Cuando algo sobrepasa los límites de lo que el sentido común, la racionalidad, el buen criterio y lo que la experiencia nos ha enseñado, entonces existen motivos para poner en duda su veracidad, desconfiar de quienes intentan hacérnoslo creer y, si además, quien es el que dirige la oficina, el organismo, la institución de que se trate, resulte ser una persona conocida por su afección a quien o quienes salen beneficiados con la información de que se trate, entonces las alarmas suenan con más fuerza, tanta como para que dejemos de creer en quienes pudieran avalar la noticia y la situemos en lo que se puede entender como una propaganda más, en beneficio de los que salen mejor parados, con mayores ventajas y más beneficiados con aquel bulo.
Es evidente que, el señor Tezanos, fue nombrado director del CIS, por algo. Estaba lo suficientemente preparado en temas estadísticos y demográficos como para mejorar los conocimientos del chef Arguiñano en cuanto a saber tocar y cocinar aquellos elementos de las encuestas que, con unos simples cambios de criterio, añadiendo algo de sal y pimienta, sin levantar demasiadas ampollas y utilizando su experiencia en materia de dosificar las noticias, para darlas a conocer en el momento en que sabía que iba a causar más impacto en la audiencia, en este caso la ciudadanía que ha acabado de pasar por la enervante experiencia de verse obligado a votar en cuatro ocasiones en el plazo de un mes, de modo que, dándole al PSOE una ventaja exorbitante sobre el resto de la oposición, crearía en los votantes un efecto de cansancio, abulia, pereza mental y agotamiento tal que, incluso preferirían un gobierno del PSOE, que había sido el partido ganador, aunque tuviera que pactar con el mismo Lucifer, si fuera necesario; antes de verse obligados a acudir de nuevo a las urnas, convencidos de que sería algo inútil, una pérdida de tiempo y un retraso innecesario.
Y es que el peligro, para la izquierda, de la convocatoria de unas nuevas legislativas no está tanto en el hecho de que se jugara la victoria el PSOE frente a la derecha y sus aliados, sino en que los votantes de la izquierda, hartos de tantas votaciones, pensaran que no era necesario acudir a las urnas y esta actitud pudiera beneficiar a los partidos del grupo conservador, cuyos votantes suelen ser más disciplinados a la hora de emitir sus votos. Darle al PSOE un 41% del total de los votos a su favor significaría que, en sólo unos pocos meses, desde las votaciones del mes de abril, donde los bloques de izquierdas y derechas estuvieron casi a la par, en torno al 42% de los votos, en la actualidad el grupo de las izquierdas (PSOE, Unidas Podemos y sus confluencias) tendría una ventaja sobre el otro de casi 25 puntos más de ventaja. ¿Hay alguien que pueda pensar que los votantes del PP, que han aguantado toda la legislatura del señor Rajoy tascando el freno por su actitud incomprensible de falta de decisión para acabar con los desafíos catalanistas, ahora que empezaba una nueva etapa en la que, precisamente, se le daba la oportunidad de recobrar los millones de votos que perdió en las elecciones sucesivas que tuvieron lugar antes de que se produjera el voto de censura que acabó con el señor Rajoy, iban a dejar de votarlo para abstenerse o votar al socialismo?
Al señor Tezanos, en esta ocasión se le ha ido la mano, se le ha derramado la olla de la sensatez y ha acabado convirtiendo el resultado de una encuesta que se ha dado a conocer ahora, pero que el trabajo de campo tuvo lugar antes de la fracasada investidura del señor Sánchez y toda aquella sesión donde, los despropósitos de los partidos de las izquierdas, fueron capaces de acabar como la procesión de la Aurora, que acabó a golpes de cirio. Es evidente que si hubiera estado interesado en conocer la intención de voto de los ciudadanos no tenía más que volver a iniciar otra encuesta en la que la gente tuviera ocasión de dar a conocer lo que pensaba de la situación política después de lo que sucedió en la sesión de investidura y no antes de ella, cuando las circunstancias eran distintas y los distintos líderes de las varias formaciones políticas dieran a conocer, con mayor o menor fortuna, lo que opinaban sobre sus adversarios y sus propuestas de cara a la gobernación del país.
El señor Pablo Casado ha sido el que quizá, al menos a criterio de mucha gente, se ha sabido mantener más sereno en todo este maremágnum que se ha formado, debido a las discrepancias del PSOE y los señores de Podemos; permaneciendo atento a lo que ocurría a su alrededor, en una actitud moderada, sin estridencias y serena como se podría esperar de un dirigente de un partido cuya misión es la de ser quien encabece la oposición al nuevo gobierno, el que sea que pueda salir de todo este embrollo en el que se han metido las izquierdas. La refundación que ha hecho del PP era necesaria y, aún más, si tenemos en cuenta que, algunos de los antiguos dirigentes de tiempos del señor Rajoy, parece que se dedicaban a intrigar, descontentos con la forma de dirigir el nuevo partido del señor Casado, se hacía imprescindible para dejar perfectamente trazada la nueva línea que se ha marcado la nueva directiva. Es evidente que, a todos los mojigatos que esperaban que el PP se comportara como un partido más dócil para colaborar con el señor Sánchez, pensando que siempre sería mejor tener un mal gobierno que el no tenerlo, no están conformes con la nueva política del PP.
Sin embargo es evidente, y así venimos insistiendo desde que el señor Rajoy tuvo que abandonar el gobierno, que el PP estaba condenado a su disolución si hubiéramos seguido en manos de personas, como la señora Sáez de Santamaría, que pensaban que ocultando a las bases del PP las intrigas de se traía con sus reuniones secretas, por lo demás completamente infructuosas y negativas para los intereses de España, con los directivos separatistas, todos ellos con más conchas que un galápago, que se la supieron trajinar haciéndole creer que estaban venales y luego, cuando llegó el momento de la verdad, le colaron un referéndum ilegal que pilló al gobierno de aquel entonces con el paso cambiado, de modo que fue incapaz de impedir que aquella consulta, todo lo ilegal que se quiera, consiguiera instalar las urnas y hubiera asistencia de votantes y, todo esto, con los mossos de escuadra colaborando con los sublevados.
El PP necesita, y por este camino parece que el señor Casado y sus colaboradores intentan conducirlo, una limpieza, un carenado, desprenderse de viejas manías y recobrar algunas de sus ideas, principios, propuestas éticas y máximas morales que constituyeron los fundamentos del partido del señor Fraga y que, ignoramos debido a que factores, fueron dejados en el cuarto de los objetos inservibles por el partido del que se hizo cargo el equipo del señor Mariano Rajoy. Le van a criticar y es muy posible que, este nuevo enfoque que pretende darle Pablo Casado, cueste un tiempo para que dé sus frutos, que cuaje entre los nuevos votantes y que sea percibido por las nuevas generaciones como lo que en realidad deberá ser, un partido de inspiración conservadora, defensor de la moral y ética tradicionales y que no vacile en mantener el tipo ante esta izquierda amoral, destructiva, progresista y antidemocrática que se basa en el relativismo y la lucha de clases para fomentar el odio entre los españoles, incapaz de olvidarse de lo que fue el resultado de la Guerra Civil, manteniendo un rencor absurdo y obsoleto, que es lo que más nos preocupa de este nuevo gobierno que, con toda probabilidad, vamos a tener que soportar, al menos durante cuatro años. O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, no podemos menos de mostrar nuestra intranquilidad ante el hecho innegable de que España ha quedado, en su práctica totalidad, en poder de las izquierdas mientras, por otra parte, las noticias de que los signos que marcan el futuro de la economía europea no dejan de dar señales alarmantes, pese a que nuestros dirigentes se abstienen de hablar de ello empeñados en, como ya hizo Zapatero, de hacer creer a los españoles que, por estar dirigidos por un gobierno socialista, nada de lo que pase fuera de nuestras fronteras nos va a afectar. Y, mientras tanto, España se está burocratizando y aumentando el gasto para la contratación de funcionarios, hasta el punto de que, desde que llegó al gobierno el señor Sánchez el empleo público ha crecido en 76.700 o, si lo prefieren por día, 210 personas al día. Mientras la contratación de nuevas personas en la actividad privada se va estancando ante las dudas de las empresas, que no acaban de decidirse a invertir ante el hecho de que vamos a estar gobernados por socialistas y, en unos momentos en los que las noticias respecto a la economía mundial ya no son lo optimistas como sería deseable. Pero no se preocupen, no va a tardar mucho en que, todos aquellos que ahora claman por un gobierno socialista, van a tener ocasión de comprobar, en sus propias carnes, como todas las promesas de una vida mejor que se les hicieron desde el PSOE, se desploman como castillo de naipes ante la inexorable ley de la realidad y la evidencia de que, quien gasta más de lo que recauda no tarda en caer en el abismo de la miseria o, en el caso del Estado, en la quiebra soberana. En ambos casos ¡mala cosa, señores!
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