Nos encontramos en la época del año ideal para el uso y disfrute de las piscinas. Tanto adultos como menores pasamos horas refrescándonos en ellas. Sobre todo los niños que están la mayor parte del día a remojo, jugando con nuevos o antiguos amigos. Durante sus vacaciones las piscinas son su punto de encuentro social por excelencia.
Por motivos de seguridad los adultos debemos controlar y supervisar su comportamiento en la piscina, ya que, como niños que son, muchas veces cruzan la línea existente entre la diversión y el peligro o la mala educación. Pero ¿no nos pasamos un poco los adultos a la hora de imponer ciertas normas de comportamiento?
En las inmediaciones de las piscinas nos podemos encontrar carteles con avisos como prohibido el uso de colchonetas o pelotas, o prohibido los chapuzones. Muchas veces si aplicáramos el sentido común, y los padres ejerciéramos con responsabilidad nuestro papel, estas prohibiciones no serían necesarias. Es una lástima que para informar sobre normas de comportamiento se tenga que hacer desde un punto de vista negativo y prohibitivo, en lugar de buscar lo positivo de dichas conductas.
Las piscinas son pura diversión para el verano. ¿Qué sentido tiene no poder hacer uso de colchonetas o no poder jugar al balón en el agua? Evitar un comportamiento inadecuado o peligroso de una actividad no significa tener que prohibir dicha actividad. Los padres somos los responsables de enseñar a nuestros hijos cómo comportarse en la piscina, y que diversión y buena educación no son términos excluyentes.
El recinto de la piscina es adecuado para todas las personas, independientemente de su edad, y es necesario poner todos de nuestra parte para poder disfrutar cada uno de lo que nos gusta. Un adulto no tiene más autoridad que un niño para disfrutar de la piscina, o al contrario. Los gritos espontáneos del juego no tienen por qué molestar a nadie, sobre todo cuando la piscina es un lugar para la diversión. Lógicamente cuando se trata de gritos, no de chillidos. Tampoco debe molestar a los adolescentes que dos personas mayores se queden hablando al lado de la escalerilla de la piscina, inutilizando su uso. Ellos son más ágiles y pueden salir por otra.
La buena educación, y el sentido común junto a la buena voluntad, son la clave para que las piscinas sean un lugar de entendimiento entre varias generaciones.
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