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De Botsuana a Suiza

Los tropezones de la monarquía
Rafa Esteve-Casanova
miércoles, 3 de abril de 2013, 09:07 h (CET)
El pasado año 2012 la Casa Real española pasó lo que podríamos calificar como su “annus horribili”. Desde hace algunos años los vecinos de Zarzuela no están viviendo sus mejores momentos y han visto como el aprecio que los españoles les tenían iba de capa caída conforme avanzaba el tiempo. Durante la llamada Transición, para mí un pacto donde las izquierdas se plegaron a todas las exigencias de la derecha y la Monarquía, las encuestas daban a la Monarquía un 80 % de encuestados favorables a la misma, hoy los adictos a la institución han bajado un 30 % e incluso en las encuestas del CIS ya no se pregunta por la Monarquía para evitarse el mal trago de ver como día a día son más los españoles a los que la institución monárquica les trae al pario. Y, siempre según mi modesta opinión, los Borbones con sus actitudes a lo largo de los últimos años se han ganado a pulso el que la ciudadanía se distancie cada día más de la realeza.

Durante años, y a pesar de que según se nos dice vivimos en una democracia donde todos somos iguales, las cosas que sucedían tanto entre las cuatro amplias paredes de Zarzuela o en la calle pero protagonizadas por miembros de la Casa Real eran secreto del sumario y pobre del medio de comunicación que se atreviera a criticar, incluso irónicamente, a algún Borbón con mando en plaza o sus aledaños. Una critica irónica en la televisión catalana sobre las aficiones hípicas y a los deportes de nieves de algunos miembros de la Casa Real le costó el puesto tanto al presentador del programa como a los colaboradores del mismo que incluso recibieron amenazas en sus domicilios y Jordi Pujol en persona tuvo que pedir excusas al Rey. Hoy, afortunadamente, aquellos ucases reales se han acabado y parece haberse abierto la veda, pero, insisto, han sido los propios miembros de la Casa Real los que con sus actitudes y desplantes han propiciado que los medios cada día más se ocupen de su vida, una vida que por mucho que ellos quieran nunca es privada, su privacidad la pagamos todos con nuestros impuestos.

En los cenáculos enterados se hablaba de los deslices amorosos del monarca y de las largas estancias de la Reina en Londres, pero todos los medios, por respeto o por miedo, callaban o miraban hacia otro sitio. Pero un traspiés real durante una cacería en Botsuana sacó a la luz una bella y rubia dama alemana, Corinna es su nombre, que se sabía que hacía tiempo se albergaba a poca distancia de la residencia real. España andaba sumida en la miseria y la preocupación de millones de españoles por llegar a final de mes mientras el Jefe del Estado, acompañado por la sensual rubia, andaba cazando elefantes en las lejanas tierras africanas. Si no hubiera sufrido uno de sus habituales traspiés no nos hubiéramos enterado y Juan Carlos seguiría con sus correrías cinegéticas. Pero al dar con su augusto cuerpo contra el duro suelo tuvo que ser evacuado de urgencia a Madrid y operado rápidamente, cosa que sus áulicos asesores no pudieron ocultar a la opinión pública que supo que mientras ellos padecían su Rey andaba de correrías tras los elefantes de Botsuana.

“Lo siento, no volverá a pasar” dijo su augusta majestad ante los medios pidiendo perdón a los ciudadanos pero a los pocos meses la tal Corinna apareció en sendas entrevistas en dos medios de comunicación españoles autoproclamándose “amiga entrañable” de Juan Carlos I Rey de España, además se presentaba como colaboradora del Gobierno de España en asuntos que olían a secretismo. Nadie desde el Gobierno o desde su departamento de espionaje ha aclarado nada de nada. Y la impresión que ha dejado la espectacular rubia alemana es que es una sencilla “comisionista” lo que vulgarmente se llama una “conseguidora” a comisión, pero una “conseguidora” que, nos queda la duda, tal vez utilizaba el paraguas de la persona del Jefe del Estado para hacer negocios.

La puntilla a estos tiempos azarosos para la Monarquía la ha dado la publicación el Domingo de Resurrección por el diario El Mundo del testamento de Juan de Borbón, el rey que nunca reino, en el que, después de hacernos creer que vivió austeramente por falta de cash y sin haber tenido un trabajo remunerado en toda su vida a su muerte, de la que ahora se cumplen veinte años, legó a sus herederos un patrimonio de más de 1.000 millones de las antiguas pesetas de los que más de dos millones de euros fueron a parar a las arcas del Rey Juan Carlos. Lo extraño de todo esto es que este dinero estaba depositado en Suiza y allí se ha quedado, según parece, durante todos estos años. Cuando escribo este artículo la Casa Real todavía no ha dicho nada al respecto por lo que no sabemos si este capitalito se declaró en su día y si se pagaron los impuestos correspondientes como cualquier españolito de a pie tiene que hacer cuando hereda. Tampoco el Partido Popular está por la labor de aclarar el tema y se escudan en que el Rey está por encima de la Constitución, no sabía yo que alguien, por muy Rey que sea, puede estar por encima de la norma legal que inspira todas las leyes del cuerpo legislativo de España.

Creo que ya va siendo hora de que la Casa Real sea transparente en sus cuentas y de que sepamos si son ciertas las informaciones que hablan de una inmensa fortuna amasada por los Borbones durante estos años. Durante años fueron muchas las amistades del mundo financiero que rodearon a Juan Carlos I Rey de España, algunas de dudosa catadura y que terminaron en los juzgados y la cárcel como Mario Conde, Manuel Prado y Colón de Carvajal, su administrador durante años y al que nombro senador, Javier de la Rosa o el príncipe georgiano Tchokotua. Majestad tener el dinero en Suiza si se declara no es pecado ni infracción fiscal pero es un mal ejemplo especialmente en estos tiempos tan duros para su Reino.

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