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Dulcineas con ínsulas

Las Dulcineas hablan, son escuchadas, callan si han de callar, a veces lloran, a veces también hablan de más, pero ahí están
Nieves Fernández
miércoles, 19 de junio de 2019, 15:09 h (CET)

¿Quién dijo que la revolución de ideas la hiciera Don Quijote en La Mancha con sus ganas de organizar tiempos, vida y linaje? ¿Quién osó modificar la vida del escudero Sancho sino las mujeres que en su casa habitaban, (Teresa y Sanchica), y que ponían sus condiciones a distancia, mientras la pareja se aventuraba? ¿Quién era Don Quijote sin su sin par Dulcinea? Pues hubo par. ¿Acaso no era la sobrina la par del ama? Y Maritornes…, ¿no puede considerarse una dulcinea asturiana caritativa que no manchega? Pues hallamos par. ¿Quién fue Marcela? Acaso no fue el par de otro personaje femenino llamado Luscinda? Y Luscinda, ¿no se ha podido comparar con otro personaje quijotesco, o sea Dorotea? Según el cervantista americano Thomas Lathrop hay un “mínimo común denominador de las heroínas, se puede decir que son sensibles, acertadas, y (de) caracteres fuertes, con las excepciones debidamente notadas”.

Las mujeres en el Quijote representaban el feminismo de su época a pesar de estar atrapadas en ella, a pesar de que no se entendiera su mensaje ni en La Mancha ni en la sociedad española de su época.

Y es que las Dulcineas son especiales, necesitan alimentarse de nuevos sueños quijotescos, ¿qué es eso que sólo el varón los busque? Necesitan organizar aventuras aunque poco o mucho se hayan aventurado. Necesitan dar consejos, gobernar ínsulas, montar castillos de naipes... Se sienten preparadas para la vida práctica, lo viven, lo llevan en su ADN de aventureras, han heredado la bacía, la utilizaron para dar de comer a los cerdos como Dulcinea y como el barbero, para remojar las barbas del afeitado. Ahora la utilizan como Don Quijote, la bacía la llevan a la cabeza, a modo de sombrero, sombreros brillantes para las damas que gobiernan ínsulas como concejalas y alcaldesas. No hay paso atrás, son competentes, dirigen ayuntamientos desde hace años o desde hace pocos días, buscan las mejores ínsulas, los mejores consensos para dar y ofrecer el óptimo gobierno. Se casan políticamente o se divorcian sin pacto, quieren superar al ambicioso Sancho, lo ambicionan desde siglos.

Las Dulcineas toman el tiempo de su tiempo, se hacen respetar, se hacen escuchar, hacen pactos sin exabruptos, se pasan el bastón de mando con tranquilidad y humanidad, porque también les mueve el compañerismo entre ellas, sororidad, y el mejor resultado a cambio de lo votado.

El gobierno femenino lo practican en casa desde hace tiempo. Ahora, toca ponerlo en práctica en la gran casa, en las miles de grandes casas o ayuntamientos.

Las Dulcineas hablan, son escuchadas, callan si han de callar, a veces lloran, a veces también hablan de más, pero ahí están, se han hecho estatuas, son presenciales, testigos de su tiempo. El respeto tiene cara de mujer, es femenino. El gobierno local tiene ánimo de mujer empoderada, con o sin cuotas, son Dulcineas al viento con alas de colores rojas, naranjas, azules, violetas… Ojalá lleven justicia y diálogo local a buen puerto. 

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