Si el turista que viene a visitar Barcelona durante unos días lo hiciera con la obligación de convivir en ella durante unos meses, se lo pensaría dos veces antes de reservar sus vacaciones.
Barcelona se ha convertido en la ciudad más peligrosa de España, con veinte delitos por hora. Y Ada Colau, alcaldesa de la ciudad, lo ha celebrado subiéndose el sueldo después de ser reelegida. Y poniendo más policía en la calle que soluciones con unos manteros en pie de guerra.
Por otra parte, no deja de ser irónico que un señor que está en el país de forma irregular, que se dedica a vender productos falsificados en una manta sin pagar ningún tipo de impuesto, se presente junto a sus compañeros frente al Ayuntamiento para exigir sus derechos, lugares y horarios de venta. Hoy son los manteros, pero si negociamos cosas innegociables mañana serán los camellos que venden droga –al menos no la ofertan al público en una manta- y quién sabe después, ¿violadores exigiendo a la alcaldesa un lugar digno para sus quehaceres?
Hay un estudio que relaciona el aumento de la temperatura con el de la violencia. Y será que ha hecho mucho calor por aquí, porque esta semana hemos tenido en el centro de la ciudad un apuñalamiento a una mujer que iba a trabajar en su peluquería, y una chica que fue violada en el lavabo de un bar por el camarero que trabajaba en él. En la zona de discotecas del Puerto Olímpico, una muerte después de un apaleamiento de varias personas. Por supuesto, sin olvidar los robos rutinarios del metro y diarios en otros puntos menos interesantes de la ciudad.
Y mientras tanto, turistas de paso que disfrutan del patrimonio cultural, de las tapas y la paella y sangría al triple de precio si te ven caminando con calcetines blancos y sandalias.
Después de las habituales rutas culturales y turísticas de borrachera, no será de extrañar que en un futuro no muy lejano se ponga de moda una nueva especie de turismo morboso: “Miren, en esta peluquería apuñalaron a una mujer; en este bar el camarero violó a una mujer y justo aquí, aún se pueden apreciar gotas de sangre del chino al que apalearon hasta la muerte”.
Bienvenidos a Barcelona, ciudad de vacaciones.
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