Parece ser que bajo la égida socialdemócrata volvemos a estar como durante un largo año estuvimos con Mariano Rajoy, ahora los que marean la perdiz electoral son los miembros del PSOE, un gallinero con varios gallos de pelea dispuestos a cerrar el paso a alguien que no sea de los suyos, aunque, como Podemos, se vista de izquierda. Los “barones” socialistas en la defensa de sus prebendas territoriales no van a dejar expedito el camino a un Pablo Iglesias que, cada día más, camina tropezando con sus propias piernas, por no afirmar que, como dice el dicho popular, es tan tonto que tropieza con sus atributos masculinos, vulgo cojones.
Hace ya más de dos meses Pedro Sánchez, a la cabeza del PSOE ganó unas elecciones, haciendo que la rosa marchita del logo socialista viviera una primavera de renacimiento con el logro de 123 diputados, Un número exiguo de escaños para llevar adelante la gobernanza de España, pero un número suficiente para pactar con otras fuerzas políticas los cambalaches necesarios para que Pedro Sánchez siguiera asentando sus posaderas en los mullidos sofás de Moncloa y en los cómodos escaños del banco azul del Gobierno en la Carrera de San Jerónimo.
El contubernio, en el buen sentido de la palabra, más normal era la unión de los votos de la socialdemocracia y los de esa auto llamada izquierda alternativa liderada con mano de hierro por Pablo Iglesias. Pero factores exógenos están jugando para que esta alternativa no llegue a ser bendecida, los dispensadores del agua sagrada de la pila de bendición no están por la labor de proporcionar un bautizo gubernamental que huela, poco, a izquierdas y renovación. Pedro Sanchez llegó a la presidencia del Gobierno del Reino de España hace poco más de un año. Llegó de carambola y con promesas que nunca cumplió. Hizo bueno aquel refrán de “prometer hasta meter, y después nada de lo prometido”. Con su natural flor en el culo metió la cabeza en Moncloa con la ayuda de Podemos y también de los partidos independentistas, y luego les dejó a todos boquiabiertos y sin cumplir ninguna de las promesas Tuvo tiempo pero no derogó leyes del PP como la “ley mordaza” o la reforma laboral, para qué iba a hacerlo si a los que le han de mantener en el Gobierno ya les viene bien que todo continúe igual, aunque disfrazado del rojo desteñido del socialismo españolista.
La principal fuerza autocalificada de izquierdas, Podemos, ha errado los tiros exigiendo entrar en un Gobierno de coalición, pidiendo ministerios, y hablando más de la limosna de algunas sillas bien remuneradas que de un programa conjunto que pudiera aplicar una verdadera política de izquierdas. Y, mientras, las semanas van pasando y el país está paralizado con un gobierno en funciones que tan sólo espera el agosto para marchar de vacaciones.
Pero en la sombra de los mentideros del poder económico se iban tejiendo y moviendo toda una serie de hilos para mover las polichinelas de la política. Y de acuerdo con los deseos del establishment Pedro Sánchez ha envidado un órdago a la grande convocando sesión de investidura para finales de julio. El líder socialista sabe que, en estos momentos tan sólo cuenta con los 123 votos de sus conmilitones de la rosa marchita y el puño abierto y el de Revilla, el cántabro de las anchoas. Apela al voto del miedo, como lo hicieron el 28-A aventando el espantajo de VOX, pero nunca segundas partes fueron buenas.
Los entresijos del poder, el político y el económico, ya están moviendo sus peones. El CIS ha cocinado una encuesta que otorga al PSOE un 40 % de votos con lo que tendría más posibilidades de gobernar que ahora, junto a esta encuesta veremos muy pronto como los medios de comunicación al servicio del poder económico comenzaran a “vendernos” como la mejor posibilidad el voto útil al PSOE. Y hasta sería posible que Pablo Casado, en un rasgo de teatralidad con los votos de sus diputados dejara gobernar a Pedro Sánchez escudándose en razones de Estado y para evitar que el líder socialista se escore a la izquierda o tenga que deber favores al independentismo. En política todo es posible, y la encuesta del CIS nos quiere encaminar, de nuevo, al bipartidismo que nació con el régimen del 78, alternancia de gobierno entre PSOE y PP. Al fin y al cabo a los poderes económicos ya no les asusta Pedro Sánchez, y lo consideran uno más a su servicio.
Ustedes y yo, generalmente, vamos a votar con la esperanza puesta en las urnas, pero cada día queda más claro que nuestro voto es un objeto del que, después, se sirven los partidos para llevar el agua al molino que más les interesa. Y si al poder económico le interesa que sea un determinado gobierno el que gestione sus bienes y prebendas en España no tengan cuidado porque, con el paso del tiempo, conseguirán su propósito y cuando llegue setiembre las fuerzas del IBEX 35 tendrán sentado en Moncloa a quien mejor pueda servir a sus expectativas de beneficio.
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