En la madrugada del 30 de marzo de 1976, hace cerca de 32 años, se consumaba lo que la prensa paraguaya calificaría entonces como “un crimen pasional en Sajonia”.
Detrás de los hechos había otra historia que intentó ser relegada al olvido por quienes siguen sosteniendo la "tesis" del crimen pasional en privado, guardando en público un prolongado silencio de más de tres décadas.
Ese impuesto letargo hubiera mantenido la verdadera historia oculta hasta hoy si ésta no fuera descubierta ante la opinión pública internacional desde el ámbito menos pensado: la comunidad artística de Hollywood.
En 1991 HBO y Amnistía Internacional produjeron el film “La guerra de un solo hombre”, con un elenco integrado por afamadas estrellas como Anthony Hopkins, Norma Aleandro y Rubén Blades. La película estaba basada en la extraña muerte de Joelito Filártiga, hijo de 17 años del doctor Joel Filártiga, ocurrida el 30 de marzo de 1976 en el domicilio del comisario Inspector Américo Peña, en el barrio Sajonia de Asunción.
En los archivos del Terror existe abundante documentación que demuestra la estrecha vigilancia que mantenía la policía política sobre el doctor Joel Filártiga, a quien acusaba de ser un “peligroso comunista”, por lo cual no es difícil entender que existían sobradas razones para sospechar de motivaciones para el crimen que no correspondían precisamente a las sentimentales.
Según la policía, Joelito fue asesinado por el esposo de su supuesta amante al sorprenderlo en su propia cama matrimonial. La llamativa variedad de lesiones que presentaba el cadáver, los evidentes esfuerzos de la policía por entorpecer el juicio abierto a los culpables, las trabas a las investigaciones y la búsqueda de obtener diagnósticos médicos falsos, pusieron al descubierto que se trataba de algo mucho más grave que un simple crimen pasional.
La verdad prohibida
Las conclusiones de los expertos dictaminando que las escoriaciones se debían a electricidad, las equimosis a golpes de cachiporras, que Joelito había sido esposado y le habían hundido una mano de una patada antes de ultimarlo, jamás aparecieron en las edulcoradas crónicas de la prensa escrita ni fueron difundidas jamás por las emisoras de radio de los "paladines de la democracia".
El minucioso acto de carnicería que la policía política perpetró con la humanidad de Joelito, y los inequívocos signos de tortura que delataban las heridas cortantes, contusas, penetrantes, lancinantes, los 18 grupos de equimosis lineales distribuidas por toda su piel y las quemaduras por electrocución, no conmovieron la ética de los guardianes de la libertad.
Las crónicas del diario ABC color (periódico que brindaba su respaldo incondicional a la dictadura de Stroessner) calificarían entonces al homicidio como "un crimen pasional en Sajonia", haciéndose eco de la versión oficial de la Policía. Las lesiones de la víctima, Joelito Filartiga Speratti, delataban signos de torturas como quemaduras y electrocución, pero la prensa oficialista que dirigía el empresario del entorno estronista Aldo Zuccolillo, defendió a capa y espada los partes fraguados por los esbirros de la policía política, de la misma manera que en otros casos invariablemente brindaba su respaldo a la labor represiva de aquellos personajes. Era frecuente en ese tiempo que los perseguidos por la policía política de la dictadura aparezcan fotografiados en primera plana de ABC color como "buscados", al más puro estilo de la cacería de criminales del lejano oeste.
El diario también reclamaba la "cooperación" de la ciudadanía, a la que hacía llamados a delatar a disidentes que no compartían su afinidad con el régimen. Y en sus editoriales, dedicaba panegíricos al mismo Jorge Rafael Videla.
La etapa contestataria de ABC color, ciertamente, todavía habría de esperar algunos años. El tiempo sería propicio para la lucha por la libertad cuando se produzca un giro en la política norteamericana con respecto a Paraguay durante la administración Carter. La tensión entre Zucolillo y Stroessner habrían de aumentar cuando el administrador de ABC color Angel Arias le informe a su pariente Alejandro Cáceres Almada de que el director del diario donde trabajaba, Aldo Zucolillo, pretendía lanzarse como candidato presidencial impulsado y asesorado por Fernando Levi Rufinelli.
Los duendes de la justicia
Uno de los principales autores materiales del asesinato de Joelito, el comisario Américo Peña, decidió huir a Estados Unidos cuando el doctor Joel Filártiga lo llevó a estrados judiciales en medio de gran escándalo. Desarraigado y torturado por la propia conciencia, ingresó como turista por Miami y tomó rumbo hacia el norte, para perderse en la inmensidad de New York.
No tardó la nostalgia por el terruño en asediar a Peña, mientras lustraba muebles en la gran manzana, y empezó a escribirle a su familia que se había quedado en Sajonia. Como obra de los duendes de la justicia, un cartero confundió las direcciones y las entregó equivocadamente en la misma cuadra de la familia del comisario, pero en la residencia del Dr. Filártiga. Un periodista había publicado en la prensa escrita las fotos de ambas casas, con los epígrafes invertidos, facilitando la confusión del Correo.
Localizado y detenido en Brooklyn, Peña fue sometido a un juicio que acaparó la atención de la prensa mundial, y derivó en un legado permanente para la justicia. A partir de entonces, ningún torturador, como antiguamente los piratas, quedaba a salvo de la Ley por más alejado que se encuentre de la escena de sus crímenes.
Se había roto el silencio en las mismas entrañas del monstruo. La verdad prohibida había desplazada a la contingente que reinara durante los años de la dictadura, y a la necesaria que la superestructura cultural había logrado imponer.
Lo había logrado el aliado menos esperado: la fábrica de sueños de Hollywood. LAW
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