Es posible que los más desmemoriados, los que ignoran todo lo que se les debe, los que no han sabido valorar el coste en vidas que tuvieron que pagar por ayudar a Europa o los que, por sus particulares ideas políticas, siempre han estado en contra de la principal democracia del mundo civilizado, azote del comunismo y muralla de defensa ante todos aquellos regímenes de tipo totalitario que, a lo largo de la Historia, han pretendido imponerse en todas las partes del mundo. Una nación joven, con apenas tres siglos de existencia, nacida de la emigración voluntaria de muchos súbditos ingleses, gentes que intentaban huir de la fortalecida religión protestante, durante el reinado de Enrique VIII, buscando nuevos horizontes, a bordo del velero Mayflower, al otro lado del Atlántico, en busca de establecerse en el nuevo continente, todavía por explorar, que ellos decidieron designar como Nueva Inglaterra. Colonos que conservaban la religión católica y que esperaban encontrar, en el nuevo continente, un lugar donde poderse establecer lejos de los convencionalismos y sectarismos de su país de origen y que, con el tiempo, quisieron conseguir su independencia de la metrópoli que, aún desde la distancia, pretendía imponerles tasas leoninas en el comercio que sostenían con su país de origen, un punto que llegó a agravarse tanto que llegó un momento en que el pueblo americano se levantó contra la presión de la metrópoli levantándose en armas en la llamada Guerra de Independencia, finalizada con la victoria de los rebeldes y la proclamación de la independencia de Inglaterra de los llamados EE.UU de América, en 1776.
Durante años, a pesar de las diferencias iniciales, ambas naciones, EE.UU y Gran Bretaña, han mantenido unas fluidas relaciones comerciales y han sabido conservar intactos sus lazos de sangre. Cuando en 1914 las potencias aliadas decidieron enfrentarse a las fuerzas del imperio alemán del káiser Guillermo II, no obtuvieron, aparte de aquellas cruentas matanzas de miles de soldados, los resultados pretendidos0 y, si no hubiera sido por la oportuna intervención de los EE.UU con su potencia militar, que dieron un vuelco a la situación en el frente de batalla en favor de los aliados, los resultados de aquella contienda puede que hubieran sido otros y hoy la historia de Europa, con toda seguridad, hubiera sido diferente. Lo mismo sucedió con la segunda Guerra Mundial de 1939, en la que las fuerzas del EJE comandadas por Hitler, invadieron si apenas resistencia casi toda Europa y amenazaban con invadir Gran Bretaña. La ayuda, otra vez, vino de los EE.UU que consiguieron traerse un ejército, perfectamente pertrechado, con toda la maquinaria bélica precisa para que se detuviera la ofensiva alemana y se preparara la invasión de la Europa dominada por las tropas del führer alemán, que culminó con el exitoso ataque de los aliados iniciado en las playas de Normandía, un hecho que estos días se está recordando. Es evidente y así ha sido reconocido por todo el mundo, que sin el apoyo de la gran nación americana Europa hubiera sucumbido ante el dictador alemán. Terminada la guerra, ante los planes expansionistas soviéticos dirigidos por Stalín que ocupó una gran parte de la Alemania del norte, excluida Berlín, la capital, que quedó cercada dentro de la zona dominada por Moscú y condenada al ostracismo; primero y, evidentemente, expuesta a terminar formando parte de la República Oriental Alemana, si los EE.UU no hubieran establecido un puente aéreo que estuvo suministrando víveres y apoyo de todas clases a los heroicos ciudadanos alemanes que resistieron aquel cerco. El plan Marshall, una magna operación de ayuda a los países más afectados por los efectos de la guerra, fue otro de los apoyos que nos llegaron a los europeos procedentes de la solidaridad norteamericana. Pero donde fue esencial el apoyo de los EE.UU fue durante la llamada “guerra fría” que sostuvieron las dos grandes potencias de aquella época, EE.UU y la URSS, en la que, el presidente norteamericano Kennedy, tuvo que sostener un enfrentamiento con los rusos que intentaban imponer su hegemonía más allá de las tierras conquistadas durante la guerra, hasta que llegó un momento de tanta tensión que la situación llegó a ser insostenible hasta un punto en que parecía inevitable que se declarase la tercera guerra entre ambas potencias, una contienda que, como en el caso de las anteriores, hubieran adquirido proporciones mundiales y con el peligro añadido del arsenal atómico del que ambas potencias disponían.
Se puede afirmar que, en casi todos los enfrentamientos en los que naciones europeas han intervenido los EE.UU y los en las últimas ocasiones en las que lo han hecho fueron para defender a Europa de la amenaza yihadista, todavía latente, en las guerras de Siria e Irak, Desde entonces las tropas norteamericanas han participado en diversas operaciones cooperando con la OTAN y no es aventurado decir que siempre llevando la batuta de las operaciones militares y pagando su tributo de sangre de soldados americanos en todas las batallas en las que han intervenido. Ahora porque los EE.UU/ tiene un presidente, el señor Trump, partidario de la doctrina de Monroe, resumida en la frase “América para los americanos”, que ha advertido a los europeos de que no está dispuesto a regar con sangre de americanos las guerras que tengan lugar en Europa y que, en consecuencia, es la UE la que ha de tener preparado un ejército lo suficientemente fuerte para solucionar sus propias dificultades en el campo militar, es cuando han empezado a surgir voces que protestan y ridiculizan la postura de los EE.UU. Cuando el señor Trump ha advertido al resto de naciones que ya basta de hacer negocios a costa de los intereses de su nación, es el momento en el que, los que antes se aprovechaban de ello, han empezado a despotricar sobre la nueva política comercial americana.
Puede que el señor Trump no sea la persona más diplomática de los EE.UU y puede que, también, sus maneras sean espontáneas y bruscas y que, la finura y la educación, no formen parte de sus virtudes personales, pero ¡cuidado! no nos confundamos y nos convirtamos en maniqueos y sólo seamos capaces de ver en este señor a un palurdo enriquecido porque, hasta ahora, y ya ha pasado el ecuador de su legislatura, a pesar de las dificultades que se empeñan en crearle tanto sus oponentes demócratas, que no le pasan una y que se valen de todas las intrigas imaginables para entorpecer todo lo que intenta, tanto si favorece a los americanos como si no y, como no, los obstáculos que intentan ponerle los de su propio partido republicano, que no han sabido digerir el que, un candidato, se presentara por libre, fuera del aparato del partido Republicano, rompiendo los moldes establecidos por la tradición del establishment del partido conservador estadounidense. Pero ganó en las urnas holgadamente a su rival la señora Clinton (una candidata sobre la cual pesaban informaciones de graves irregularidades en su comportamiento como política) y le votaron varios millones de americanos, cansados de las palabras hueras de los políticos de la vieja guardia, que se venían turnando en el poder tanto de un partido como del otro.
De hecho, desde que está al mando del país americano y, pese a las campañas que cada día se levantan en contra de su persona, de las investigaciones a las que continuamente se le someten, de los infundios que corren sobre su persona y su familia, de las campañas que las izquierdas del país, incluida la farándula de Hollywood y la feministas, no paran de promover con la intención de derribarlo de su puesto y de la inquina que suscita en todas las izquierdas del mundo, incluida la española, especialmente agresiva y mal educada, demostrando que todos estos comunistas camuflados bajo la capa de demócratas, apenas se les da libertad para despotricar, muestran su verdadera condición de analfabetos políticos y de politicastros improvisados, incapaces de ver más allá de sus propias narices y son chatos.
Basta ver la forma en la que se viene tratándola figura de Trump en la prensa española, especialmente la de las izquierdas o la de los separatistas catalanes, como La Vanguardia, en la que, más que mostrar pena y agradecimiento por los miles de caídos en el desembarco aliado en Normandía y destacar la importancia de la conmemoración de la contribución americana en aquellos sucesos bélicos de la invasión de los aliados de los territorios ocupados por las fuerzas nazi, se han dedicado a intentar criticar cada uno de los gestos, posturas, palabras o comentarios del presidente de los EE.UU, en lugar de ver en su persona a un jefe de Estado que representa a los cientos de miles de jóvenes americanos que han pagado con sus vidas el venir a defender, fuera de su propio país, los interese, a veces espurios, de los europeos, cada vez en los que han precisado de su ayuda.
En todo caso, ninguno de sus enemigos, ni los demócratas ni los republicanos, han sido capaces de criticar, aparte del intento verdaderamente razonable de evitar que en su país, vayan entrando en masa, inmigrantes desde todos los países del mundo mientras que, en sus propias naciones, no consiguen trabajo debido a tener gobiernos, en muchos casos de izquierdas y, por añadidura, dictatoriales, contra los que no se atreven a enfrentarse, dándose la circunstancia de que son los que, precisamente, están más interesados en que emigren aquellos a los que no pueden alimentar debido a la corrupción de sus instituciones. En realidad es lo que está sucediendo en España donde, como ya hace tiempo que venimos anunciando, ya se están empezando a notar los efectos en la delincuencia, las dificultades de poder controlarlos, la insuficiencia de medios para educarlos o alojarlos y, la incapacidad de aquellas comunidades o municipios, como es el caso de Barcelona donde la señora Colau se ofreció a ocuparse de todos los inmigrantes que le enviasen y, hoy en día, los encargados de ocuparse de los que van llegando, ya se declaran incapaces de poder seguir acogiendo a más, cuando los que ya han llegado ya no caben en los lugares previstos para acogerlos; por cierto, el resto de los que no disponen de lugar donde acogerse,, están incontrolados en las calles, la mayoría de ellos dedicados a la delincuencia.
O así es como, desde la óptica de un ciudadano de a pie, resulta difícil de entender el hecho de que, la economía norteamericana, esté más boyante que nunca, el empleo esté en plena expansión, y los indicadores de la industria americana marquen signos evidentes de buenas perspectivas. Es posible que el peso de las críticas, el empeño en desprestigiar al presidente, con sus innegables arrebatos de sinceridad que lo vienen perjudicando, sean más fruto de las dificultades que su política, con respeto a Europa, les vienen causando a los europeos, que se habían dormido en sus laureles, confiando siempre en que “el primo de Zumosol” representado por los norteamericanos, en caso de apuros, siempre estarían dispuestos a hacer “el primo” enviando a sus soldados a salvar Europa, mientras los europeos se rascaban la barriga dejando a los americanos su responsabilidad de defender a sus propias naciones. Que nos moleste que pongan aranceles al acero o que los chinos se vean en dificultades, puede que nos moleste pero es posible que, desde el punto de vista de un ciudadano norteamericano, no lo vea tan mal o, incluso, haya más de lo que pensamos en Europa, que estén de acuerdo con esta política conservacionista dirigida por el señor Trump. A cada cual lo suyo
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