ejército. Tampoco hay un levantamiento popular armado que llame a una potencia para que les ayude a librarse de otra potencia.

Por último, si Colombia, Brasil y EEUU entrasen a Venezuela esta no sería una guerra anticolonial similar a la de la independencia, sino una edición mucho más sangrienta de la guerra de la Triple Alianza, aquella que en 1864-70 se dio cuando Brasil, Argentina y Uruguay incentivados por el mayor imperio de la época (el británico) invadieron Paraguay. En ese conflicto, el más sangriento de la Suramérica republicana, casi toda la población varonil adulta del Paraguay fue exterminada, mientras que Brasil y Argentina se anexaron ricas tierras paraguayas.

En una posible invasión sobre Venezuela va a ser inevitable que los ocupantes pasen factura por su inversión. Colombia tiene ambiciones sobre el vecino lago de Maracaibo, donde se encuentra la mayor riqueza petrolera venezolana, Brasil, sobre las colindantes frontera sur y la cuenca del Orinoco, tan ricas en oro y diversos metales, y EEUU constantemente habla de su gran interés en poder volver a controlar los ricos yacimientos venezolanos.

Descrédito


Cuando Guaidó se reduce a pedir la intervención militar de EEUU y vuelve a mostrar una bandera de dicha potencia en sus concentraciones, él no logra incrementar su popularidad, sino producir un efecto inverso.

Precisamente lo que ha ayudado a Maduro a potenciarse dentro de los venezolanos y dentro de los uniformados es que aparece como el abanderado de la independencia y de la soberanía de su nación.

Muchos no entienden cómo puede sobrevivir un gobierno que tiene la hiperinflación más alta del mundo, con una producción que ha caído a la mitad, con serios problemas de abastecimiento, de luz y de agua, y con salarios que en promedio son menores a los diez dólares mensuales. Una de las razones que hay son las obras sociales y de vivienda, salud y educación que este ha hecho, el poder seguir suministrando paquetes de alimentos casi gratuitos (CLAP). Sin embargo, por sobre todo, su fuerza radica en que hoy puede aparecer como el garante que va a proteger al país de la potencia que quiere ocuparlo para robarle sus recursos.

Maduro ha logrado erigirse como el paladín de la “defensa de la patria”, recurso que han usado exitosamente diversos gobierno de distinto signo (como el británico de Churchill o el derechista israelí de Netanyahu, el de Putin en Rusia, el de los partidos comunistas de China, Cuba, Vietnam o Corea del Norte, o el de los nacionalista panárabe o los ayatolas de Irán).

Guaidó, al demostrar que su única fuerza radica en el apoyo exterior (y sobre todo de EEUU, potencia muy desacreditada por numerosas invasiones en el Caribe), va perdiendo apego en las amplias masas, aunque pueda lograr cierta audiencia en las capas altas, en el exilio anglo-americano y en sectores desesperados de la derecha venezolana.

Ahora la Asamblea Nacional se viene reduciéndose a ser un organismo que pide que su propio país sea intervenido y ocupado. Esta acaba de pedir que Venezuela sea readmitida en el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) del cual se han salido México en 2002 y luego Venezuela, Cuba, Ecuador, Bolivia y Nicaragua en 2012. Con eso buscan pedir la asistencia del vecindario para una invasión.

En este parlamento (que el gobierno acusa de estar en desacato) constantemente se habla de aplicar el artículo 187 de la constitución en el cual se autoriza a la Asamblea Nacional a pedir el ingreso de misiones militares, pero se refiere a cuerpos de ayuda como parte de acuerdos diplomáticos y no a tropas de ocupación. Por lo demás, dicho artículo estipula que el presidente de dicha asamblea no puede salir del país por más de 5 días sin el apoyo explícito de esa institución, y Guaidó se fue de manera clandestina de Venezuela el 22 de febrero para regresar 10 días después (todo ello sin permiso expreso del parlamento y en desacato a la constitución).

Son numerosas las veces que Guaidó viene amenazando con aplicar dicho artículo y que él viene implorando por una intervención. Incluso ha dicho que ha discutido eso con presidentes de Colombia, Ecuador y otras naciones. De hecho él se fue secretamente a Cúcuta el 22 de febrero para crear una fuerza violenta que entre a Venezuela y luego fue haciendo una gira visitando al vicepresidente de EEUU Mike Pence y después a varios mandatarios sudamericanos en un avión militar colombiano buscando convencerlos para que organicen una invasión sobre su país.

Con ese tipo de peticiones él ayuda a que el gobierno lo aísle presentándole como un anti-patria que es una marioneta de Trump, Bolsonaro o Duque. Además, él pierde credibilidad por partida doble.

Ante las masas venezolanas se desacredita pues éstas cada vez más lo ven como alguien que promete a cada rato y en falso el que “vamos bien” y que el chavismo está cada vez más derrotado, que ahora demanda que su país sea bombardeado y ocupado (algo resistido por la inmensa mayoría de los venezolanos). Todo eso, además, mientras que los EEUU y los vecinos no le hacen caso.

Ante EEUU y sus aliados Guaidó viene apareciendo como alguien quien ya cumplió su ciclo y quien se ha mostrado incapaz de crear una quinta columna interna con apoyo popular o castrense para una eventual invasión.

Perspectivas


En este contexto a Guaidó se le viene acabando las opciones. Diversos comentaristas televisivos hispanos hinchas suyos en Miami le piden que se pueda asilar o exiliar. Por el momento ese consejo no lo está tomando él, pero sí varios diputados opositores cuya inmunidad parlamentaria ha sido suspendida.

La democracia española ha encarcelado y procesado a quienes convocaron a un referendo pro-independencia pacífica en Cataluña y luego aprobaron su resultado, y la democracia peruana ha impuesto penas muy severas a los uniformados que participaron en la rebelión armada de Andahuaylas 2005 de Antauro Humala reivindicando a su hermano Ollanta (el cual en su quinquenio presidencial 2011-16 no se atrevió a amnistiar). En cambio, Maduro parece inclinado a preferir empujar a sus enemigos a que busquen asilo en embajadas, con lo cual se evita el coste de ser acusado de tener muchos presos políticos.

Cuando fracasó la intentona armada del 30 de abril, el oficialismo demoró 8 días en capturar al vicepresidente del parlamento. Maduro ha demostrado que quiere actuar gradualmente a fin de evitar reacciones al interior y exterior de Venezuela.

El hecho que muy poca gente haya asistido a la protesta contra la detención de Zambrano es algo que va a animar a algunos opositores a buscar meterse en sedes diplomáticos y a que él poco a poco vaya capturando otros líderes de dicha asonada armada bajo cargos de terrorismo.

La figura de Zambrano es particularmente relevante pues, además de ser el número dos de Guaidó, es el portavoz de Acción Democrática, el mayor partido de la oposición y también el único que ha estado un tercio de siglo en Palacio de Miraflores. El hecho que tal fuerza tan estructurada se vea incapaz de hacer una fuerte demostración masiva en defensa de uno de sus líderes es algo que debilita interna e internacionalmente a la oposición de derecha venezolana y que va a animar a Maduro a seguir encarcelando a más personalidades implicadas en el golpe del 30 de abril.

En cuanto al futuro de Guaidó todo indica que ya ha venido dilapidando su inicial capital político y que, por el momento, Maduro más saca provecho al tenerlo libre agitando contra él y denunciando a su persona como dictador y tirano (algo que no permitiría nunca ningún Pinochet o Stalin), mientras que poco a poco la opinión pública dentro y fuera del país va viendo cómo se sigue desgastando y perdiendo popularidad. A fin de cuenta Guaidó es solo el cuarto hombre dentro de la directiva de Voluntad Popular, la cuarta fuerza de la oposición, y el verdadero poder detrás de él es el de la Casa Blanca.

Maduro no ha querido capturar aún a Guaidó para no darle la oportunidad de transformarlo en un héroe capaz de provocar protestas desde la cárcel (como pasaba con Mandela) y ha preferido ir dejando que poco a poco sus acciones y su prédica en pro de una invasión le vayan restando popularidad.

Por el momento pareciera que el oficialismo viene instruyendo a sus partidarios a no ir a las concentraciones de Guaidó a pifiar y que tampoco le agredan, a fin de evitarle darle pretextos para que aparezca como perseguido. Es más, los medios pro-chavistas hablan de que hay que evitar que Guaidó sea asesinado por la CIA en una operación de falsa bandera para evitar darle pretextos a EEUU a que hagan una invasión.

La táctica de Maduro consiste en ir apresando a gente del círculo interno de Guaidó. Tras haber capturado a su secretario y a su primo, ahora lo hace con su segundo al mando en el parlamento, pero también ya ha dado la orden de detener a otros diputados de su partido Voluntad Popular (mientras que los 3 rangos superiores a Guaidó dentro de la directiva de dicha organización están todos en embajadas o en EEUU).

Guaidó debe estar evaluando qué hacer. Si se exilia o se va al exterior ya no tendría tanta fuerza su reclamo de ser el “presidente encargado” y podría aparecer como un cobarde, ambas cosas pudieran perjudicar su imagen. Si espera a que lo detengan puede que termine como su mentor Leopoldo López con una condena que debería ser peor que la de 14 años que su jefe actualmente tiene en su contra.

Otra salida que él tiene es la de buscar crear un ejército insurrecto que actúe como la “contra” nicaragüense que tanto animó Elliott Abrams, el actual encargado de Trump para Venezuela cuando era el responsable de la política norteamericana en América Central. Esto implicaría pasar a la clandestinidad o irse a Colombia (no a una embajada donde podría permanecer de manera indefinida).

Por el momento todo su accionar consiste en hacer todo lo posible para convencer a EEUU que él sí es capaz de ofrecer un considerable apoyo interno popular y militar para que se dé una invasión. En la medida que esta alternativa se vaya disipando y que él siga perdiendo capacidad de convocatoria, Guaidó va a poder ser apresado.

Hoy, aunque a Guaidó y a sus partidarios no les vaya a gustar esto, su figura y su odio extremo a Maduro ha venido siendo capitalizado por su Némesis. Gracias a sus errores y a haberse convertido en un paladín de la invasión extranjera, Guaidó ha ayudado a que Maduro se fortalezca como paladín de la independencia nacional.

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