Recuerdo mis orígenes cada vez que tropiezo con una caja en la que se empacan huevos de gallina, eso me sirve para estar siempre atento para que mis éxitos no me hagan perder la humildad ni me cieguen.
A continuación te comparto más del por qué.
Hace poco más de treinta años llegué de Tehuacán a la ciudad de Puebla viajando en tren, con muy poco dinero, con muchos nervios y usando como maleta una caja de cartón para huevos.
Arribé a la capital poblana para estudiar en la Universidad Autónoma de Puebla (UAP).
Empecé a escribir una etapa muy importante de mi vida al llegar a Puebla.
Con el paso del tiempo me aclimaté y acomodé en esta ciudad.
En esta ciudad he pasado el mayor tiempo de mi existencia.
Puebla me ha brindado muchas oportunidades de desarrollo, desde aquí amplié mi familia y una vida honesta.
Actualmente desarrollo varias actividades que me apasionan y he conseguido varios logros, a decir de mi apreciado amigo Luis Fernando Paredes Porras: “con menos de lo que hemos hecho muchos presumen y se ostentan como destacados personajes”.
En mi caso trato de no “marearme” con los resultados positivos, no obstante de que siempre están latentes y acechantes la soberbia, la arrogancia y la pedantería.
Para mantener el equilibrio y no verme obnubilado por los aciertos siempre trato de tener cerca de mí aquello que me recuerda que provengo de una familia humilde que a base de trabajo y amor siempre ha salido adelante.
Estoy convencido que no olvidar de dónde venimos es un acierto para la salud mental, porque además de que previene que evitemos los errores del pasado, también provee de ubicarnos en el tiempo, el espacio y las circunstancias.
Actualmente muchos jóvenes distorsionan su realidad por vergüenza o ignorancia, porque olvidan u ocultan de dónde provienen y tratan de reescribir su historia a partir de ellos.
Veo cómo es que equivocadamente hay quienes se avergüenzan de sus padres, de su familia en general, de su infancia, de sus trabajos anteriores o de las escuelas en las que estudiaron durante la infancia o la adolescencia.
Con lo anterior no estoy tratando de hacer una apología de la pobreza, de la debilidad o de la indefensión, lo que te digo es que tener los pies en la tierra de nuestra historia personal siempre nos va a servir para tener equilibrio y estabilidad emocional y mental.
Hace poco escribí un poema titulado “Maleta de cartón”, lo cual me hizo reflexionar en torno a las líneas anteriores. Recibí varios mensajes después de publicar el poema, entre felicitaciones me decían que todos de alguna forma u otra tenemos nuestra respectiva caja de cartón.
Que tal vez para unos esa caja de cartón sea un boleto de autobús, unos zapatos viejos, una torta de jamón, el beso de un ser querido, en fin, todos de alguna manera tenemos algo o algún recuerdo que podemos evocar para recordar nuestras raíces y mantenernos en equilibrio.
Están en lo cierto quienes me compartieron esa observación, sólo cada quien sabe qué le alude su origen y su pasado. Si nosotros nos percatamos de esto, vamos a poder echar mano de este recurso para traerlo a nuestra mente y a nuestro corazón cuantas veces sea necesario.
Aquí te comparto sólo unos versos de mi poema “Maleta de cartón”, si te gustan espero lo leas todo y lo compartas (bit.ly/2X2HKw8):
“En mi caja de cartón -haciendo función de maleta- viajaron sueños, dos playeras, un pantalón y seis billetes de cincuenta”.
Por cierto, para mí una caja de cartón me alude una experiencia enriquecedora que me ayuda a mantenerme a salvo de la soberbia, ¿tú ya sabes cuál es tu respectiva “maleta de cartón”? Vale la pena darse cuenta. Vale la pena intentarlo.
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