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¡Qué cultura es esta!

Quizá no sea una proclamación oficial
Rafael Pérez Ortolá
jueves, 6 de junio de 2019, 16:48 h (CET)

En las prácticas habituales asumimos una serie de criterios basados en la adquisición de conocimientos. La carga cultural es amplia, recoge facetas de todo género; por ese motivo, es complicada su definición precisa en unas circunstancias concretas. Su misma amplitud puede provocar la desorientación de los poco versados en estos contenidos. Contando con todo eso, para cada sujeto, sus COMPORTAMIENTOS están muy influenciados por los componentes culturales llegados a su entendimiento. Existen otros factores como la voluntad, la inteligencia, los deseos o las intenciones, aunque siempre tamizados por ese fondo cultural con rasgos localistas, inacabables factores globales y numerosas incógnitas.

Qué diríamos de una agrupación de gente dedicada a la permanencia en su estado actual sin ninguna variación; como mínimo, que están en la luna, enajenados en una irrealidad constitutiva, nadie consigue la detención de las evoluciones en este mundo. No se entiende la cultura AUTOSUFICIENTE, bien sea por estancamiento ciego, o por el olvido de sus bases naturales elementales de las cuales no puede prescindir. Los rasgos evolutivos son determinantes, no permiten el engreímiento excesivo basado en logros perecederos. Por otra parte, las limitaciones son un componente intrínseco en todo lo humano; las bases naturales no toleran los desvaríos olvidadizos. La . cultura intransigente chirría por sus múltiples engranajes.

Abrumados por los descubrimientos científicos incesantes, apenas entrevemos el de hoy, entran ya los avances de nuevo cuño; es imposible estar en el meollo de cada investigación. Deduciremos la dificultad para una comprensión de los fenómenos para la mentalidad del público en general. En esta evolución avasalladora no extrañará la preponderancia de la TECNOLOGÍA en la consideración de las diferentes cuestiones por parte de los individuos; hasta alcanzar esa posición extrema positivista de menospreciar otros asuntos. Esa obsesión de las principales mentalidades gestoras detenta una polarización indudable, y al tiempo una peligrosa falta de respuestas para las eventualidades humanas desde otras cualidades.

A todos los magníficos sectores científicos quisieramos verlos como la gran marcha hacia la mejor utopía crítica, concienzuda, preconizada por Juan José Tamayo como aspiración saludable para amortiguar las inconveniencias. No faltan quienes se conforman con esas aspiraciones derivadas de los avances tecnológicos, prescindiendo de cualquier otra consideración. Pero debemos mantener un grado de atención exigente, porque obsesionados con las demostraciones positivas, que luego no lo son tanto, dejamos de lado los otros constituyentes de la persona. Si partimos exclusivamente de la sección científica, a lo sumo alcanzaremos cotas de una utopía RENQUEANTE, ya desde su misma gestación; de ahí la importancia crítica referida.

Vamos elaborando una estructura cultural, en la cual ponemos con descaro una gran número de rasgos ESQUIZOIDES; creamos situaciones engañosas en múltiples sectores, con la consiguiente confusión de cara a las actuaciones prácticas. A fuerza de nombrar la globalidad, dejamos de mencionar el auténtico funcionamiento tribal en torno la núcleo de poderosos manipuladores. También decimos que la cultura abarca todos los ordenes de la vida, silenciando que no se ocupa apenas de los sentimientos de las personas a la hora de enfrentarse con las vicisitudes cotidianas.

Planteamientos como estos, por otra parte tan habituales, disgregan la integridad de la persona hasta los extremos insufribles.

Es alarmante, aunque no sé si se alarma nadie, la tolerancia con la cual contemplamos los desaguisados ocasionados en los diversos sectores sociales. Si observamos los planes de la enseñanza a todos los niveles, los protocolos en las actividades profesionales, el trato dado al público en general y a las personas concretas; en plena diversidad, asombra la inclemente tendencia HOMOGENEIZADORA, la de no molestarse por atender a las particularidades de cada individuo. La gestión de los empoderados se erige como entidad prepotente a la que todo el mundo debe someterse.

Abocamos a la pretensión de unos patrones de conducta establecidos, con el curioso beneplácito sumiso de amplias mayorías.

Suele repetirse eso de que todo es cultura, en una ligereza interesada tendente a una falsa equivalencia de los diferentes contenidos. La proyección cultural exige una orientación hacia la vida gratificante, por lo tanto, requiere el discernimiento de las opciones válidas frente a las impertinentes.Si miramos hacia la UNIVERSIDAD tras los recientes escándalos publicados; qué organizaciones y comportamientos toleramos. Los más altos dirigentes han plagiado sus libros y tesis, obtenido titulaciones fraudulentas o quién sabe que trapisondas. Dejarlo reducido todo eso al proceso judicial deja hirviendo la caldera de los comportamientos. El clamor pide cambios de mayor calado..

Funcionamos plegados de una manera conformista, hasta placentera diría yo, satisfechos; a una cultura centrada en la que denomino CONFUSIÓN de la LIBERTAD. Partimos de una libertad de pensamiento, faltaría más, pero haciendo caso omiso de las indudables influencias de todo tipo conectadas a cada sujeto. Desde ese supuesto, sin mayores consideraciones pasamos a la libertad de acción, como si el pensamiento y la actuación fueran lo mismo. Como resultado obvio se produce la evasión de la propia responsabilidad, porque las cortapisas, la limitaciones conceptuales o foráneas ni se mencionan. Si acaso, pendientes de resoluciones judiciales de un caso concreto, sin entrar en el fondo del asunto.

A pesar de la inmensa grandilocuencia, subsisten los enigmas RECALCITRANTES de todas las épocas. Mientras, el grueso de la gente funciona con parámetros menos sofisticados, plegados a las tribulaciones cotidianas. Se construyen castillos artificiosos de todos los calibres imaginables. Prebendas con sueldos millonarios, trucos culturales para confundir al personal, camarillas truculentas en torno a la política, la información, las estructuras educativas, las presiones sobre la ciudadanía, el menosprecio en suma de todo lo ajeno a esos propósitos dominadores de los encumbrados. En ese fondo estructural nefasto estamos implicados todos en espera confiada del arreglador de entuertos.

Quizá no sea una proclamación oficial. Pero algo flota en el ambiente, como una visión esclarecedora o algo así, pero oteamos la reverberación de tres culturas.La cultura que avanza independiente de la gente. La cultura que llamaríamos oficiosa porque pretenden monopolizarla en beneficio propio los detentadores de algún poder. La cultura del hombre sencillo, con pocos medios, discreta formación, pero con todos los sentimientos en ascuas. Dónde habremos dejado la exhortación hacia la consecución de los mejores logros, que por sí mismos no son distintivos de clase, ideologías o núcleos dominadores. Sin ellos, BURLARSE de la SENCILLEZ resulta escandaloso y; fácil; es una práctica habitual.

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