Cuando conseguí mi primer empleo, allá por finales de los sesenta, me encontré con una empresa nueva y con unos empleados jóvenes. Cada fin de semana se celebraban eventos, de los recogidos en la BBC, que menguaban de una forma alarmante nuestros precarios ingresos.
Uno de los empleados más mayores de la fábrica decidió contestar a cada invitación con su negativa a participar como “paganini” de ninguna celebración. La idea fue cundiendo hasta que se hizo firme tras la boda de una compañera que se compró un 600 con los billetitos recaudados y, posteriormente, se trasladó de ciudad y ¡¡no se casó!!
Estas tonterías han venido a mi memoria tras la semanita de bodas horteras que nos han endilgado. Me han recordado aquellas que se celebran en un pueblo de Sierra Morena. Allí se casó un sobrino mío. Cuando durante el banquete trajeron el décimo plato, pregunté el porque de tanto comercio y "bebercio". Me contestaron que había que servir algo más que en las celebradas anteriormente.
La exhibición televisiva y el excesivo e innecesario gasto derrochado han chirriado en mi mente. Sí, ya sé que cada uno hace con su dinero lo que le da la gana y a mí que me importa. Pero es que esos mismos medios y los participantes en esas fastuosas celebraciones apelan constantemente a una solidaridad que solo se queda en palabras y buenas intenciones.
Lo de los bautizos y comuniones se ha convertido en algo similar. El empeño en imitar a esos “guías” (influencers) que proliferan en las redes, ha llevado a convertirse unas celebraciones que debían ser familiares y entrañables, en una especie de lucha por “el quiero y no puedo” que desequilibra los presupuestos de varios años.
Como compensación de tanto fasto mediático, ayer me encontré con un bautizo celebrado en una pequeña capilla de la costa malagueña. Una endomingada familia se reunió alrededor de la pila bautismal para “echarle el agua al niño”. Un par de docenas de familiares y vecinos celebraban con alegría la llegada de un nuevo ser a la comunidad.
Mi buena noticia de hoy me la transmiten esas gentes corrientes, que no salen en los papeles, pero que mantienen las viejas tradiciones de celebrar los momentos importantes de su vida alrededor de un altar en un sacramento. La palabra sacramento significa encuentro-promesa con y para lo sagrado. Cuando se entiende el fondo… poco significa la forma. Una vez más hay que distinguir entre lo accesorio, lo importante y lo esencial. El cogollo, que decía mi maestro García Pérez.
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