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Adiós a las discomóviles macarras

El alcalde de Moraira forzado a rectificar su política del ruido por las denuncias de los propios veraneantes
Mercedes Zaragüeta Casanova
lunes, 11 de marzo de 2013, 10:17 h (CET)
Dicen que rectificar es de sabios. Es lo que ha hecho el alcalde de Teulada-Moraira, aunque haya sido como consecuencia de las denuncias de los vecinos, por las que él y su Corporación se han visto amenazados de responsabilidades patrimoniales y prevaricación. Lo cierto es que, finalmente, dejará de autorizar unas discomóviles a las que nadie acudía y que torturaban al veraneante cada fin de semana y, a veces diariamente, en uno de los rincones más bonitos de la costa, junto a la playa de la Ampolla y la Torre del siglo XVIII.

Moraira está repleto de zonas residenciales por algún motivo, probablemente por el mismo por el que no hay grandes hoteles y los edificios son de muy poca altura. Es un concepto completamente diferente al de Benidorm, estando ambos en la Costa Blanca. Ni mejor ni peor, diferente. Sin embargo, se han estado autorizando actividades propias de zonas donde va la gente joven a salir de marcha, mientras que había sitios donde por la tarde se podía escuchar un estilo musical chill out al lado del mar y donde los veraneantes estaban encantados y a estos sitios no se les ha permitido dicha música. Algo absurdo.

La primera obligación de un buen alcalde de la Costa Blanca alicantina, cuya principal fuente de riqueza es el turismo, es saber a qué tipo de turista o veraneante se dirige y promover todas las actividades que lo fomenten. El turismo de Moraira, por fin se ha dado cuenta, aunque forzado por las denuncias, es un turismo de características muy especiales, es un turismo fundamentalmente familiar en busca de las calas y playas de arena que hay escondidas entre grandes rocas y acantilados. Es un turista que quiere poder navegar, practicar ski acuático, bucear o hacer 'snorkel' y disfrutar del mundo marino de la zona. Es un turista que quiere tumbarse en la arena entre pinos y palmeras o en una butaca de la terraza de un bar con música de jazz de fondo y simplemente observar el mar, las gaviotas o la puesta de sol y nada más. Mirar el Peñón de Ifach en el horizonte desde una de las calas mientras se oye el agua rompiendo en las rocas o deslizándose en la arena. Esa era una de las maravillas de Moraira, ese 'cóctel perfecto' que contiene todo lo que suplicas cuando no estás de vacaciones. Moraira te da ese momento en el que disfrutas de un libro escuchando el sonido del agua entremezclado con el de la buena música. Y un día, alguien decidió sustituir el sonido del mar por el de las discomóviles macarras con el consiguiente exceso de decibelios, que podría rayar en prevaricación por incumplimiento de la normativa del ruido.

Hace casi 30 años que veraneo en Moraira y está muy lejos del tópico turístico, no se debería intentar crear un producto turístico similar al de otras zonas de la Costa Blanca que poco tienen que ver con el viejo pueblecito de pescadores que fue Moraira no hace tanto tiempo. Moraira, como cualquier destino turístico en el mundo, necesita innovar y adaptarse a las nuevas exigencias, pero esa adaptación tiene que aprovechar su potencial, y atraer a un turista mejor, como ha hecho siempre. Así que es un placer decir adios a las discomóviles macarras y mi gozo y me consta que el de otros muchos que su alcalde sepa ver el potencial de Moraira como lo veo yo.

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